Votar con la cabeza

“Quien de joven no es de izquierdas no tiene corazón. Quien de mayor no es de derechas no tiene cabeza”. ¿De verdad? A punto estoy de pasar la frontera de los 40 años y confieso que el 20 de noviembre de 2011 voté al Partido Popular porque, en teoría, lo hice con la cabeza. O eso pensaba tras dos legislaturas padeciendo un Gobierno incompetente y un presidente inoperante.

Voté al PP porque a pesar de no convencerme el carisma de Rajoy —el carisma no tiene nada que ver con ser un buen gestor—, su programa electoral me hacía pensar que quizá podríamos salir de la crisis en un plazo no demasiado largo. Mentira. Y ahí está el meollo: una mayoría absoluta lograda con una mentira absoluta. El presidente prometió bajar los impuestos, echar un cable a los pequeños empresarios, combatir el paro, estimular la economía, luchar por la siempre maltratada clase media. Desde el minuto uno se dedicaron, él y los suyos, a hacer todo lo contrario. Nos machacan a impuestos, mientras conceden amnistías fiscales a los grandes defraudadores de España. Inyectan millones de líquido a los bancos para tapar todos sus pufos sin que fluya el crédito a los que verdaderamente necesitan de dinero. Se reparten el CGPJ con la oposición como si fuera una tarta de chocolate, mientras los casos de corrupción política no dejan de aflorar, y con ninguno de ellos se hace justicia. Rubrican una reforma laboral que no ha hecho otra cosa que destruir puestos de trabajo. La Administración sigue engordando, la sanidad pública adelgaza al igual que la educación. En esta situación ignoro si mis hijos podrán estudiar una carrera universitaria o si, una vez que me jubile, cobraré una pensión digna, a pesar del expolio que sufre mi nómina todos los meses.

Insultan nuestra inteligencia cuando hablan de que se está iniciando la recuperación —su último congreso ha sido un autobombo inmoral—, o cuando algún banquero habla de que España es la tierra de las oportunidades mientras expulsan de sus hogares a la gente. Sirvan estas líneas para dejar claro que jamás volveré a votar con la cabeza.— César Ruiz Yunta.