Sabe a felicidad
Es diciembre. Las luces iluminan las pupilas del gentío que abarrota las tiendas para cumplir con los deseos de sus seres queridos. Todos sueñan con recibir algún objeto preciado. Se abre la veda del caprichoso consumismo.
También es tiempo de actos solidarios. Hay que aprovechar los tiempos de melancolía para abrir el corazón de los más generosos con todo tipo de causas. La recogida de alimentos y de juguetes son ejemplos que no faltan a la cita. Ahora o nunca. Hay que paliar las necesidades de una buena mayoría desterrada a la supervivencia. Como voluntaria en la recogida de alimentos en Cataluña, les diría que nunca imaginé ver a tanta gente, en un ambiente casi festivo, dejándose la piel, las manos y los brazos clasificando los miles de productos que llegaban de todas partes y que servirán para saciar la hambruna de muchas bocas, al menos por un tiempo.
Apuesto que cuando haga balance de las Navidades, mi memoria tendrá un lugar para esa mañana tan mágica. Ese tiempo que dejó de pertenecerme para compartirlo con las personas más invisibles. Apuesto a que ese recuerdo me sabrá a felicidad.— Cristina Olivares.
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