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entrevista | Ertharin Cousin

“Cada hora es un tiempo en el que potencialmente podemos salvar una vida”

La directora del Programa Mundial de Alimentos cree que se debe trabajar para que las personas puedan alimentarse a sí mismas, sin necesidad de la intervención externa

Alejandra Agudo
Ertharin Cousin, director del Programa Mundial de Alimento.
Ertharin Cousin, director del Programa Mundial de Alimento.LUIS SEVILLANO

Ertharin Cousin asumió la dirección del Programa Mundial de Alimentos (PMA) hace dos años después de un periplo de más de dos décadas por diferentes organismos e instituciones, casi siempre trabajando en temas relacionados con la lucha contra el hambre y la pobreza. Entre los objetivos que se marcó cuando desembarcó en el PMA estaba el de expandir la red de centros logísticos para poder dar una respuesta más rápida a situaciones de crisis alimentarias, incluso en menos de 24 horas. En esta línea, este martes ha inaugurado en Las Palmas un nuevo almacén de alimentos, medicamentos y útiles para la asistencia humanitaria.

Durante su estancia en Madrid ha presentado el informe de la ONU sobre el progreso de los Objetivos del Milenio —entre los que se encuentra la reducción del hambre y la malnutrición en el mundo—. Pese a que este objetivo no es ajeno a la mayoría de la gente, Cousin reconoce que la labor del PMA en este sentido es "bastante desconocida".

Pregunta. ¿Cuál es la labor del Programa Mundial de Alimentos?

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Respuesta. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) es la mayor agencia humanitaria de las Naciones Unidas para luchar en contra del hambre y la malnutrición en el mundo. Asistimos a entre 80 y 100 millones de personas al año. En 2013 ayudamos a 80 millones en 77 países. Principalmente, nuestra labor consiste en responder a situaciones de crisis alimentarias. Pero hacemos más que eso. Además, trabajamos asociados a unas 2.000 ONG por todo el mundo, así como con los gobiernos y organizaciones civiles con los que abordamos qué soluciones podemos dar para que estas personas puedan alimentarse a sí mismas sin nuestra intervención. Sabemos que la lucha contra el hambre y la reducción de los niveles de malnutrición grave pasa porque todo el mundo tenga garantizada la comida todo el año. Estamos hablando de que 842 millones de personas en el mundo no tienen esa garantía. Sí tienen comida la mayor parte del año, pero no todos los meses. Por eso desde el PMA estamos promoviendo la producción agrícola local que asegure que los agricultores pueden sostener a sus familias.

P. ¿Qué se hace en este sentido?

R. Una de las prioridades es eliminar el desperdicio de alimentos durante el proceso de producción. Estimamos que hasta un 40% se pierde por las técnicas tradicionales de cultivo y la falta de infraestructuras de almacenamiento adecuadas. Así que es fundamental el trabajo con los agricultores para que su producción no tenga esos niveles de desperdicio y pérdida. Cualquier mejora de su capacidad de producción es un paso, en última instancia, en la lucha contra el hambre a largo plazo.

P. Estas son medidas para la prevención de hambrunas en los países en desarrollo, pero ¿qué pueden y deben hacer las economías desarrolladas?

R. Hemos comprobado que no es efectivo llevar alimentos de una parte del mundo a otra. Cuando empezamos sí se hacía mucho esto de llevar comida y materias primas desde los países desarrollados a los que estaban en vías de desarrollo. Rápido nos dimos cuenta que esa no era una respuesta integral para luchar contra el hambre. Primero, porque nuestra sobreproducción, lo que mandamos, no es necesariamente lo que ellos necesitan. De hecho, en muchos casos, cuando distribuimos provisiones tenemos un impacto negativo sobre el negocio local, porque provocamos deflación en el mercado de alimentos de esos países. Y los que podían mantener a su familia porque vendían sus productos, se quedan sin clientes y dejan de ganar lo suficiente para vivir. En definitiva, llevar comida de una parte del mundo a otra no es ni la solución contra el desperdicio de alimentos en la una, ni contra la falta de comida en la otra.

P. Pero las crisis alimentarias ocurren, como en Sudán del Sur, República Centroafricana o Siria en estos momentos, y hay que enviar alimentos de manera rápida.

R. Sí. De hecho, a Sudán del Sur estamos llevando comida porque, como en Siria, la población no tiene acceso a los alimentos. Pero en el PMA intentamos comprar a países en desarrollo. El 70% de lo que distribuimos lo adquirimos en esos países y así también ayudamos a sus economías. Es verdad que también los ricos, como EE UU por ejemplo, donan alimentos y fondos para actuar en estas crisis. La clave es dónde tenemos los almacenes para poder llevar la mercancía rápidamente allí donde es necesaria. Por eso, la llevamos a nuestros centros logísticos en el mundo, como Las Palmas o Dubái, y así la tenemos cerca de donde se puede necesitar. Es muy importante para dar una respuesta rápida y apropiada en cada momento.

P. Pese a los esfuerzos, el Objetivo del Milenio de reducir en dos terceras partes el número de personas que pasan hambre y sufren malnutrición no se va a conseguir, ¿qué ha pasado?

R. Creo que el objetivo se ha conseguido. No en todos los países, pero sí en 40, donde se ha reducido el número de personas que pasan hambre o son pobres. Necesitamos celebrar esos avances, aunque siendo conscientes de que queda trabajo por hacer. Hay todavía muchos lugares del mundo donde el objetivo no se ha alcanzado, pero en algunos están cerca y tenemos que ayudarles a seguir en esa línea. Si no reconocemos su progreso, la inversión y el esfuerzo que hacen algunos gobiernos y organizaciones, si dejamos de darles soporte, no van a continuar trabajando por conseguir el objetivo.

P. Habla de gobiernos y organizaciones civiles, pero ¿qué papel tienen las empresas multinacionales en la lucha contra el hambre?

R. No puedo hablar por todas las multinacionales y la industria alimentaria en general. Pero sí puedo decir que tenemos aliados en el sector privado y trabajamos cada día para que sean más. De hecho, he sido invitada por el G-20 para que les cuente qué más pueden hacer. Las compañías son un actor importante en la lucha contra el hambre y la malnutrición, y muchos en la industria alimentaria trabajan para ofrecernos nuevos productos que podamos distribuir. Podemos criticar a las empresas que no están ayudando, pero prefiero reconocer a las que sí lo hacen, y que cada vez son más.

P. En esa reunión que tendrá en el G-20, ¿qué les pedirá que hagan?

R. Pueden invertir en nuestro trabajo. Un aparte importante de los fondos del PMA vienen del sector privado. Además, las empresas alimentarias nos pueden aportar su experiencia. También colaboramos con compañías aéreas para el transporte de alimentos y personas. No podríamos hacer lo que hacemos sin el sector privado.

P. Se ha inaugurado un almacén gestionado por el PMA en Las Palmas, ¿qué supone añadir este nuevo enclave?

R. Nuestros almacenes nos permiten dar una respuesta rápida y eficaz en cualquier parte del mundo. Abrimos el primero en Brindisi (Italia) y rápido nos dimos cuenta de los grandes beneficios que tenía disponer de alimentos y medicinas en una localización desde la que podíamos llegar fácilmente a los países subsaharianos y también Oriente Medio. Decidimos que teníamos que crear una red y abrimos nuevos centros logísticos en Dubái, Ghana, Malasia, Panamá y, ahora, Las Palmas. Con esta Red, el PMA y el resto de socios humanitarios puede trabajar mejor y más rápido para ayudar a los sufren hambre y malnutrición.

P. ¿Cuáles son los tiempos de respuesta?

R. Ahora mismo tenemos el objetivo de llegar en 48 horas a cualquier parte del mundo. Pero he sugerido a mi equipo que tenemos que hacerlo en 24 porque la gente que sufre una emergencia, por una inundación o una sequía, no puede esperar. Cada hora es un tiempo en el que potencialmente podemos salvar una vida.

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Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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