Política para el auditorio
En estos nuevos tiempos llenos de polémicas y debates, la política emerge en la vida cotidiana de las personas para buscarse algún lugar que ocupar tanto dentro del círculo familiar como en el ámbito profesional. ¿Quién no ha discutido nunca de las reformas presentadas por el Gobierno durante la cena o en la pausa del café con sus compañeros? Opinamos y reaccionamos constantemente a estos temas y hasta proponemos en nuestras conversaciones posibles remedios a algunas situaciones. Respondemos a la información recibida por la prensa, por la televisión o por cualquier otro medio de comunicación y atendiendo a la ecuación comentamos lo que hemos captado.
Pero hay que darse cuenta de un elemento muy importante: nuestra pasividad. Mientras los políticos gozan de un papel activo, lo único que se nos otorga a nosotros es la capacidad de prestar oídos a aquellos que tendrían que ser nuestros representantes. Representantes que comparecen únicamente a la hora de presentarse ante nosotros. Se organizan estratégicamente para convencernos de que con ellos nuestros problemas desaparecerán rápidamente y, lo reconozco, para esto son muy buenos.
Utilizan la demagogia y los discursos populistas como un arma invencible a la que no podemos resistirnos y una vez que obtienen aquello para lo que tanto se han molestado, se abre el telón. ¿Y nosotros? El auditorio.— Soufiane Mellak.
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