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Cayetana de Alba, ¿la novela?

Las vidas de duquesas como la de Devonshire o Padua fueron convertidas en libros. ¿Cómo sería el libro de la nuestra?

Jackie Onassis recoge la montera de El Cordobés junto a la Duquesa de Alba en 1966
Jackie Onassis recoge la montera de El Cordobés junto a la Duquesa de Alba en 1966TopFoto.co.uk (Cordon Press )

La novela sobre la Duquesa de Alba podría arrancar en algún latifundio aceitunero, observando la faena protegida del sol con un paraguas. O estrechando la mano de Andy Warhol, “un tipo muy agradable, aunque algo extravagante”, en su opinión. Pero la reputada periodista Oriana Fallaci imaginó otra escena aún más curiosa en una leyenda urbana comúnmente aceptada: si la Reina de Inglaterra y la susodicha se encontraran en un ascensor, la primera debería cederle el paso. Ese gesto podría ser una buena primera página.

Aunque Cayetana Fitz-James Stuart tiene un historial de anécdotas y de claroscuros altamente literarios tan largo como su nombre, a ella no le solía gustar ser materia de ficción. Manuel Vicent quiso novelizar la historia de uno de sus maridos en Aguirre, el magnífico (Alfaguara). Según el autor, “un puro personaje de la corte de los milagros de Valle-Inclán”. La respuesta no se hizo esperar e incluso quedó plasmada en una carta abierta que ella misma envió al escritor castellonense: “Parece mentira que usted haya tenido la osadía de ridiculizarle después de su muerte, y ya que no puede contestarle, lo hago yo”. Y vaya si lo hizo. El personaje masculino sin duda tenía miga: hijo de madre soltera en la República, discípulo de Ratzinger, con veleidades rojas en un tardofranquismo que no acababa de tolerar una posible homosexualidad…

Su imagen bailando de faralaes (manzanilla en mano) en la Feria de Abril o meneándose en un guateque con los Beatles podrían estar al servicio de una novela tragicómica (que el propio Vicent tildó de “esperpento”) sobre su atribulada vida.

Pero aún más posibilidades de ficción ofrecía ella. Resulta extraño pensar que la duquesa sí aceptó (a su manera) el producto que Telecinco emitió en 2010, un biopic del que no soltó tantas pestes, si bien matizó precisamente el periodo con Aguirre.

Si algunas duquesas como la de Devonshire formaban parte de la camada de hermanas Mitford (tan literarias y fascinantes), si por las páginas de Oscar Wilde pasó la Duquesa de Padua y Stendhal retrató a Gina, la tal duquesa de Sanseverina, en La Cartuja de Parma, la recientemente fallecida daba para una actualización en clave siglo XXI de novela realista decimonónica. Una adaptación que incluiría los personajes arribistas tan recurrentes en esa tradición: para muchos, incluida su familia, ese rol podría estar reservado para su último marido Alfonso Díez. Su imagen bailando de faralaes (manzanilla en mano) en la Feria de Abril o meneándose en un guateque con los Beatles podrían estar al servicio de una novela tragicómica (que el propio Vicent tildó de “esperpento”) sobre su atribulada vida. Incluso los cambios de su descripción prosopográfica o sus apariciones (a veces airadas, a veces empáticas) ante la prensa harían avanzar la trama.

El Gabrielillo de los Episodios Nacionales de Galdós podría referirse a la casa de Alba en clave cuando haba de Amaranta: “Amaranta echó sobre mí una mirada de orgulloso desdén, y señalome la puerta”.

Su cháchara con Jackie Kennedy, su amistad con Chaplin o James Stewart y su relación con los toreros también serían idóneos para una película de Hollywood, aunque en los últimos años se la vio codo con codo con Tom Cruise en la presentación de Noche y día, ese filme en el que los encierros de Pamplona se celebraban en Sevilla y Cádiz.

Dio el visto bueno para Cayetana, su pasion, un espectáculo sobre su amor por el flamenco que contó con la colaboración de Victorio & Lucchino y que se pudo ver en el Teatro Lope de Vega en 2010. Aunque en otras ocasiones, cuando a ella le apeteció ser inmortalizada, surgieron los problemas. Luis Martínez de Irujo, su primer marido, se negó en su día a que Picasso la retratara en un remake de La maja desnuda (o vestida) de Goya, cuya modelo siempre se dice que fue otra Alba decimonónica (María Teresa de Silva Álvarez de Toledo).

Aunque no se concreta, esta otra celebridad (también literaria) de la casa de los Alba sí pudo haber saltado a la novela. El Gabrielillo de los Episodios Nacionales de Galdós podría referirse a ella en clave cuando haba de Amaranta: “Amaranta echó sobre mí una mirada de orgulloso desdén, y señalome la puerta”. Esa misma puerta que Doña Cayetana, como la Alba del siglo XX y XXI pedía que la llamaran, le podría haber enseñado a muchos que hubieran propuesto convertirla en personaje literario. Ella aprobó y desveló algunas anécdotas en Lo que la vida me ha enseñado (Espasa), pero las novelas suelen ser más peliagudas (también más duras y ricas en matices) que las biografías aprobadas por quien las protagoniza.

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