Gastar dinero gratis
En plena fiesta ‘ICON’, Alec Baldwin sedujo con toda su masculinidad a las mujeres, a los hombres les trató con camaradería y a los gais los llamó ‘beatiful’
En el mundo de la moda, las décadas son muy importantes. Los ochenta, por ejemplo, fueron la década de las hombreras y el color negro. En los noventa, fueron el grunge y el minimalismo. El principio de siglo XXI, según vamos sabiendo a través de los escándalos en la prensa, fue la década de la corrupción. Quien no hizo algo sucio, feo o malo sencillamente no entendió nada de moda.
Esta semana el escándalo más vistoso son las tarjetas de crédito sin control que los ejecutivos de Bankia y de Caja Madrid, como se llamaba antes la entidad, emplearon a fondo fundiéndose más de 15 millones de euros en todo lo que les despertaba curiosidad y satisfacía el gusto, o hacía sentirse a la moda. Realmente Bankia debería ser un reino, un país soberano en el que por algún mecanismo, proclive a la corrupción, te elijan para vivir en él. Siempre entendimos que el crédito fortalecía la dependencia que estableces entre el banco y tú, pero que te den millones para gastar es algo francamente inédito. Como lo es gastar el dinero gratis. En los deliciosos premios ICON de este año, celebrados con un presupuesto creativo, deberían pensar en un premio a La Creatividad dedicado a Bankia. Porque es un banco con ideas propias, todas ellas en el filo de la legalidad, y que cada día consigue estar en la prensa a causa de sus escándalos. Un nuevo tipo de publicidad institucional.
Vuelve a ser curiosa la participación de Rodrigo Rato en este nuevo episodio de Bankia. Al parecer Rato empleó la tarjeta pero más tarde decidió reponer al banco los casi 55.000 euros que gastó. ¿En qué se pueden consumir 55.000 euros del crédito del banco que presides? La vida de un millonario es cara. 55.000 euros puede ser cualquier cosa: desde un coche hasta la renovación de una cocina. O en vinos. Pero Rato demostró que tiene un antídoto contra la corrupción reinante, el cálculo a posteriori. Y seguramente es esa actitud lo que le permite estar en el Teatro Real escuchando Mozart mientras en la Gran Vía de Madrid ciudadanos de la tercera edad claman su nombre afectados por la crisis de las preferentes. Eso también es moda y modos y también es la vida de un exministro millonario.
Para muestra, Amal Clooney es el botón. El exquisito Eduardo Mendicutti les tachó la boda de cursilada, por andar en un bote llamado Amore sobre las aguas de los canales venecianos, pero lo cierto es que han conseguido hacer un espectáculo global de su enlace. Al contrario que los Pitt-Jolie, George y Amal aman la exclusiva y la fanfarria, el ruido mediático que siempre genera un buen negocio. O un buen cheque en alguna cumbre filantrópica, que es una manera que tienen los millonarios americanos para expiar sus gastos. Con esta boda sonaron campanas de todo tipo: los cuatro días de celebración recordaron a la de Farruquito, tanta fiesta propagó la idea de un montaje perfecto para casar por fin a un renuente reincidente. Clooney es un gran actor que al igual que Cary Grant es brillante haciendo de sí mismo y por eso se le vio sonriente, relajado y proponiendo el gris claro como color para usar tanto de día como de noche. Amal en cambio se ha convertido en una fiebre. Se casó de blanco con pamela, recordando el icónico look de Bianca Jagger en su boda con Mick. Todo el mundo la quiere imitar, con su larguísima melena morena, sus piernas, esos dientes blancos y perfectos. Es todo tan perfecto que entiendes que en Bankia los ejecutivos necesitarían otros 15 millones para parecerse a ella.
En el fondo el arma secreta de la esposa de George Clooney es serlo y al mismo tiempo ocuparse de la defensa de Julian Assange, ese pálido hombre que dejó pálida a la CIA con el escándalo de los Wikileaks. Es una mujer con una suerte bárbara. Duermes y desayunas con una estrella de Hollywood, trabajas para un hombre que ha aniquilado la confiabilidad de la oficina de inteligencia más famosa del mundo. Y todo sin estropear la keratina. En la CIA están tan mal que ha dimitido su director tras descubrirse que un hombre armado viajó junto al presidente Obama en un ascensor. Es como si la realidad imitara a Homeland.
En la fiesta de los primeros premios ICON, otro norteamericano que lo ha interpretado casi todo, Alec Baldwin nos robó el corazón con una nueva esposa española y completamente distinta a Kim Basinger. Baldwin puede con todo. Encantador, divertido, con sus guiños a todos los públicos. A las mujeres sedujo con toda su masculinidad, a los hombres les trató con camaradería y a los gais los llamó “beautiful” apretando firmemente la mano y dando besos en ambas mejillas. Alguien lo catalogó como Icono de la Nueva Masculinidad, que en efecto parece más relajada pero siempre a la caza. Da igual que seas hetero o no, el nuevo varón siempre parece perseguir algo. A la caza de una nueva Amal o una posible tarjeta de crédito ejecutiva de Bankia. En la fiesta, que fue larga, ruidosa y joven, se confirmó una tendencia: la barba vuelve porque en todas las caras hay algo que ocultar. Y porque donde hay pelo, igual que en Bankia, siempre hay alguna alegría.
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