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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Oleada de pateras

La colaboración de los países de origen es necesaria para reducir las dramáticas travesías

Las medidas adoptadas por la Unión Europea para controlar la llegada irregular de inmigrantes por las rutas marítimas del Mediterráneo no han frenado las desesperadas travesías que emprenden los miles de africanos en busca de una vida mejor. En lo que va de año, en Italia han sido rescatadas más de 100.000 personas que trataban de cruzar el canal de Sicilia en precarias pateras y destartaladas barcazas. Son más del doble de las que desembarcaron en todo 2013.

Las operaciones de rescate se han llevado a cabo dentro del programa Mare Nostrum, un dispositivo que el Gobierno italiano puso en marcha tras los dos trágicos naufragios de la pequeña isla de Lampedusa del pasado octubre, en los que murieron casi 400 inmigrantes. Al abrigo de este programa de salvamento, en solo un fin de semana han sido socorridos hasta 5.000 africanos que viajaban hacinados en pesqueros.

España se ha visto sorprendida estos días por una oleada de pateras en el estrecho de Gibraltar. Más de 1.200 inmigrantes han llegado a bordo de un centenar de balsas hinchables de juguete, lo que hace aún más peligrosa la travesía. Desde la avalancha de cayucos de 2010, cuando llegaron tres centenares de subsaharianos a las costas de Andalucía, Murcia, Ceuta y Baleares en un fin de semana, no se había registrado una entrada tan masiva en tan corto periodo. El Gobierno español atribuye este repunte al buen tiempo y a la mayor vigilancia policial en Ceuta y Melilla. Aunque también sería útil saber si este fenómeno se ha podido ver beneficiado por algún tipo de relajación en el litorial marroquí, el principal punto de salida de los inmigrantes irregulares procedentes de África. Marruecos se ha limitado a achacar lo ocurrido a “disfunciones”.

Editoriales anteriores

Más allá de las dramáticas situaciones —de índole económica o política— que conducen a miles de personas a jugarse la vida a bordo de frágiles embarcaciones, se hace necesaria una decidida colaboración de los países en los que se originan los viajes para actuar de manera contundente contra las mafias que comercian con seres humanos. Una fórmula para frenar este éxodo son los convenios bilaterales (como el que España firmó con Mauritania tras la crisis de los cayucos en 2006). Otras pasan por reforzar Frontex, la agencia que controla las fronteras exteriores de la UE. El arco mediterráneo sigue siendo un paso demasiado vulnerable.

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