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Gais sin fronteras deportivas

Navratilova acaba de pedir en matrimonio a su novia delante de los asistentes al Open USA, una escena impensable hace años. Ella fue una de las primeras figuras del deporte en hablar de su sexualidad Pero mientras hoy algunas grandes estrellas impulsan la asunción de la homosexualidad, la barrera persiste en el fútbol

Antono Hysen (i) y Jason Collins.
Antono Hysen (i) y Jason Collins.E. Le Poulin (Cordon)

¿Qué hubiera pasado si en 2008 Raymond Domenech, entonces seleccionador francés de fútbol, hubiera pedido matrimonio por televisión a su novio, en vez de a Estelle Denis, su novia, presentadora del programa? No hay respuesta posible, porque el fútbol sigue siendo un territorio vedado para la homosexualidad, un juego “demasiado viril” como para aceptar futbolistas que acuden “a esos malditos clubes de maricones”, como le recriminó el entrenador del Nottingham Forest, Brian Clough, a su jugador, Justin Fashanu, antes de sacarlo del equipo. Sin embargo, la declaración de amor, con petición de mano incluida, de la extenista Martina Navratilova, el pasado sábado, a su novia, la exmodelo rusa Julia Lemigova —con la que venía conviviendo ya seis años— ha sido aceptada con la naturalidad y sencillez que el caso requiere.

Sin embargo, el mundo del deporte va abriendo sus armarios para acabar con el silencio de los deportistas gais. La ocultación de la verdad ha sido una constante en los grandes deportistas, temerosos de que su condición sexual afectara a su carrera. El nadador australiano Ian Thorpe, con cinco medallas de oro olímpicas y 11 títulos mundiales, negó y negó que fuera gay hasta el punto de hacerlo en su propia autobiografía. Ahora, tras haber seguido un tratamiento contra la depresión reconoce que su vida “hubiera sido mejor si lo hubiera afirmado desde el principio”.

La petición de mano de la Navratilova a su novia.
La petición de mano de la Navratilova a su novia.Fred e Susan Mullane (AP)

El mundo gay de los deportistas se amplía: la NBA o la natación, van quitándose los miedos. Ya no son solo los deportistas menos mediáticos sino los más famosos quienes han dicho basta al oscuro mundo de la ocultación o la mentira.

En el fútbol no. En el fútbol, plagado de expresiones y actitudes machistas, la homosexualidad oficialmente no existe. Los pocos casos que se han conocido han tenido que ver con futbolistas sin relieve mediático, que pasaban prontamente inadvertidos, aunque supusiera la muerte de su carrera de forma temprana. Así les pasó a los estadounidenses Robbie Rogers o David Testo o al sueco Anton Hysen. Todos conocieron el final de sus días futbolísticos: tenían que elegir entre su verdad, es decir, su vida, o su deporte. Y eligieron su verdad. “Es hora de irse, de descubrirme lejos del fútbol. Soy un hombre libre”, dijo en una entrevista. Tenía solo 25 años.

Desde que en otros deportes se comenzó a conocer la condición sexual de los deportistas, generalmente tras concluir sus carreras deportivas, en el fútbol se desató una carrera peligrosa. De un lado imperaba el morbo de descubrir estrellas del balompié que fueran homosexuales; de otro, se abrió el amparo a quienes decidieran hacer pública su inclinación sexual. Es un doble filo. Cuando el portero alemán, Manuel Neuer, defendió a los futbolistas homosexuales y restó importancia a la interpretación de los aficionados, algunos pensaron que hablaba en clave. Otro alemán, de origen español, Mario Gómez también salió en su defensa y les animó a “salir del armario”, aludiendo a que también había políticos, actores, escritores gais y nada pasaba.

Otros dirigentes también han prestado su ayuda a quien no quiera seguir ocultando su sexualidad. El presidente de la federación alemana de fútbol o el del sindicato de futbolistas británicos han ofrecido su apoyo y el de sus respectivas organizaciones para aquellos que decidan romper con el miedo.

Otro futbolista heterosexual, Matt Jarvis, del West Ham, aceptó salir en la portada de Attitude, la revista gay más importante de Reino Unido, para prestar su apoyo a sus colegas homosexuales. Lo mismo hizo el español Aitor Ocio posando para la portada de la revista Zero.

Jason collins fue el primero en romper el tabú en la NBA, ahora colabora con el gobierno de Obama

Por eso impera lo que Robbie Rogers definió como “el miedo a ser juzgado. A no conseguir mis sueños y aspiraciones”. Por eso las decisiones se dilatan, o bien al final de la carrera o bien a la hora de colgar los hábitos deportivos. Jason Collins ha sido el primero en romper el tabú en la NBA, como jugador en activo. Otros, como John Amaechi, lo hicieron tras soltar la pelota de sus manos. Collins ha sido reclutado por el presidente Barack Obama para formar parte del grupo sobre Deporte, salud y nutrición. La lista es larga y abarca a todo tipo de especialidades. Desde el jugador galés de rugby Gareth Thomas, al de fútbol americano, Michael Sam, pasando por la tenista francesa Amelie Mauresmo o el patinador artístico estadounidense Johnny Weir.

Son más, muchos más y de muchas disciplinas. El miedo se va perdiendo, pero aún perdura en el fútbol, donde las puertas parecen estar cerradas y con candado. El entrenador del Rayo Vallecano, Paco Jémez, aseguraba que España “no está preparada para asumir que un futbolista diga que es gay. Sería objeto de mofa para las aficionados, que le harían la vida imposible”.

El tiempo pasa y la afirmación sigue vigente, mientras la pregunta persiste: ¿Por qué no hay futbolistas gais en la Liga española? Son muchos los que aseguran que haberlos, haylos. Pero impera el miedo. Seguramente, si alguien diera el paso de salir a la luz encontraría más críticas que apoyos dentro y fuera del terreno de juego. Ya ha ocurrido en otros casos, que deportistas que han hecho pública su condición sexual han recibido las críticas de sus propios colegas.

No, no es posible imaginar qué hubiera sucedido si en vez de novia, Domenech hubiera tenido novio. Con aquella declaración de amor y matrimonio quiso tapar el fracaso monumental de su selección en la Eurocopa de 2008, deportivo y social. De haberse declarado a su novio, no hubiera tapado la guerra, la habría desatado. Navratilova, en Estados Unidos, lo vivió en paz. Para Ian Thorpe, la paz empieza ahora.

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