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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un misionero en África

Miguel Pajares falleció de ébola tras dedicar su vida a los más desfavorecidos

Marcos Balfagón

La propagación de la fe era y sigue siendo la razón principal que mueve a los misioneros. Aunque han asumido otras labores: auxiliar a los más pobres. Ayudar a los demás y hacerlo sobre el terreno fue precisamente el lema de Miguel Pajares, el religioso de la Orden de San Juan de Dios que falleció el pasado martes en Madrid a causa del ébola. Se contagió del virus en el hospital que reabrió hace siete años en Monrovia, la capital de Liberia. En ese país vivía Pajares hasta el 7 de agosto, cuando fue repatriado a España, donde se le administró un suero experimental que finalmente no pudo salvarle.

Desde muy joven despuntó en el padre Pajares la vocación religiosa. A los 12 años abandonó la pequeña localidad toledana de La Iglesuela para ingresar en la escolanía de San Rafael. Estudió enfermería, se ordenó sacerdote y emprendió su primer viaje a África. Eran los años sesenta.

Hoy hay alrededor de 13.000 españoles que, como hizo él, se dedican a auxiliar a los más desfavorecidos de manera desinteresada y a menudo sacrificada. El trabajo de estas personas va más allá de la misión evangelizadora que en el siglo XVIII emprendieron los predicadores europeos para introducir el cristianismo en algunas regiones africanas. Aquellos pioneros estaban convencidos de que uno de los caminos más sencillos para expandir las virtudes de su religión era traducir la Biblia al suajili.

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A hora, los misioneros no se limitan a la esfera espiritual. Trabajan en hospitales, escuelas, casas de acogida, y muchas veces lo hacen sin tener los medios necesarios para plantar batalla de manera eficaz a un reguero de incontrolables epidemias. En situaciones como estas se hace imprescindible una activa cooperación con las ONG que operan en el terreno, como Médicos sin Fronteras o Cruz Roja.

El generoso y jovial ánimo de Pajares lo condujo a desafiar el tifus, la malaria o el ébola a sabiendas de los riesgos que corría. Durante casi dos décadas su hogar estuvo en Ghana, Sierra Leona y, finalmente, en Liberia, donde llegó en 2007 para reconstruir un hospital destruido por la guerra. Y fue allí, atendiendo a los enfermos, donde el ébola, uno de los más temibles enemigos de África, le atacó de manera fulminante. Tenía 75 años.

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