"La comunidad gay puede llegar a ser muy conservadora"
Boy George saca disco tras 20 años. Los seis últimos, sobrio. Lo celebró amenizando una fiesta de vodka Belvedere con sus modales victorianos
Firmó dos himnos pop que resulta anatómicamente imposible no tararear tras oír su estribillo (Karma chameleon y Do you really want to hurt me). Pasó de moda. Se dio a las drogas y al house. Fue condenado por encadenar a un modelo noruego en su apartamento londinense. Se desenganchó y adelgazó 20 kilos. Por fin, a sus 52 años, Boy George puede decir que ha conseguido sobrevivir a los ochenta, al éxito y a sí mismo. Y para demostrarlo, el pasado mes de marzo lanzó This is what I do (Esto es lo que hago), su primer trabajo como compositor en dos décadas. Un tiempo que ha pasado refugiado en una cabina de dj. “Fue una bendición. Me mantuvo alejado de la nostalgia. Por eso ahora tengo tan buena relación con el pasado”, explica minutos antes de pinchar en una fiesta organizada por la marca de vodka Belvedere en Madrid.
Con su latigante acento británico, sus perfectos modales y los ojos mejor maquillados de la sala, parece impensable que el exlíder de Culture Club recurriese alguna vez a un excitante distinto al té Earl Grey. “Hay gente que puede tomar drogas y dejarlas cuando quiera. Yo no soy ese tipo de persona. Y lo peor es que cuando era un drogadicto me sentía muy miserable. Ahora que mi cerebro funciona de nuevo, pienso: ‘¿En serio me comportaba así en público?’. Llevo seis años sobrio y me he dado cuenta de que si no estás limpio no puedes ser un verdadero artista”. ¿Eso significa que antes no lo era? “Convertirse en un verdadero artista lleva tiempo, es como el verdadero amor. No es cosa de una noche”, sentencia. Y pone como ejemplo a Yoko Ono, a la que cita incluso en su nuevo trabajo. “Mucha gente dice que solo sabe gritar, pero no es verdad. Cuando grabó Rising [1996] tenía setenta años y es un disco tan punk rock, tan cool… Y lo hace porque le da la gana. No necesita el dinero. Es admirable”. Entre sus musas también cita a Joan Collins, Patti Smith y Madonna. “Sí, ya sé que en el pasado la he criticado mucho [insistió varias veces en la necesidad de que la reina del pop se retirara]. Pero ahora, que soy un hombre mayor, valoro que siempre haya sido una chica tenaz y centrada. Nunca ha sido una drogadicta. No se ha perdido en el mundo de la celebridad”, argumenta.
La comunidad gay puede ser muy conservadora. Es dura si no encajas. Quiero pensar que hablo en nombre de los 'outsiders"
Él sí lo hizo. Desde que publicase el single Do you really want to hurt me en 1982, George O’Dowd (su nombre real) ha trascendido la categoría de famoso para convertirse también en icono. “De pequeño me sentía distinto a todos los demás. Hay mucha que sigue sintiéndose así, incluso entre la comunidad gay. Puede llegar a ser muy conservadora en un sentido no político, sino de estandarización. Y si no encajas, es duro. Me gusta pensar que hablo en nombre de los outsiders”, reflexiona.
Esta defensa de la individualidad en todas sus vertientes, incluida la que cuelga de las perchas, le convirtió en un referente estético durante los ochenta. Pero el hombre que puso de moda las rastas con plumas y los bombachos de arlequín odia ir de tiendas. “Me resulta intimidante. Te miran como si fueses una mierda y cuando ven que puedes permitirte la ropa empiezan a sonreírte”. Por eso, en esta etapa de su vida prefiere dejar su indumentaria en manos de estilistas. Tampoco confía ya en su propio pulso para trazar la raya del ojo que le acompaña desde los 20 años. “Estaba en Tailandia, llegaba tarde, hacía un calor de mil demonios y me maquillé corriendo. Cuando me vi en un espejo parecía que me hubiesen mordido. Dije: ‘Nunca más”, se ríe. La vanidad forma parte del pack de estrella, pero George no teme mostrar su cara menos amable, tanto literal como figuradamente. En 2012, por ejemplo, colgó en su Twitter una foto en la que aparece con un ojo morado tras ser atacado por una mujer a la salida de un bar. También reconoce que cuando pincha deja salir a la diva que lleva dentro. “A veces, me piden a Rihanna. ¡Soy un dj de house, por Dios! Y el clásico: que alguien en mitad de la sala grite ‘Karma chameleon’. Me apetece responderle: ‘¡Que te jodan!”.
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