‘Gastroplañideras’ sin fronteras
Parece que cuando muere algún famoso, ya no bastan las loas exageradas. Ahora es 'trending topic' tratar de vampirizar la notoriedad de los difuntos
Un buen amigo me dice que hablo demasiado de cosas serias en esta columna, nacida bajo el signo de la ligereza, pero degenerada con el tiempo hacia cierta profundidad inapropiada. Quizá tenga razón, pero yo, que soy rebelde porque nadie me ha tratado con amor, me atrevo a tratar hoy el tema más espeso de todos los tiempos: la muerte.
¿Por qué nos viene éste a tocar el níspero con un asunto tan poco apetecible?, se preguntarán. Muy sencillo: Darío Barrio. El chef madrileño murió el viernes de la semana pasada a los 42 años en un accidente de esos que dan escalofríos cuando te enteras. Estaba participando en una exhibición de salto base en Jaén y chocó contra una ladera. Aparte de transmitir mis condolencias a la familia, poco tengo que decir sobre esta desgracia: apenas le conocía y siento tanta pena por su desaparición como por la de cualquier persona con talento de su edad. Lo que merece comentario es la reacción al suceso en las redes sociales, que alcanzó momentos cercanos al esperpento.
Muchas personas manifestaron su pesar por esa vía, obedeciendo a ese sentimiento tan humano llamado compasión. Ninguna pega. Los chefs que trataron a Barrio comentaron sus virtudes, cosa lógica porque en semejante momento tampoco te vas a poner a recordar su participación en ¡Splash! Algunos, eso sí, dejaron un tanto picuetos con sus arrebatos poéticos a parte de sus seguidores: Chicote, por ejemplo, incluyó en un par de tuits la frase “Vuela alto, amigo, vuela alto”, a lo que alguien contestó: “Hombre, volar, volar, lo que se dice volar...”.
A la vez, unas cuantas personas del mundillo culinario se transformaron en gastroplañideras. No sólo inundaron la Red con sus lágrimas online, sino que se pusieron a rescatar fotos, artículos, entradas de blogs o cualquier ítem que construyera un pasado común con Barrio. Todo valía con tal de demostrar que ellos le conocían más, le querían más y lo sentían más, en un ejercicio de autopromoción que a mí, de ser familiar del muerto, me habría repugnado hasta la arcada. Hubo individuos que hasta usaron etiquetas en los tuits sobre el cocinero para aumentar la difusión de los mismos, incapaces de distinguir una muestra de dolor de lo que publican habitualmente cada vez que una marca de chorizo les invita a un evento. Parece que cuando muere algún famoso, ya no bastan las loas exageradas, que en España están muy vistas: lo que ahora es trending topic es tratar de vampirizar la notoriedad de los difuntos.
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