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"Me interesa más el mecanismo de la decisión que las consecuencias"

David Carabén, líder de la banda catalana Mishima, es un tipo que antes de escribir un disco se documenta. Para su séptima referencia ha investigado sobre las diferentes nociones de paraíso

Los componentes de la banda catalana Mishima
Los componentes de la banda catalana Mishimafacebook

Alguien ha decidido que el mejor lugar para citar en Madrid al cantante de una banda catalana es una cafetería antigua, como de antaño, en las profundidades de Chamberí, un distrito que hace poco parecía rancio y ahora huele a recio. Este bar parece eterno comparado con los de la fronteriza Malasaña, que unas manzanas más allá ha confundido la modernidad con que todo parezca un decorado con cartón piedra.

Cuando llega David Carabén, el interrogado, saluda efusivamente, se sienta en uno de los taburetes de la barra y, tras pedir agua con gas, algo más catalán que la butifarra, observa esa atmósfera con interés, como tomando notas mentales de la mezcla de jubilados, estudiantes y camareros con chaleco que ocupan las mesas. Mishima, su grupo, hizo metafóricamente el camino que separa lo que aparenta de lo que tiene cuerpo. Eran esa banda que en 1999 se bautizó con el nombre de un polémico, pero muy cool, escritor japonés y eligió cantar en inglés.

David Carabén, líder de Mishima
David Carabén, líder de MishimaXimena Garrigues, Sergio Moya

Hasta que decidieron cambiar y, contra todo pronóstico, acabaron siendo uno de los emblemas del nuevo pop catalán. “La mejor obra de Mishima es el propio grupo. Hay un entendimiento en el que todos tenemos voz en todo sin que los egos se resientan. Existe la crítica, y eso hace más fácil los giros estilísticos. Ahora, después de siete discos, necesitábamos otra vez una sensación de vértigo”.

Carabén está en Madrid para presentar el séptimo álbum del grupo, L’ànsia que cura, el segundo consecutivo en entrar entre los 10 más vendidos de toda España. El segundo también que distribuye Warner, multinacional que acoge a Manel y que parece la responsable de cosas como que el 20 de julio la gira del presentación del disco pase por Nueva York. En concreto, por el Central Park Summer Stage, el mítico escenario al aire libre dentro de algo llamado Catalan Sounds On Tour.

En la página oficial del evento se les define de una forma breve y precisa: “Imaginen a The National criados a orillas del Mediterráneo”. Son exactamente eso, la voz de la madurez sobrevenida. En 2005 llevaban seis años de carrera y dos álbumes con pedantes títulos extraídos de sendos libros de Greil Marcus y Richard Sennet. Pero cuando apareció el tercero, el nombre escogido no podía ser más cercano: Llamar a casa. Recoger las fotos. Pagar la multa. Bueno, exactamente era Trucar a Casa. Recollir les Fotos. Pagar la Multa.

Ese fue el momento en que escogieron cantar en su idioma materno. Algo que ahora parece fácil, hasta comercial, pero que entonces restringía aún el ámbito al que llegar. “Fue una decisión que de repente pareció la adecuada. Tiene mucha menos historia de la que cabría imaginar”, dice David.

Tiendo a escribir canciones cuyas letras tienen un contenido bestia. Pongo toda la carne en el asador

Pero ya en ese título se desprende la tensión de la responsabilidad. Sus canciones son lo bastante sensatas como para dejar traslucir que nada es perfecto. “Digamos que en la vida hay decisiones fáciles y difíciles. Me interesa más el mecanismo de la decisión que las consecuencias”, explica. Y eso que –asegura Caraben– esta vez ha intentado rebajar la tensión: “Tiendo a escribir canciones cuyas letras tienen un contenido bestia. Pongo toda la carne en el asador. Lo que me critico es que al final todas mis canciones son demasiado serias, demasiado graves y esta vez quería quitarles esa solemnidad”.

Carabén, casado, con dos hijos, es el vocalista, el letrista y el ideólogo. “En los últimos tiempos me he sobredocumentado para los discos. Si el anterior versaba sobre el amor romántico y su origen histórico, aquí me interesaban las dos visiones del paraíso: la medieval, hierática, en la que el cielo es la contemplación del rostro de Dios, frente a la renacentista, mucho más carnal”. Para él, el paraíso “es un lugar vallado. Hace cuatro años que me dedico exclusivamente a la música y eso para mí es el paraíso. Un sueño realizado. Pero lo veo amenazado. Vivo en el paraíso con terror”.

Carabén asegura que ese estado de ánimo es global. La percepción general del desmantelamiento del estado de bienestar es un poco como el hundimiento de nuestro propio paraíso. “Hemos pasado de ser la única generación que vivía peor que la que le precedió, a ser la única generación que ha vivido peor que nosotros mismos. Gano menos que antes. Hace unos años trabajaba en televisión y me ganaba muy bien la vida. Ahora me cuesta bastante llegar a fin de mes, pero me levanto contento por las mañanas”.

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