_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Desalmados

Todos ellos tienen nombres y apellidos, y ninguno ha pedido perdón, sobre todo a las víctimas

Jorge M. Reverte

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

No es cierto que se haya tardado 10 años en saber la verdad sobre los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. La verdad más importante de aquello se conoció enseguida. Nadie con la menor dosis de decencia e información dudó a las 24 horas de que se tratara de un ataque del islamismo radical contra la ciudadanía.

Luego, un grupo de periodistas escogidos entre la basura, al servicio de políticos rencorosos y sin ningún escrúpulo, se dedicó a sembrar sospechas que sumieron al país en la confusión y, sobre todo, aseguraron a las víctimas un eterno calvario de ajuste de cuentas con la realidad.

Los testimonios de Baltasar Garzón o Javier Gómez Bermúdez; de numerosos responsables policiales; y, ahora, de un gran investigador, Fernando Reinares, que ha escrito un soberbio libro, ¡Matadlos! (Galaxia Gutenberg, 2014), han despejado las dudas, pero también los detalles de la conspiración yihadista, y de paso, por eliminación, la gran manipulación de los que quisieron aprovechar de manera repugnante la matanza para deslegitimar al rival político.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Todos ellos tienen nombres y apellidos, y ninguno ha pedido perdón, sobre todo a las víctimas. Se llaman Federico Jiménez Losantos, Pedro J. Ramírez, Eduardo Zaplana, Ángel Acebes y más. Algunos callan ahora, otros siguen piando.

María Dolores de Cospedal e Ignacio González, por ejemplo, que ya reconocen que hay una sentencia seria después de un juicio serio. Pero siguen dejando en el aire que pueden aparecer nuevos datos, a los que se mostrarían receptivos, claro.

En cierto modo, yo entiendo su postura.

Es normal. Yo no tengo ninguna información de que Cospedal, González o Rouco Varela, que se ha apuntado al carro, estén implicados en casos de trata de blancas.

Pues lo mismo. A ver si aparecen datos.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_