La retórica del victimismo
Bartomeu ha reaccionado a la imputación de Ruz con una tosca invocación al enemigo exterior

El juez Ruz ha rescatado del olvido (mediático) el impago fiscal detectado en el fichaje de Neymar (57 millones reconocidos oficialmente, más de 86 reales) y ha citado a declarar como imputado a Josep Maria Bartomeu, presidente del Barça, por presunto delito fiscal (2,8 millones escondidos sólo en 2014). Entiende Ruz que quizá haya que abrir una causa conjunta contra los autores del fichaje —el anterior presidente, Sandro Rosell, y el actual— en un proceso que, como casi todos, será largo. El fondo de la cuestión fiscal, por decirlo así, no está bien explicado. Consta que el fiscal Perals, solicitante de la imputación, reclama algo más de 12 millones de euros por la maraña de contratos urdida por el Barça y sus asesores fiscales para ahorrar impuestos al club, a Neymar y al padre de Neymar; y consta también que el club ha pagado a la Hacienda pública anticipada y preventivamente en torno a 14 millones. Ese pago ¿cancela la presunción de delito y, por tanto, la imputación?
A la decisión de Ruz, la dirección barcelonista ha respondido con la épica del resistente. Su tosca acción evasiva invoca la rancia retórica victimismo-enemigo exterior. Según la letanía de Bartomeu, la directiva no ha incurrido en el ocultamiento de una transacción; sólo es objeto de una persecución política orquestada desde “ciertos poderes del Estado” rencorosos por el independentismo barcelonista. En el reino de Nunca Jamás de Bartomeu, oscuros covachuelistas (¿madrileños?) atacan ferozmente al Barça y a sus jugadores. Como el perfil de víctima exige un constructo histórico que avale el martirologio, el presidente recuerda que el Barça habría sufrido muchas injusticias “a lo largo de su historia”. Quizá sí, pero ¿más o menos que el Osasuna o el Deportivo de La Coruña?
Bartomeu elude la única cuestión de interés en este caso (y en otros): los negociadores del contrato de Neymar ocultaron la cuantía del fichaje a sus socios y a Hacienda. Quienes defienden, como él, que los fichajes deben ser tan secretos como los misterios de Eleusis, porque la opacidad garantiza el éxito, transmiten un doble mensaje: los socios no son los dueños del club y los directivos flotan en la impunidad. Las consecuencias, eso sí, ya las pagarán los socios.
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