Abdoulaye Wade, el retorno
Abdoulaye Wade, ex presidente de Senegal durante 12 años (2000-2012).
Abdoulaye Wade está de vuelta. Y lo hace a su estilo. El casi nonagenario ex presidente de Senegal, derrotado en las urnas hace dos años y autoexiliado en Francia desde entonces, ha escogido con precisión de relojero suizo el momento y la manera de volver a su país, un regreso tan esperado por sus seguidores como temido por quienes hoy gobiernan este país africano. El Viejo o Gorgui, como le conocen muchos senegaleses popularmente, ha sabido crear la expectación necesaria y ha montado toda una operación de propaganda con el ánimo de caldear el ambiente. ¿Pero por qué ahora? Pues para ayudar a su hijo Karim, encarcelado desde hace más de un año en la prisión de Rebeuss acusado de enriquecimiento ilícito, cuyo juicio está previsto que comience en dos meses. ¿Cómo pretende hacerlo? Metiendo presión. Lo dijo él mismo en una entrevista concedida a RFI horas antes de partir: “Este es un proceso político y los procesos políticos no se ganan en los tribunales, se ganan en la opinión pública”. Más claro imposible. Pero no todo es por Karim, también viene a hacer política.
Este miércoles, la sede del Partido Democrático Senegalés (PDS) en Dakar era un hervidero de gente con pancartas y camisetas con el rostro de Wade. El gran líder volvía después de 22 meses. Todo estaba previsto. El prefecto de Dakar, Alioune Badara Diop, había decidido prohibir el mitin anunciado en la plaza del Obelisco para recibir al ex presidente, asegurando que había riesgo de ocupación de la calle y de interrupción de la libre circulación de personas, así que los liberales habían decidido darle un recibimiento por todo lo alto en la sede del partido. “Este es un edificio privado, aquí no podrán prohibirlo”, aseguraban desde el PDS. Las principales arterias de la capital senegalesa, como la Cornisa Oeste, la carretera del Aeropuerto o la de Ouakam, se habían poblado de la noche a la mañana de policías con material antidisturbios. La tensión se podía palpar en el ambiente.
Abdoulaye Wade junto a su hijo Karim. Eran otros tiempos. / Foto: AFP
El jet privado que transportaba a Wade desde París hasta Senegal despegó a la hora prevista e hizo escala en Marruecos, país con el que la familia Wade mantiene una excelente relación. Sin embargo, el miércoles al mediodía saltaba la noticia. El ex presidente estaba bloqueado en el Aeropuerto de Casablanca porque su avión no tenía permiso para aterrizar en Dakar. Desde el PDS se denunciaba un intento por parte de las autoridades senegalesas de impedir que Wade llegara a la hora prevista. Sin embargo, desde el Gobierno se informaba que el avión no tenía autorización porque Wade había decidido subir al mismo a nuevos acompañantes, lo que obligó a cambiar la documentación del vuelo y solicitar nuevos permisos, tal y como establece la legislación internacional. Souleyman Jules Diop, portavoz del presidente senegalés Macky Sall, y el portavoz del Gobierno Abdou Latif Coulibaly iban incluso más allá y aseguraban que “Wade está intentando aparecer como la víctima”.
La noticia cayó como un jarro de agua fría en la sede del PDS, donde se concentraba el grueso de los militantes venidos desde todo el país para recibir al líder. Pasadas unas horas, el partido hacía público un comunicado en el que anunciaba que finalmente Gorgui llegaría a Senegal este viernes, es decir, 48 horas después de lo previsto. Mientras desde el sector liberal se habla de intransigencia y un intento de “arruinar la fiesta” por parte del entorno del presidente, el Gobierno, por su parte, se defiende asegurando que todos deben cumplir las leyes, “incluso cuando es Macky Sall quien vuela está obligado a informar de sus planes de vuelo”. Parece difícil que Wade, un veterano abogado y un viejo zorro de la política, no haya sabido manejar esta situación para conseguir su objetivo, que no es otro que hacerse notar e iniciar una estrategia de presión desde la calle contra el Ejecutivo senegalés y, en concreto, para intentar forzar la liberación de su hijo, Karim Wade.
Manifestación ante la prisión de Rebeuss pidiendo la liberación de Karim Wade. Foto: / AFP
A las pocas semanas de perder las elecciones presidenciales en marzo de 2012, el Viejo hizo las maletas. Para ese entonces, las nuevas autoridades ya habían prohibido salir del país a una veintena de altos responsables de sus gobiernos en el marco de una gran investigación por enriquecimiento ilícito y corrupción. Entre ellos destacaba la presencia del propio Karim Wade, que llegó a detentar al mismo tiempo las carteras de Energía, Cooperación Internacional, Ordenación del Territorio, Transportes Aéreos e Infraestructuras con su padre como presidente, lo que le valió el sobrenombre de “superministro del Cielo y de la Tierra”. Todo ello hizo que el entorno de Wade le recomendara salir del país, antes de que la cosa se pusiera más fea.
En una entrevista concedida a RFI horas antes de salir de París, Wade aseguraba que “al día siguiente de mi derrota ofrecí mi ayuda a Macky Sall porque por mi experiencia y mis relaciones en el exterior podía serle útil. Pero en lugar de eso escogió luchar contra mí y contra mis ex colaboradores poniendo en marcha una operación por supuestos casos de corrupción (…) así que decidí permanecer fuera del país para no estorbarle en su investigación, sobre todo teniendo en cuenta que mi hijo estaba entre los supuestos responsables de esa malversación de fondos”. Así que Wade se instaló con su esposa en una coqueta casita situada en Versalles, a las afueras de París, desde donde seguía llevando las riendas del PDS en su calidad de secretario general del partido sin perder de vista ni un segundo la actualidad de su país.
Viviane Vert y su marido Abdoulaye Wade, durante la última campaña. / Foto: AFP
Pasados unos meses, la investigación sobre Karim desemboca en su ingreso en prisión. La noticia cayó como una bomba en la plácida vida versallesca de los Wade. Sin embargo, el Viejo siguió allí, no montó el gran escándalo, se mantuvo discreto y sereno. Ni siquiera quiso venir a Dakar a visitar su hijo, solo su mujer lo ha hecho, pero ya para entonces empezó a preparar milimétricamente su regreso. Sentía que tenía que volver. Primero por Karim, de quien asegura que “el 80 por ciento de aquello que se le acusaba se ha demostrado ya ser falso y el 20 por ciento restante lo iremos desmontando durante el juicio”, pero también por su partido. Su idea es federar a todos los liberales, incluidos Idrissa Seck y el actual presidente que lo derrocó, Macky Sall, ambos ex primeros ministros suyos, para hacer un frente común contra “la izquierda marxista” con la intención de “devolver al liberalismo al poder para los próximos cincuenta años”. Ahí es nada.
Y claro, su presencia incomoda a los actuales dirigentes, que son conscientes de su capacidad de convocatoria. El primero de ellos, Macky Sall, que acaba de cumplir dos años en el poder. La prohibición de la manifestación del Obelisco es una señal de esa incomodidad, quizás un paso en falso desde el poder que puede contribuir a generar aún más rechazo y tensión. Aunque no pretende ser candidato ni ocupar la primera línea visible de la política, Wade se percibe como una auténtica amenaza. Llega a tres meses de las elecciones municipales con el aura del viejo patriarca que aspira a reordenar las cosas en el PDS, que a pesar de sufrir múltiples divisiones internas mantiene intacta su capacidad de movilización como uno de los partidos políticos mejor implantados en Senegal, e incluso ir más allá, atrayendo hacia su proyecto liberal a aquellos que, como Idrissa Seck o Pape Diop, se alejaron de él en los últimos años pero le siguen cortejando de manera más o menos visible.
No parece que ahora vaya a haber nuevo aplazamiento. El avión procedente de Casablanca con Abdoulaye Wade a bordo está previsto para las dos de la tarde de este viernes, que es día de oración. Parece increíble que el regreso de un ex presidente sea capaz de llamar tanto la atención, de galvanizar a un país entero. Pero así es. Las fuerzas de seguridad están en alerta ante posibles excesos de júbilo callejero. Después de casi dos años, Wade y sus 87 años están de regreso. "No pienso en la edad, en África somos como los baobabs, estamos ahí y llegamos hasta ese día que caemos", ha dicho. Sus maletas y pertenencias también están de camino. Viene para quedarse. No pasará desapercibido.
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