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¿Erradicar el matrimonio infantil? ¿A qué esperamos?

La pobreza, ciertas tradiciones o la falta de educación son factores que perpetúan el problema

Se estima que una de cada tres niñas en los países en desarrollo es obligada a contraer matrimonio antes de cumplir los 18 años. Una de cada nueve antes de cumplir los 15 años. 700 millones de mujeres fueron víctimas, de niñas, de esta práctica. Sin embargo, ¿ven noticias a menudo sobre este tema y sus implicaciones en los medios? ¿Les suena alguna iniciativa internacional para luchar contra esta práctica? Probablemente, no. No es que no existan. Pero hasta muy recientemente han tenido escasa visibilidad o recursos. Girls Not Brides, la alianza global que coordina a las organizaciones que trabajan por los derechos de las niñas, data de 2011, pero hemos tenido que esperar a septiembre de 2014 (sí, hace solo un mes) para que la Asamblea General de las Naciones Unidas celebrara por primera vez un debate sobre el matrimonio infantil, motivado a su vez, por la primera resolución de la Asamblea General sobre el matrimonio infantil del año pasado. Y eso, a pesar de ser una cuestión que vulnera gravemente los derechos humanos de millones de personas y que es crítica para avanzar en el desarrollo de muchas regiones.

Hay gran número de factores que pueden conducir a las familias a tomar la decisión de casar a sus hijos —a sus hijas, predominantemente— a muy temprana edad: desde la pobreza a tradiciones muy arraigadas, pasando por la falta de educación de los padres, los conflictos armados o las crisis humanitarias.

Hay que abordar la complejidad del matrimonio infantil desde muchos ángulos. La comunidad internacional, tanto tiempo silente o pasiva frente a esta situación, puede y debe contribuir a ello. ¿Cómo? En primer lugar, promoviendo que la erradicación del matrimonio infantil sea una de las causas destacadas de la agenda de desarrollo que se está configurando para las próximas décadas, los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Instando a los donantes (que, por otra parte, ¿cómo pueden esperar lograr sus objetivos de desarrollo en muchas regiones en ámbitos como la salud reproductiva, la educación o la igualdad de género sin abordar esta cuestión?) pero también a los gobiernos de los países afectados y a las organizaciones que trabajan a nivel comunitario a priorizar el apoyo técnico y la financiación de programas para combatir el matrimonio infantil. Sin olvidar la movilización comunitaria para capacitar de forma estratégica a las personas e instituciones que deben contribuir y apropiarse de los procesos de cambio en el ámbito local.

¿Pueden considerarse emergentes países como India o Nigeria, donde la mitad de las niñas son forzadas a casarse antes de cumplir los 18 años?

Es decir, voluntad política y movilización de recursos canalizados hacia las intervenciones que funcionan. Porque las hay. Desde dotarse de un marco legal que no ampare esta práctica —y no basta con elevar la edad legal para contraer matrimonio; ¡hay que hacer que la legislación se cumpla!— hasta articular su política de desarrollo considerando el matrimonio infantil como un elemento central en ella, (a pesar de su espectacular crecimiento económico, ¿pueden considerarse emergentes países como India o Nigeria, donde la mitad de las niñas son forzadas a casarse antes de cumplir los 18 años?). Asimismo, los programas que educan a los padres sobre los efectos nocivos del matrimonio precoz y les proporcionan alternativas (en forma de subsidios, becas o transferencias de fondos condicionadas a que las niñas sean registradas al nacer, asistan a clase o no contraigan matrimonio) también son medidas efectivas.

Es fundamental informar a las niñas en riesgo y a las ya casadas sobre sus derechos

De la misma manera, es fundamental informar a las niñas en situación de riesgo y a las ya casadas sobre sus derechos, y proporcionarles acceso a servicios sociales y de salud. No son soluciones rápidas pero, cuando se invierte en distintos ámbitos, dan resultado: procuran un mejor estatus de las niñas en sus familias y en las comunidades, evitan o retrasan el matrimonio y mejoran las condiciones de las ya casadas. El problema es que hasta ahora se aplican a pequeña escala y no de forma sistemática, cuando actualmente hay más de 130 millones de niñas en situación de riesgo.

El matrimonio infantil amenaza directamente seis de los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio. Si realmente se quiere dar continuidad a esta “agenda inacabada” a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, una cuestión tan global, sistémica y olvidada debe ocupar un lugar prioritario en la agenda.

Anna Lucas es coordinadora de la Iniciativa de Salud Materna, Intantil y Reproductiva de ISGlobal.

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