_
_
_
_

“Ninguna persona es mala”

La misionera adoratriz lleva más de 15 años trabajando para sacar de los slums de Calcuta a las hijas de mujeres prostituidas y darles una educación

Lola Hierro
Hermana Caridad Paramundayil.
Hermana Caridad Paramundayil.Irene H-Sanjuán/Manos Unidas

La hermana Caridad nació en Kerala (India), en 1948. Hoy, nada en ella hace pensar a primera vista que tenga alguna relación con España. Salvo su nombre, Caridad, que tomó cuando inició su formación como novicia en la orden de las Hermanas Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y la Caridad. Detrás de un nombre tan largo, se esconde una labor de ayuda a mujeres víctimas de trata y de explotación sexual que ya dura 150 años. Esta joven india llegó con 17 años al Madrid que le pareció "otro mundo", sin saber muy bien a qué iba a consagrar su vida desde ese instante. "Una de las monjas de mi escuela nos explicó, pero yo no entendía", recuerda. Ahora, en 2015, sí asegura con rotundidad que no cambiaría su vida por nada.

La hermana Caridad está de visita en Madrid para apoyar a Manos Unidas en su campaña anual contra la pobreza, que este año invita a reflexionar y hacer balance sobre el logro de los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) propuestos por Naciones Unidas. Ella ofrece este miércoles una conferencia para hablar de lo que mejor conoce: el trabajo que su orden realiza para escolarizar y dar un medio de vida digno a las hijas de mujeres prostituidas en algunos de los peores slums del país. Son niñas habitualmente reclutadas por mafias locales para ser prostituidas a partir de los 13 años o antes, niñas que viven en condiciones de pobreza extrema, hacinadas en chabolas con una falta de higiene total y controladas por madams a la que tienen que entregar casi todos los ingresos que consiguen. Bachpan Bachao Andolan (BBA), que es uno de los movimientos más antiguos de la India contra el trabajo infantil (llevan 33 años en la brecha), calcula que alrededor de 1,2 millones de trabajadoras sexuales son menores de 18 años y que la prostitución infantil ha aumentado un 8% anual en los últimos diez años.

Miedo y asco. Esos son los sentimientos que sacudieron el cuerpo de la misionera la primera vez que entró en un slum de Calcuta, en 2004. "La madre de una de nuestras chicas murió de sida y nos avisaron. Teníamos que sacarla de allí porque nadie quería hacerlo, así que fuimos tres hermanas con un sacerdote", relata. Eran las diez de la noche y vimos hombres y mujeres haciendo su trabajo de prostitución a la vista de todo el mundo. Las veíamos esperar a sus clientes y cómo pasaban coches, paran, regatean, las cogen y se van con ellas...". La hermana Caridad hace largas pausas en medio de su relato, como si con su mente hubiera vuelto a esas callejuelas oscuras de su primera vez. "Algunos hombres las maquillan muy bien y las visten con trajes muy llamativos para hacerlas más atractivas. Las distingues por eso, por su manera de sentarse, por lo deterioradas que se encuentran de salud...".

El principal caballo de batalla de estas mujeres es la falta de educación: aunque quieran salir de ese mundo, no pueden porque no saben hacer otra cosa. "Damos más importancia a las hijas porque con las mujeres no podemos hacer mucho, al menos con los medios de los que disponemos. Trabajamos para que las hijas no sigan el mismo camino de sus madres, que es lo que suele ocurrir de manera natural porque nunca conocen otra cosa que no sea esa vida. No tienen formación y en los colegios no las aceptan por ser hijas de prostitutas, los padres no quieren que se mezclen con sus hijas", asegura la hermana Caridad.

#Contra la pobreza

El domingo 8 de febrero se celebra en España la Jornada Nacional de Manos Unidas, que en esta ocasión invita a reflexionar y hacer balance sobre el logro de los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) propuestos por Naciones Unidas, precisamente en 2015, año que se había marcado como fecha tope para la consecución de estos.

La ONG de Desarrollo de la Iglesia Católica para la ayuda a los países más desfavorecidos del planeta, que apoya más de 1.000 proyectos en más de 60 países, recordará, durante 12 meses, que la lucha contra la pobreza es una tarea de las naciones, pero, también, de cada una de las personas que formamos parte del mundo. Por eso invita a toda la sociedad a unirse a esta lucha contra la pobreza con una pregunta que nos hace a todos en el lema de este año: "Luchamos contra la pobreza ¿te apuntas?" (#ContralaPobrezaMU).

La organización, además, ha invitado a 26 misioneros y responsables de proyectos de cooperación a que cuenten sus experiencias de lucha contra la pobreza en 17 países a través de actos de lanzamiento y otros eventos organizados desde el 27 de enero al 11 de febrero, en 55 ciudades españolas. Esta y otras actividades pueden consultarse aquí.

Caridad Paramundayil, que trabajó durante siete años como profesora de mujeres víctimas de explotación sexual, no dudó en tomar medidas para ayudar a las niñas de los slums cuando, en el año 2000, fue nombrada Secretaria Provincial de su congregación en Calcuta. Durante los nueve años siguientes, coordinó la apertura de centros de acogida en los Estados de West Bengal, Delhi, Orissa y Hyderabad con ayuda de Manos Unidas para rescatar y rehabilitar a víctimas de prostitución forzada y para formar a jóvenes en oficios que les permitan ser económicamente independientes. Desde entonces han pasado por estos centros casi 400 niñas y adolescentes que han aprendido a leer, escribir, a llevar un negocio, a coser... El trabajo no siempre ha sido fácil porque la confianza de una madre no se gana en un solo día. "Al principio les costaba más enviarnos a sus hijas a las casas pero cuando vieron que somos distintas a otras organizaciones, que no nos quedamos solo un tiempo sino que vivimos allí de manera permanente, nos fueron abriendo sus puertas", explica.

Los días más duros para esta misionera se dan cuando una chica se marcha sin decir adiós. Esos días, se anima a sí misma pensando que todo el trabajo que se ha realizado con esa mujer no ha sido en vano. "Me quedo con la idea de que ninguna persona es mala, algo tienen dentro y de todo lo que les hemos dado, algo quedará y algún día se dará cuenta. Es mi esperanza para no desanimarme".

Los inicios fueron dffíciles. Sufrieron amenazas de mafias locales y proxenetas que vieron peligrar sus negocios, y hasta las llevaron a juicio. "Unos hombres decían que nosotras fomentábamos la prostitución, pero lo que querían era quitarnos de en medio. Fueron días muy peligrosos pero esas mujeres siempre nos protegieron; siempre que venía la policía, ellas nos rodeaban. Ahora todo el mundo sabe lo que hacemos y ya nos han dejado en paz". explica.

La dificultad, hoy en día, es conseguir que las jóvenes no abandonen y completen su formación, algo que no siempre es fácil. "Antes venían seis meses, luego marchaban de vacaciones a casa y no volvían". Si pueden seguir estudiando las animan a ello porque a ellas les cuesta. "Han nacido y vivido mucho tiempo en la calle y acaban escapándose con otros chicos o buscando dinero rápido porque es lo único que han visto", las disculpa. Ahora la situación es más estable. "Tenemos tres niñas cursando enfermería, una ya ha terminado, se ha casado y está trabajando. Otra ha aprendido informática y también trabaja...", enumera la hermana.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_