Guerras: siempre perdemos los mismos
Incluso la socialista Francia, que no intervino en la guerra de Irak, busca ahora el protagonismo bélico en Oriente Próximo y alienta la intervención europea contra el Estado Islámico. Se supone que todo se hace en defensa del estilo de vida occidental, pero sobre todo defendemos un sistema económico, el capitalismo globalizado, profundamente contradictorio que, pese a su aparente superioridad ética, necesita defenderse ante las agresiones más diversas, la mayoría de ellas presuntas. Sistema de defensa preventivo y militarizado que se ha profesionalizado para convertirse también en oportunidad de negocio; pero del que muchos nos beneficiamos en esta parte “desarrollada” del mundo, que es hegemónica por su mayor capacidad tecnocrático-productiva y, sobre todo, por su enorme y firme decisión para aplicar la fuerza bruta en cualquier parte del planeta. Y todo ello en defensa de la “libertad duradera” que en teoría lo sustenta, pero que en realidad es únicamente libertad para acumular riqueza, cada vez en menos manos.
La paradoja está servida: los soldados profesionales han de defender, con las armas y por la fuerza, la democracia, la libertad y la justicia, el modo de vida del civilizado Occidente frente a “la barbarie integrista religiosa” del islam, en definitiva protegen allí, a miles de kilómetros, el Estado de bienestar; el mismo que nos quitan aquí por idénticos motivos, esto es, para reducir el déficit público, mejorar la balanza de pagos, y hacer un hueco en el mercado a “nuestras empresas”. La crisis económica global nos ha revelado nuestra propia barbarie.
En días de desconcierto ético, político y económico, cuando abundan los “salvapatrias” y se retoman las identidades más rancias para justificar las exclusiones de personas y grupos, es urgente buscar ámbitos para el diálogo, porque las guerras, de aquí y de allí, siempre las perdemos los mismos.— Luis Fernando Crespo Zorita.
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