33 veces en las que se ha anunciado la muerte de la novela en el último siglo
De Julio Verne a una cuenta en Twitter, todas las voces que lamentan que ya no se lee ficción como antes... desde hace más de cien años
A la novela se le ha intentado dar muerte con dagas doradas, ballestas de roble, saetas oxidadas, revólveres Colt 45, balas de plata y patas de cordero congeladas. O, lo que es lo mismo, con la llegada de la prensa de masas, del cine, de la televisión, del DVD, de internet, del libro electrónico y del teléfono móvil inteligente. Y aun así, la novela, por ser un macrogénero híbrido y eminentemente mutante, es como el muerto-vivo de la canción de Peret, que siempre reaparece dando palmas; parece resistirse y flota como un corcho que intentan ahogar una y otra vez (aunque habrá quien diga que los cadáveres también flotan).
Robert Clark Young escribió en su ensayo La muerte de la muerte de la novela que “como el Sueño Americano, la muerte de la novela debe ser anunciada por cada nueva generación”. Y así ha sido. Entonces, ¿por qué no plantear una cronología que repase más de 30 veces en los que algunos (la gran mayoría muy célebres) la dieron por aniquilada? He aquí las citas de tanta muerte anunciada.
1902. Julio Verne: “Las novelas serán suplantadas por los diarios… Los escritores de prensa han aprendido a colorear los acontecimientos cotidianos tan bien que su lectura entregará a la posteridad una imagen más veraz y vívida que la de la novela histórica o descriptiva”.
1925. José Ortega y Gasset, Ideas sobre la novela. "Casi todo está en ruinas… La pintura está en ruinas –sus vergüenzas son el cubismo–; las obras de Picasso parecen una casa demolida o una esquina del Rastro. La música está en ruinas –la obra de Stravinsky de estos últimos años ejemplifica el detritus musical (…) Un novelista, por ejemplo, que me dice que un personaje es melancólico me obliga a imaginar a una persona melancólica, pero debería mostrarme y descubrirme (con sus actos) que es melancólica sin decírmelo”.
1930. Walter Benjamin, en Crisis de la novela. “Uno puede hacer un viaje por el mar y surcarlo sin ninguna tierra a la vista, tan solo mar y cielo. El novelista hace esto. Él es el realmente el ser solitario. El pueblo descansa tras el trabajo diario; escucha, sueña y adquiere experiencias. El novelista se ha separado del pueblo”.
1946. Lionel Trilling. “Cada departamento de literatura parece estar padeciendo una crisis, un fallo de todos los órganos vitales que conduce inevitablemente a la muerte”.
1954. Harold Nicolson en The Observer. “Una minoría de hombres y mujeres privilegiados, aburridos por la monotonía, crearon la novela para escapar a un mundo más excitante o como propaganda religiosa, política o social. Los hechos son ahora tan extraños que hemos perdido no sólo la capacidad, sino también el deseo, de maravillarnos”.
1950. Norman Mailer. “Cualquiera que siga escribiendo novelas en 1950 es tonto”.
1957. José Ortega y Gasset, en The Hudson Review. “El mito es el punto de partida de toda poesía, incluida la realística”.
1958. Ludwig Marcuse. “La unidad del mundo, la sociedad y el individuo se ha roto. El universo se ha convertido en un multiuniverso. La Nueva Novela debe ser no tridimensional, sino multidimensional”.
1965. Frank Kermode en New York Review of Books. “El destino de la novela, considerada como género, es estar muriéndose permanentemente: y la principal razón para ello es que los novelistas y lectores más inteligentes son conscientes del vacío, el vacío del absurdo, que crece entre el mundo tal y como parece ser y el mundo propuesto en las novelas”.
1966. Louise D. Rubin en The Kenyon Review. “Pasado el tiempo los Novelistas Modernos estaban muertos. Había gente que escribía libros y que seguían insistiendo en que sus libros eran novelas y que, por tanto, ellos también eran Novelistas Modernos. 'Cielos, ¡No!', contestaron los llamados Críticos literarios”.
1969. Ronald Sukenick. “Es el efecto estático y paralizador de la tradición, al servicio de determinadas clases. El interés de algunos será mantenerla; el de otros, romperla”.
1977. Raymond Federman en American Quarterly. “Se nos ha dicho que la novela ha muerto, pero no porque no se escriban nuevas novelas, sino porque las buenas novelas no son leídas, tenidas en cuenta, aceptadas y publicadas por las llamadas editoriales comerciales. La novela no ha muerto, pero está siendo asesinada por los grandes editores”.
1978. Michael Krasney. “La novela judía no ha muerto realmente. Mientras existan judíos y novelas en América, existirá la novela judía. La muerte de la novela ha sido exagerada desde el Ulises (…) Lo que ha muerto es la literatura judía como lo conocíamos, se escribe sobre temas mainstream y no tanto sobre lo judío casi como subcultura”.
1980. Leslie A. Fielder. “Nuestros grandes novelistas, a pesar de ser especialistas en la indignidad y la violencia, en la soledad y el terror, tienden a evitar el retrato del encuentro apasionado de un hombre y una mujer, que el resto esperaríamos que estuviera en el centro de toda novela”.
1992. Robert Coover, en The New York Times. “De hecho, la proliferación de libros y otros medios de comunicación impresos, prevalentes en esta era deforestadora y gastadora de papel, debería ser un síntoma de su febril estado moribundo, la última boqueada inútil de una forma antaño vital antes de que muera para siempre, muerta como Dios (…) Lo que significa, por supuesto, que la novela, también, tal y como la conocemos, se acerca a su fin”.
1992. William Grimes en The New York Times. “La novela está viva y bien, pero sometida a rachas de depresión por su futuro”.
1996. Joseph Tabbi, en The Wilson Quarterly. “Lo que ha cambiado no es el libro en sí, sino el modo en el que los libros pueden ser leídos ahora. Más que hablar de la muerte del libro, sería más adecuado hablar de la muerte de las lecturas académicas que aíslan los textos del resto del ecosistema mediático”.
Abril de 1996. Jonathan Franzen, en Harper’s Magazine. “Cuánto menos importan ahora las novelas a la mayoría de los norteamericanos que cuando se publicó Trampa-22”.
1998. Eduardo Mendoza. “La novela de sofá ha muerto (…) Al menos en el primer mundo”.
2005. Naguib Mahfouz, en World Literature Today. “Una de las razones más importantes detrás del interés humano en la novela y nuestra vigorosa respuesta hacia éste, es que gratifica muchas necesidades fundamentales: la gente ansía nuevos campos de experiencia, aunque esos cuentos estén hechos del mismo material que sus vidas”.
2007. Caleb Crain. “Los americanos no sólo están perdiendo la voluntad de leer, sino también la habilidad para hacerlo (…) Muchos americanos prefieren aprender sobre el mundo, y también entretenerse, con la televisión y con otros medios en streaming, más que con la palabra impresa, y es cuestión de unas generaciones que abandonen viejos hábitos como los periódicos y las novelas”.
2008. Zadie Smith, en The New York Review of Books. “En tiempos saludables, exploraríamos muchos caminos englobando tanto a Jean Genet como a Graham Greene. Pero no vivimos tiempos saludables”.
2009. Mark Greif. “También muestra como la aparente traición de las preocupaciones humanistas por parte de los novelistas emergió de anteriores interacciones entre novelistas y críticos literarios demasiado suspicaces”.
2009. Philip Roth. “El libro no puede competir con la pantalla. Es algo que Kindle no va a cambiar. No pudo competir con la pantalla de cine. No pudo competir con la pantalla de televisión, y no puede competir con la pantalla del ordenador (…) La novela es un animal moribundo”.
2010. Lee Seigel, en New York Observer. “La narrativa de ficción se ha convertido en culturalmente irrelevante”.
2011. Evan Morrison, en The Guardian. “¿Se están extinguiendo los libros? Sí, absolutamente, en 25 años la revolución digital acabará con los libros de papel. Pero, aún más importante, los ebooks y la publicación online acabará con la idea del escritor como profesión”.
2011. Mark Bauerlein. “En cualquier caso; creo que es patente y verdadero que la novela ha perdido importancia social”.
2012. Javier Rodríguez Marcos, en EL PAÍS. “Algunos editores españoles cuentan ya un chiste, otro, oído a sus colegas neoyorquinos: en el futuro no se publicará a ningún escritor con menos de 5.000 amigos en Facebook. Citando a Juan Ramón Jiménez, el poeta Francisco Brines suele decir que la poesía no tiene público sino lectores. ¿En cuál de las dos pistas bailará en el futuro la anciana reina del mambo (la novela)?”.
2013. Sam Byers, en Salon. “Los novelistas están muy preocupados por la novela. Verás, la novela continúa muriéndose. Nadie pensó demasiado en ello cuando llegó; gozó de un breve reino como nuevo medio de entretenimiento, y luego ya empezó a desangrarse y a morir. Se volvió demasiado popular. Luego se volvió demasiado barata. Más tarde se vino un poco arriba, pero ya no sería nunca más lo suficientemente popular. Entonces se convirtió en elitista. Luego en popular de nuevo. Entonces el cine ocupó ese lugar. Luego la televisión ocupó el del cine y los dos ocuparon el de la novela. Luego la web apareció y ocupó el lugar popular del resto”.
2013. Agustín Fernández Mayo, en EL PAÍS. “Lo que está en crisis es un modelo de novela, pero no el género novela. Digo que está en crisis porque es cierto que la novela ha pasado de ser un arte hegemónico a una manifestación cultural sin la capacidad de transformar la sociedad en su conjunto”.
2013. Thomas Brewster, en The Quietus. “La novela parece aguantar, de un modo algo deprimente, encajonada en la jaula narrativa del siglo XIX, en ese modo de explicar historias, lineal, cronológico, con una estructura coherente y centrada en sus personajes, en su ascenso y caída”.
2014. Will Self. “¿Cómo creen que me siento después de haber dedicado toda mi vida adulta a una forma de arte sólo para verla ahora desangrarse mortalmente ante mis ojos? (…) La novela literaria como obra de arte y el arte de narrar como pieza central de nuestra cultura se está muriendo delante de nuestros ojos”.
Mayo de 2014: Se crear una cuenta en Twitter sobre la cuestión.
"Cuando los autores alcanzan la mediana edad, sienten que la última oportunidad para reafirmar su masculinidad es declarar, de un modo paternalista, que la novela ha muerto".
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