La docencia y el futuro
El 5 de octubre se festeja el Día Mundial de los Docentes. La fecha conmemora la aprobación, en 1966, de la Recomendación conjunta de la UNESCO y la OIT sobre el personal docente, una verdadera carta de derechos y responsabilidades del magisterio a nivel mundial.
Ha pasado casi medio siglo desde la sanción de estas recomendaciones y veinte años desde que la fecha se ha consagrado como una oportunidad propicia para llamar la atención acerca de las urgencias y desafíos que supone el ejercicio del oficio de enseñar en todo el planeta.
Dos cuestiones llaman poderosamente la atención al respecto. Por un lado, que hace 48 años fue posible establecer un ambicioso y necesario conjunto de normas relativas al desempeño de la docencia: la formación inicial y permanente de los maestros; sus mecanismos de contratación, carrera y ascensos; la protección y seguridad en el mantenimiento de los cargos; los procedimientos disciplinarios; la libertad de cátedra; la supervisión y evaluación de los procesos de enseñanza; las responsabilidades y derechos del ejercicio magisterial; la importancia de la participación y la consulta a los docentes y a sus organizaciones para la definición de los principales asuntos de política educativa; así como las condiciones que deben regular la negociación salarial de los trabajadores y trabajadoras de la educación. Por otro, que cada vez que se festeja un nuevo aniversario de la sanción de este acuerdo, se pone de relevancia la gran deuda que aún existe con estas recomendaciones, del mismo modo que su persistente violación e incumplimiento en algunos países o regiones del mundo.
Sin lugar a dudas, han habido avances muy positivos en la promoción del trabajo docente, aunque ciertos problemas parecen perpetuarse y, en algunos casos, ampliarse con el pasar de los años.
Una inmensa retórica de valorización de la educación parece contrastar con el tratamiento dado a los docentes y con la sistemática violación de algunas de las normas que, desde hace ya medio siglo, han sido consagradas como urgentes y necesarias por parte de la comunidad internacional.
En este sentido, resulta políticamente relevante y oportuno que Irina Bokova, Directora General de la UNESCO, Guy Ryder, Director General de la OIT, Anthony Lake, Director Ejecutivo de UNICEF, Helen Clark, Administradora del PNUD, y Fred van Leeuwen, Secretario General de la Internacional de la Educación, la principal confederación de los sindicatos docentes a nivel mundial, hayan emitido una declaración conjunta divulgada con el elocuente título: “Invertir en el futuro, invertir en los docentes”.
El comunicado destaca el enorme déficit magisterial para alcanzar la universalización de la educación primaria a nivel mundial. Más allá de los esfuerzos llevados a cabo, serán necesarios 1.400.000 nuevos docentes para alcanzar uno de los objetivos del milenio previsto para el año 2015, y 3.400.000 para garantizarlo en el 2030. Destacan del mismo modo, la existencia de una crisis mundial de aprendizaje, que alcanza a más de 250 millones de niños y niñas, en un contexto de gran precariedad en el ejercicio de la función docente y de baja formación inicial del magisterio.
“Por otra parte – afirman – para dispensar una enseñanza de calidad el profesorado debe gozar de derechos básicos, como la protección contra la violencia, la libertad académica o la libertad de afiliación a sindicatos independientes. El hecho de tener amparados sus derechos también ayuda a los docentes a promover la seguridad física y psicológica de los niños y niñas que tienen a su cargo. Debemos insistir en que la escuela siga siendo un espacio protector para alumnos y profesores (…) El profesorado de hoy y de mañana necesita competencias, conocimientos y respaldo para estar en condiciones de atender las diversas necesidades de aprendizaje de todos y cada uno de los niños. Debemos recordar que los docentes son una inversión de futuro”.
No deja de ser sintomático que cuatro de los principales dirigentes del sistema de Naciones Unidas dedicados a la promoción y protección de los derechos humanos nos deban recordar, una vez más, que los docentes son importantes y que sus derechos deben ser respetados.
La deuda docente en América Latina
En Latinoamérica, y a pesar de los avances registrados en los últimos años en algunos países, la situación docente es grave y compleja, como lo pone en evidencia el informe “Desarrollo profesional docente y mejora de la educación” elaborado por la Organización de Estados Iberoamericanos, OEI.
El estudio revela un crecimiento de 1.500.000 docentes en los niveles de preprimaria, primaria y enseñanza media en la región, pasando de 6.200.000 a 7.700.000 cuadros, durante la década transcurrida entre el 2000 y el 2010. Un crecimiento que tuvo expresiones específicas muy significativas en la preprimaria, con un aumento de más del 40% de docentes, y en la secundaria superior, con más del 57% de incremento.
Así, el aumento sistemático en las tasas de escolarización que experimentó América Latina en los últimos 25 años, fue acompañado de un aumento importante en el número de docentes contratados. Entre tanto, el déficit magisterial permanece en la región, variando de magnitud según el país analizado.
Actualmente, la escuela primaria pública colombiana dispone de 35 niños y niñas por aula; Ecuador y Nicaragua, 32; Chile, 30; Brasil, 26; Argentina, 25 y México, 20. El promedio de alumnos por sala de clase en la Unión Europea es de 20 niños y niñas. En la OCDE, de 21.
En la secundaria inferior pública, las escuelas nicaragüenses tienen 43 jóvenes por aula; Colombia, 40; Cuba, 34; Chile, 31; Brasil, 30: México, 29; Argentina, 28. El promedio de la Unión Europea en este nivel es 22 y, en la OCDE, 23.
El número de alumnos promedio por docente aumenta significativamente en el nivel primario público: Honduras, 32; El Salvador y Nicaragua, 30; México y Colombia, 28; Chile, Brasil y Ecuador, 23; Argentina, 17. El promedio de estudiantes por docente primario es, en la Unión Europea, 14 y, en la OCDE, 16.
En el nivel medio público, la tendencia se mantiene: México, 32 alumnos por docente; Colombia, 27; Chile, 24; Brasil, 18; Argentina, 16. El promedio de alumnos por docentes de enseñanza media en la Unión Europea es de 12 y, en la OCDE, de 14.
Cuba es el único país latinoamericano que tiene un promedio de alumnos por docente más bajo que los países de la Unión Europea, tanto en el nivel primario con 9 alumnos por docente (contra 14), como en el secundario, con 10 (contra 12).
Aunque habitualmente se afirma que los docentes latinoamericanos trabajan poco, además de mal, es interesante observar que el número de semanas de docencia anuales en el nivel primario es, en casi todos los países de la región, mayor o igual que en los países europeos y en los de la OCDE. Cuba, así como dispone de más docentes por alumno matriculado, también tiene más semanas anuales de clase, 46; República Dominicana, 42; México, 41; Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Honduras, 40; Argentina, Chile, Nicaragua y Paraguay, 38. El promedio de semanas de clase en el nivel primario en los países europeos y en la OCDE es 38. El único país con un número de semanas de clase menor a éstos es Uruguay, con 36.
El número de días de docencia en el nivel primario es también, en muchos países latinoamericanos, superior o igual al de la Unión Europea y al de la OCDE, con algunas pocas excepciones. República Dominicana, 210 días; Brasil, Colombia, Ecuador, El Salvador, Honduras y México, 200; Cuba, 195; Perú, 193; Nicaragua, 189; Paraguay, 186. La Unión Europea dispone de 185 días de clase en el nivel primario y la OCDE de 187. Los únicos países con un promedio de días menor son Chile, 191; Argentina y Uruguay, 180.
El número de horas netas de docencia en la secundaria es también, en buena parte de los países de la región, muy superior al promedio de la Unión Europea y de la OCDE. Argentina, 1.368; Colombia, Ecuador y Nicaragua, 1.200; Cuba y Uruguay, 1.170; Chile, 1.105; México, 1.047; Perú, 1.013; Brasil, 800; Bolivia, 713. El promedio de la Unión Europea es de 660 horas y el de la OCDE de 704.
En suma, los docentes latinoamericanos atienden a más alumnos por sala de clase y trabajan más días y horas que sus pares de las naciones más desarrolladas del planeta.
Sin embargo, ganan salarios muchísimo más bajos:
Salarios iniciales anuales del magisterio en el nivel primario
(equivalente en USD convertido mediante PPA para el consumo privado), 2010-2011
País
Salario (USD)
Chile
17.385
Argentina
16.567
Uruguay
15.103
México
15.081
Colombia
10.547
Perú
8.333
Ecuador
7.639
Honduras
6.851
Paraguay
6.749
El Salvador
6.522
Cuba
4.980
República Dominicana
4.757
Guatemala
4.194
Nicaragua
1.446
Unión Europea
29.123
OCDE
28.854
Portugal
30.946
España
35.881
Fuente: Miradas sobre la educación Iberoamericana 2013, OEI.
El salario inicial de un docente español es el doble que el salario inicial de un docente chileno, argentino o uruguayo, siendo éstos los tres países latinoamericanos que mejor pagan a sus profesionales de la educación. No cabe duda que el Ministro José Ignacio Wert está haciendo todo lo posible para empeorar esta situación y, al menos en este aspecto, parece devotar una gran admiración por la situación educativa latinoamericana. Un estudio publicado por la Federación de Enseñanza de CCOO calculaba una pérdida salarial entre el 44 y el 63% en los docentes españoles, tras cinco años de políticas de ajuste. En términos absolutos, e incorporando la inflación acumulada en el período, un maestro español con la más alta antigüedad puede haber perdido anualmente algo más de € 20.000, mientras que un profesor de nivel secundario, con 30 años de antigüedad, algo más de € 27.000. La Confederación de Sindicatos de Trabajadoras y Trabajadores de la Enseñanza, STEs-Intersindical, y la Federación de Trabajadores de la Enseñanza de la UGT, FETE, confirmaron esta tendencia con documentos, declaraciones y nuevos datos que exponen la activa política de precarización docente que vive hoy España.
Los docentes latinoamericanos, de igual forma, reciben remuneraciones mucho más bajas que otros profesionales con el mismo nivel educativo. En buena parte de la región, los docentes están en la base de la pirámide salarial de los trabajadores con estudios superiores.
Los sistemas educativos crecieron y se democratizaron, pero lo hicieron a expensas de la precarización y desvalorización progresiva del trabajo docente. El acceso a la escuela se tornó más universal y esto fue una gran conquista democrática en América Latina. Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que este proceso fue posible en un contexto de sostenido deterioro del trabajo magisterial, el cual acabó funcionando como una eficaz dinámica de subsidio indirecto al crecimiento y a la ampliación de la cobertura educativa. Se trata de una deuda que las sociedades y los gobiernos latinoamericanos tienen con sus docentes y con todos los trabajadores y trabajadoras de la educación. Si con tanto orgullo afirmamos que siempre hemos honrado nuestras deudas (pagando inclusive las que nunca habíamos contraído), es hora que asumamos ésta y comencemos a revertirla, valorizando académica, social y económicamente el trabajo de nuestros maestros y maestras.
Durante la última década, algunos gobiernos progresistas latinoamericanos han comenzado a modificar esta situación, enfrentando con decisión una herencia de deterioro y abandono que se profundizó en el marco de políticas de ajuste y privatización que buscaron reducir el derecho a la educación a una oportunidad de consumo distribuida de forma injusta y desigual. Un proyecto que, bajo gobiernos neoliberales y conservadores, buscó desmontar las bases de sustentación de la escuela pública, criminalizando a los docentes y a las organizaciones magisteriales que luchaban por defenderla.
Comienzan ahora a evidenciarse mejoras en las condiciones salariales, así como una ampliación en las oportunidades de formación del magisterio. Entre tanto, el enorme poder normativo y disciplinario que tienen los procesos de evaluación aplicados en los sistemas escolares latinoamericanos, tanto a nivel nacional como internacional, profundizan una visión tecnocrática y reduccionista del trabajo docente que refuerza la desvalorización social del magisterio, poniéndolo en el centro de todos los ataques, condenas y humillaciones utilizadas para explicar la crisis que viven nuestros sistemas educativos.
La declaración de UNESCO, UNICEF, OIT, PNUD y la Internacional de la Educación contribuye a poner el debate sobre los docentes en su debido lugar: pensar y diseñar políticas de valorización magisterial es un requisito indispensable para construir un futuro de igualdad y dignidad para nuestros pueblos.
A quienes ejercen la docencia les cabe seguir trabajando y luchando, enseñando y soñando, caminando y militando, haciendo del oficio de enseñar una praxis transformadora al servicio de un mundo más justo, más solidario y humano.
Desde Quito
Campaña UNÁMONOS POR LA EDUCACIÓN PÚBLICA, Internacional de la Educación. (¡Participa!)
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