_
_
_
_

"Ir a bares fue divertido mientras duró"

El actor Nacho Novo se adentra en el mundo de un barman con la obra de microteatro 'Confesiones de un bartender'

Carmen Mañana
Nacho Novo ya no va a bares; los bares van a él
Nacho Novo ya no va a bares; los bares van a él

En cuestión de bares, Nancho Novo (A Coruña, 1958) es mucho mejor cliente que propietario. Asegura que lo ha “salido todo”, pero cuando hace unos años montó un mesón gallego la historia terminó en números rojos. Este pequeño tropezón no invalida la realidad: el actor es un experto en la materia. Y ahora ha decidido volcar parte de este conocimiento en Confesiones de un bartender, una pieza de microteatro que se inscribe dentro de la iniciativa Tanqueray Stage. Este proyecto, patrocinado por la marca de ginebra británica, busca sacar el teatro de sus circuitos tradicionales y se inaugura el 22 de mayo –en un lugar aún por determinar- con la obra de 15 minutos escrita y dirigida por Novo.

El bartender –Eloy Azorín– se enfrenta, a lo largo de una noche, a unos broncas, a los municipales y a su novia. “Todos los que haya tenido un local se sentirán identificados con la escena de los policías, que le piden todos los permisos posibles y como los tiene, le terminan multando porque se pone a cantar y supera los decibelios permitidos”, cuenta Novo. El protagonista de El Cavernícola aún recuerda la primera vez que puso un píe en un bar; el Metáfora. Era 1975 y tenía 17 años. “Siempre me gusto el rock y la música negra. Y, de repente, entrar ahí, sentarte en una esquina con tu cerveza a escuchar música… Fue increíble. No llegué a intuir que mi relación de amor iba a llegar a ser tan intensa como la que fue”. En pasado. Porque Novo se ha retirado de las barras. Le da pereza. “Fue divertido mientras duró”. Y duró mucho. Aunque también hubo alguna noche aciaga.

“La peor fue un fin de año que entré con un pedo bastante importante en un after de la calle Hortaleza de Madrid a las seis de la mañana y no recuerdo nada más hasta las doce en que me echaron de una hostia y es la única vez en mi vida que tengo una laguna en la que no sé qué hice”, relata.

La historia bien podría ser el punto de partida de una película de Michael Winterbottom o de un capítulo de Black mirror. Por el momento no entra dentro del guion de Confesiones de un bartender, que retrata la vida del camarero “casi en clave de cómic” y en versión jibarizada, teatralmente hablando. Novo, a diferencia de muchos de sus colegas de tablas, defiende fervientemente este formato e iniciativas como Microteatro por dinero. “El teatro crea entre la gente joven una especie de rechazo visceral. Como el niño que dice que no le gustan las lentejas sin haberlas probado. Es este lastre que nos queda del colegio: ‘¡Uy! Me llevaron a ver La vida es sueño cuando era pequeño y me aburrí muchísimo’. A la gente hoy en día le va el consumo rápido. Y el microteatro te ofrece cinco obras en una sala. Que te ha gustado una, genial, repites. Que no, pues han sido 15 minutos de tu vida, que tampoco es una gran pérdida. Y entre obra y obra te tomas una cañita en el bar”. Sin hablar del precio de esta oferta de ocio: cuatro euros. “Tengo muchos compañeros que piensan que el microteatro está acabando con el hecho teatral de toda la vida. Pero no es verdad, pueden convivir perfectamente, yo lo hago”.

Tengo muchos compañeros que piensan que el microteatro está acabando con el hecho teatral. Pero no es verdad,  ambos formatos pueden convivir"

El actor lleva ocho años interpretando El Cavernícola, la obra de monólogos que más tiempo ha permanecido en cartel en Broadway y que se exportado ya a 32 países. “El otro día me encontré con Lola Herrera y me dijo que ni de lejos había hechos tantas representaciones de Cinco horas con Mario como yo del Cavernícola”, presume. Por si no fuera suficiente con pasar en su piel dos horas diarias, Novo publica el 27 de mayo Cibercavernícola (Editorial Temas de hoy), un libro que reflexiona sobre las relaciones entre hombres y mujeres en la sociedad contemporánea y que Novo escribió “como una suerte de legado” para su hijo de dos meses.

La editoral le ofreció este proyecto, de la misma forma que Tanqueray Stage le propuso que escribiera una obra sobre un barman. “Me parece perfecto que las marcas se acerquen a la cultura ya que el apoyo institucional escasea bastante. Siempre he defendido que el arte debe financiarse a partir de iniciativas privadas”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_