Hacienda compromete a Clooney
Amal Alamuddin, novia del actor, se enfrenta a una multa de 100.000 euros en impuestos por el anillo de compromiso que no declaró al volver a Reino Unido
Lo último en lo que pensaba Amal Alamuddin cuando volvió a Londres después de celebrar en California su compromiso con George Clooney era en los inspectores de Hacienda. Al aterrizar en el aeropuerto de Heathrow el pasado 13 de mayo la abogada especializada en derechos humanos cruzó la aduana sin declarar el gigantesco anillo de compromiso con el que el actor le había pedido en matrimonio. Un error, según las leyes de Gran Bretaña, su país de residencia. Un descuido de varios miles de euros.
En las instantáneas que tomaron los paparazzi a su llegada a suelo británico, la letrada británica nacida en Beirut no parecía muy preocupada por este tipo de detalles. Sin embargo, como abogada probablemente debería haber sabido que todo ciudadano británico que aterrice procedente de cualquier país fuera de la Unión Europea ha de pagar un arancel aduanero de un 2,5% y el impuesto al valor agregado del 20% del valor de cualquier joya que supere los 480 euros. Según los cálculos de la prensa británica, la sortija de siete quilates que le regaló Clooney está valorada en aproximadamente medio millón de euros, por lo que el actor le debe a la Hacienda británica más de 100.000 euros.
El portavoz del intérprete no ha querido confirmar si Alamuddin efectuó el pago de los impuestos en el aeropuerto, se le olvidó o tenía pensado hacerlo más tarde. “No sé si la historia tiene validez y no tengo la menor intención de hablar sobre ello”, declaró el representante al Daily Mail.
Las autoridades de Reino Unido tienen amplia experiencia cazando a famosos que se saltan los aranceles. En el año 1998 Victoria Beckham tuvo que pagar una factura de 37.000 euros por el anillo que había comprado a su marido, el futbolista David Beckham, en Estados Unidos, aunque más tarde la cantidad le fue devuelta por una violación de los términos de confidencialidad. Cherie Blaire también tuvo sus más y sus menos con los oficiales de aduanas siendo todavía la primera dama. En 2003, cuando su marido Tony Blair aún ejercía como primer ministro británico, fue investigada al saberse que había traído de China perlas valoradas en miles de euros.
A la letrada británica de 36 años, que alcanzó notoriedad como asesora de Kofi Annan y como representante legal del fundador de Wikileaks Julian Assange, no le conviene meterse en líos con Hacienda. La futura esposa de Clooney está inmersa en la preparación de un polémico caso de alcance internacional, ya que se dispone a asumir la defensa de Abdulá al Senusi, exjefe del espionaje libio durante la dictadura de Muammar Gadafi, acusado de crímenes contra la humanidad junto a Saif al Islam, hijo del exmandatario.
La primera vez que se vio junta a la pareja fue en una cena en octubre. Y los rumores sobre su relación tomaron fuerza tras ser vistos en un safari en Tanzania, en las islas Seychelles y en una proyección del último filme de Clooney, Monuments men, en la Casa Blanca. Finalmente, el compromiso de una de las parejas sorpresa del año se confirmó a finales del mes de abril por el padre del actor, y al parecer ya tienen fecha para la boda en septiembre.
La prestigiosa abogada, que habla inglés, francés y árabe y estudió dos licenciaturas —en Oxford y la New York University—, tiene poco que ver con las antiguas parejas del carismático Clooney. El actor, de 53 años recién cumplidos el pasado 6 de mayo, está divorciado desde hace dos décadas de su primera y única esposa, y hasta ahora solía salir una media de dos años con jóvenes starlets con currículos mucho menos completos e interesantes que el de Alamuddin. Es más, Clooney solía hacer bandera de su soltería, algo por lo que ahora deberá pagar 100.000 dólares a la actriz Michelle Pfeiffer, con quien apostó que nunca más volvería a pasar por el altar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.