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Los días de escuela, según el pop español

La música española ha dedicado muchas canciones a retratar la etapa escolar, unas veces con un espíritu rebelde, otras trágico, algunas melancólico

Carlos Marcos

España es el país que lidera en Europa las estadísticas de abandono escolar temprano. Un 23,5% dejaron los estudios de forma prematura. La media europea se sitúa en un 11,9%. Son datos de 2013 recopilados por la oficina de estadística comunitaria Eurostat. Detrás de España están Malta —con un 20,9%— y Portugal —con un 19,2. Los más aplicados son Croacia y Eslovenia, donde solo abandona un 3,7 y un 3,9, respectivamente. La música española ha dedicado muchas canciones a retratar la etapa escolar, unas veces con un espíritu rebelde; otras, trágico; algunas, melancólico. Están incluso los músicos que se enamoraron de sus profesoras.

Seguramente la canción más sombría del pop español sobre temas escolares es Septiembre, de Los Enemigos.

Su autor, Josele Santiago, la escribió después de leer en el periódico la noticia del suicidio de un adolescente gallego. La razón: no pudo superar la presión de enfrentarse a los exámenes de septiembre. “Ya es septiembre, y no voy a estar”, repite angustiosamente la voz Josele. En media docena de párrafos, el letrista madrileño se mete en la piel de este chaval torturado que acabó ahorcándose: “Voy a estrenar corbata hoy./ Por fin haré algo de verdad./ ¡Qué feliz soy!”. Además de ser una canción musicalmente soberbia, la letra es material de calidad para los psicólogos juveniles.

La canción más emblemática dentro de la temática que nos ocupa es Días de escuela, la pieza de Asfalto que detalla aquellos oscuros colegios de los años de la dictadura. Más que una canción, es un reportaje periodístico de seis minutos, un pormenorizado relato de lo gris y represor de las escuelas de los sesenta.

Muchos de los que asistieron a esos colegios de la época se reconocerán en estos versos: “Formados frente a una cruz, y a ciertos retratos, entre bostezo y bostezo, gloriosos himnos pesados./ Despertamos en pupitres de dos en dos, aún recuerdo el estrecho bigote de Don Ramón, y la estufa de carbón frente al profesor, la dichosa estufa que no calienta ni a Dios”. Otra parte del tema apunta: “Dos horas de catecismo y en mayo la comunión/. La letra con sangre entra, otro capón”. La pieza se despide con anhelantes mensajes de cambio: “Cuando más me oprimían, más amé la libertad./ Y es a ti a quién canto hoy: enseña a tu hijo, enseña a tu hijo a amar la libertad”.

También rebuscó Joan Manuel Serrat en sus recuerdos colegiales para componer en catalán Canço per a la meva mestra (en la traducción al castellano, Canción para mi maestra). El compositor atribuye a una maestra uno de sus primeros amores. Una profesora que le hacía más llevadero un día de clase: “A pesar de que nos hacías ir a la iglesia y me quitabas el regaliz, aquel era un mundo pequeño y maravilloso…/ Sólo usted, rodeada de curas, le daba la razón de llamarse ‘niños’ a un mundo de cuatro palmos”. La parte sensual queda reflejada en este verso: “Pero usted nunca supo, maestra, que cuando quería que cantara que tres por una eran tres, mis ojillos arañaban francamente las rodillas que púdicamente usted apretaba y apretaba./ Pero un número no vale lo que una piel rosada”.

Lo de Aviador Dro es mucho más carnal. En Mi joven profesora evoca los sueños húmedos con su maestra: “Sentado en mi pupitre, mirando la pizarra./ Ella va señalando las palabras que faltan./ Sus labios son muy rojos, su falda muy ceñida./ Mi joven profesora, me seduce y me fascina”.

Las interpretaciones negativas de la etapa escolar abundan en algunas canciones del pop español. Mecano, con esa meliflua forma de contar historias, critica lo obsoleto del día a día en las aulas en No me enseñes la lección

Subraya ese momento del examen, aterrador para muchos alumnos: “Entra el profesor, te va a preguntar./ Viene hacia a ti, tú vas a estallar./ Y gritas: ‘No, no, no, no me enseñes la lección./ Que no tengo ganas de aprenderlo todo”. La Costa Brava, institución del pop independiente español coliderada por el añorado Sergio Algora (falleció en 2008), realizó una notable versión que supera al original. En esta línea, unos adolescentes Tequila no dejaban profesor con cabeza en su Matrícula de honor, de 1979.

Para ellos, un día de clase era el colmo del sopor: “Historia y Geografía, Latín y Biología, ¿a quién le pueden interesar?…/ Las horas no terminan, me aburro cantidad, si hubiera alguna forma de poderme largar./ Salir de aquí, no volver más”. Fito Cabrales, jefe de Fito&Fitipaldis, considera al sistema educativo poco estimulante para desarrollarse como persona. Al menos eso es lo que trasluce de su La casa por el tejado, donde canta: “El colegio poco me enseñó./ Si es por esos libros, nunca aprendo: a coger el cielo con las manos, a reír y a llorar lo que te canto, a coser mi alma rota, a perder el miedo a quedar como un idiota…”.

Ah, el billar, aquel espacio de juego donde se estaba mejor que en clase. Así lo creen Loquillo y Los Trogloditas en su rockabilly El pupitre de atrás: “Ahora toca clase de mates./ Solo pienso en Pilar. / Si mañana haces novillos, nos vemos en el billar”. Antes, el cantante ya había dejado clara su posición: “Este año como siempre tú me podrás encontrar mal sentado y escondido en el pupitre de atrás. / No estoy hecho para estudiar, ni tampoco para trabajar. / Lo que a mí me gusta en realidad es vagabundear".

El protagonista de Qué demasiaó, de Joaquín Sabina, probablemente debería estar aplicándose en clase, pero tenía otros planes: “Tuviste por escuela una prisión./ Por maestra una mesa de billar./ Te lo montas de guapo y de mantón, de golfo y de ladrón, y de darle al canuto cantidad”.

“Se me ocurrió la letra de la canción un día preparando a mi hijo para ir al colegio”. El que habla es el sevillano Antonio Luque, que en su encarnación artística de Sr. Chinarro publica discos de personalísimo pop independiente. En La lección, Luque apunta, siempre con sarcasmo, esa obsesión de los padres por ejercer de profesores: “Salimos del colegio y me las di de profesor./ Improvisé un examen, miré al retrovisor./¿El huevo o la gallina? Pregunté qué fue primero./ El niño dijo: ‘El pollo’./ Así de claro, olé sus huevos”.

También desde el pop indie, Klaus&Kinski ofrece una naíf versión en contra de lo que supone ir al colegio: prepararse para ser mayor y enfrentarse al competitivo mercado laboral. Esto dice la letra: “Mamá no quiero ir al colegio porque hay gente y no es para mí./ Mamá yo no quiero crecer, ser adulto y trabajar”. Por supuesto, la canción se llama Mamá, no quiero ir al colegio.

Cosa seria es Los maestros, que Barricada incluyó en La tierra está sorda, su álbum conceptual de 2009 sobre la Guerra Civil española. En esta canción el grupo navarro reivindica a los profesores republicanos asesinados durante la contienda. Con versos tan estremecedores como: “Déjame que les quite esta losa, que tapó con su peso de silencio./ Déjame que les riegue de lágrimas para borrarles el miedo. / Déjame que en estas líneas escritas regrese a los maestros. / Que dieron su vida y su sangre por dar al pueblo conocimiento”.

También está dedicado a los educadores republicanos La maestra, de Pedro Guerra, que justificó así su composición: “Durante los años de la República (1931-1939) se vivió un momento crucial de avances sociales. Cuando se truncó, ¿a quién fueron a buscar primero a los pueblos las fuerzas represoras? Al alcalde y a los maestros. Y la escribí en femenino para compensar la discriminación de género”. En la letra, el cantautor canario entona: “La maestra dio su amor a la pobreza enseñando a ver el mundo y a pensar./ El futuro fue llenándose de ciencia y la vida fue algo más que mendigar”.

¿Y qué opinan desde el otro lado, desde los educadores? Los Fresones Rebeldes se meten en la piel de los maestros en De profesión, profesora. En solo 1 minuto y 8 segundos el grupo barcelonés ironiza sobre los quehaceres de los docentes: “Esto no es tan divertido como me creía yo./ Estos críos me tiene frita, me estoy quedando sin voz”.

Mamá, grupo referente de la Movida madrileña, prefiere centrarse en el momento en que terminan las clases. De eso (y de otras cosas) trata sus Chicas de colegio. “Se acaban las clases, salen ya de tres en tres./ Algo sudorosas, se pegó el uniforme./ La carpeta en el pecho protegiendo su pudor./ Fotos de su ídolo./ Ahí están: chicas de colegio”.

También a la salida de clase ocurre la historia que cuenta un provocador Javier Gurruchaga al frente de La Orquesta Mondragón. Fue en 1979, en el primer disco del grupo, y la canción se llama El hombre de los caramelos: “En la puerta del colegio, con su bolsa de caramelos, espera para hacerte feliz”.

Estos ejemplos demuestran lo que marcaron unos tiempos a unos músicos que, en muchos casos, ahora siguen conectados a la temática por sus hijos. Esta reflexión pertenece a uno de ellos: “Yo estaba más en los billares que en clase. Pero no lo puedo decir muy alto. Ahora lo que me preocupa es que mi hijo apruebe las Matemáticas”.

Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.

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