Ave, mecenas
En Italia los magnates de la moda no solo fabrican zapatos. También restauran monumentos. Diego Della Valle, el ‘capo’ de Tod’s, ha abierto la veda con el Coliseo
Roma, 4 de diciembre. Esquivando los puestos de recuerdos, turistas chinos y españoles se hacen selfies ante un Coliseo que, por desgracia, no dará la talla cuando tenga que enfrentarse a las playas caribeñas, los hoteles balineses y otras impolutas estampas vacacionales con las que compartirá Instagram. Parece sucio, su estado se adivina precario y está parcialmente cubierto de andamios. Nadie diría que han pasado tres años desde que Diego Della Valle atendiera la llamada de Gianni Alemanno, por entonces alcalde de Roma, para colaborar en las obras de restauración de una joya arqueológica que empezaba a acusar sus 2.000 años de historia y seis millones de visitantes anuales (la inacción de los sucesivos Gobiernos, sumada a las turbulencias internas y la falta de fondos para su mantenimiento, hicieron el resto). El empresario tardó tres horas en darle una respuesta: “Le dije que lo queríamos hacer solos, como grupo. Ser los únicos patrocinadores y sin pedir nada a cambio. Tod’s es un grupo italiano, Della Valle es un apellido italiano, y queremos devolverle algo a nuestro país en un momento en que lo necesita”. Este magnate de 60 años se divide entre su papel como presidente de Tod’s, el grupo de lujo que fundó hace 35 años, y su nuevo rol de principal benefactor del patrimonio monumental italiano. Tod’s colabora desde hace años con instituciones artísticas de Milán (el centro PAC, Villa Necchi o el teatro de La Scala), pero el proyecto del Coliseo, valorado en 25 millones de euros, es imponente incluso para sus estándares. Esa misma tarde de diciembre, ICON se sienta con él en un aparte de la Asociación de la Prensa Extranjera de Roma, donde el empresario y el ministro de Cultura y Turismo italiano, Massimo Bray, han anunciado, por fin, el comienzo de las obras.
La recuperación económica es prioritaria. Basta de capillitas y eslóganes de caja de galletas
El camino no ha sido precisamente agradable. Alemanno aceptó la propuesta de Della Valle, pero el proyecto se enredó en las denuncias de quienes recelaban de que una iniciativa de tal envergadura fuera confiada a una empresa privada, principalmente la asociación de consumidores Codacons. Protestaban que la subasta del proyecto no había sido limpia y que, si seguía adelante, se permitiría a la marca ganadora hacer un uso comercial del monumento (por lo visto Ryanair, una de las aspirantes, pretendía cubrirlo con lona azul y amarilla). Finalmente, los Tribunales dieron luz verde. Della Valle, que siempre negó los ataques, llama a sus detractores “profesionales de la palabra: esa gente que habla de cultura, de Pompeya, del Coliseo, pero no hace nada. Tuvimos problemas con la política de nivel medio en Italia, que intentó destruir el proyecto, pero lo importante es que ya está en marcha y, si todo va bien, estará terminado en 2016”. Y apostilla: “Es importante ser respetuosos, pero sobre todo es el momento de pasar a la acción”. Antes de todo esto, el magnate ya era conocido por su manera de despacharse con la clase política italiana. Fue partidario de Berlusconi en los comienzos, pero se volvió en contra cuando la economía siguió empeorando bajo su mandato. Hoy apoya al Gobierno de Enrico Letta (“es un buen hombre, un hombre serio”) y, aunque se niega a hablar sobre la caída de il cavaliere, ataca la incapacidad de la política para solucionar los males del país. “La recuperación es prioritaria. Basta de capillitas y de eslóganes de caja de galletas”, exclama. No todo es negativo, aunque las cosas estén mal. Su proyecto del Coliseo ha tardado tres años en cristalizar, pero en ese tiempo otros se han lanzado a la recuperación de un patrimonio cuyo mantenimiento, hoy, el país sufraga a duras penas.
–¿Qué piensa de que otros empresarios de la moda hayan seguido su ejemplo? Renzo Rosso y el puente Rialto de Venecia, Fendi y la Fontana di Trevi…
–Me parece muy bien. Todo está a punto para que sigan el ejemplo muchos otros, pero es importante que el ministerio cree una estructura para guiar este proceso. Una lista de cuántos monumentos hay, qué es lo que se tiene que hacer, el coste… La gente está preparada, pero nadie le pregunta.
–Dijeron que la restauración les daba derecho a poner su logo en las entradas.
–No, no, no. El ticket solo lo hemos utilizado para apoyar nuestros proyectos benéficos: Save the Children, Unicef…
–¿La financiación privada de bienes públicos es algo extraordinario que se corresponde con la situación de crisis o está aquí para quedarse?
–Lo privado siempre es importante. Y cuando hay crisis, más. Tenemos que iniciar un proceso a largo plazo. Necesitamos apoyar a nuestro país, y quienes tienen más posibilidades deben hacer más.
–Entonces no hay que confiar que en el futuro los Gobiernos vayan a encargarse de ello.
–Tenemos que creer en nuestro país. Como dije antes, ahora el Gobierno tiene que dar una respuesta sobre lo que queremos hacer, y cuándo, y si no, irse.
Nacido para triunfar
Si tienen la sensación de que Della Valle habla como un político es porque habla como un político, solo que con más autoridad y mucho mejor vestido. No es extraño en un país que admira a los emprendedores más que a los gobernantes y a los magnates de la moda antes que a todos los demás. Pero no por ello su poder resulta menos reseñable. Diego es uno de los dos hijos de Dorino, un zapatero de la región de Le Marche, al noreste de Italia, que fabricaba calzado de calidad para firmas internacionales. En 1978, junto a su hermano Andrea, se le ocurrió fundar una marca propia. Desarrollaron unos mocasines flexibles con suela de tacos de goma, inspirados en los zapatos de conducir que solía llevar su admirado Gianni Agnelli, y poco después, con el producto listo, cambiaron el nombre de la firma; de Della Valle pasó a Tod’s, un apellido con sonoridad anglosajona que invocaba el estilo de su otro ídolo, John Fitzgerald Kennedy.
Tres décadas después, los gommini –así se llama el mocasín– son los cimientos de un grupo global que facturó ventas por valor de 963 millones de euros en 2012 y engloba varias casas de moda y accesorios (Schiaparelli, Fay, Hogan y Roger Vivier). La familia Della Valle se ha alineado con los grandes apellidos de la industria textil italiana (Prada, Zegna, Marzotto) y su patriarca es el vigésimo hombre más rico de Italia, según la lista Forbes. Viaja en jet entre Le Marche y sus villas de Capri y Miami; viste trajes de Caraceni, el sastre de Agnelli y Onassis; posee un equipo de fútbol, el Fiorentina, se sienta en los consejos de administración de LVMH, Ferrari o el grupo editorial RCS, y es un peso pesado de las dos asociaciones de la moda, el diseño y la gastronomía italianas: Cameramoda y Altagamma.
La buena vida
El auge del lujo le ha permitido erigirse como guardián de las esencias del Viejo Mundo. Se ha puesto a la vanguardia de la responsabilidad social corporativa, de la preservación de la mano de obra artesana... Y además, es oficial. En diciembre, la Comisión Europea anunciaba su apoyo a esta industria por sustentar un crecimiento basado en valores europeos. Diego Della Valle ha hecho mucho por fomentar esa percepción con su particular cruzada, que el made in Italy deje de ser un diminuto letrero en el forro de su cartera para convertirse en una irresistible marca asociada a productos y turismo de calidad. “El made in Italy es como un buen test, algo que se siente tanto en un bolso de cocodrilo perfectamente cosido como en un buen plato de pasta”, sentencia, y razona: “Todo el mundo quiere comer en nuestra casa, ver nuestros monumentos... Italia vive y debe vivir del turismo. Pero no como una banalidad, sino como nuestro futuro industrial. Hace treinta años eran los coches o el acero, ahora es la pasta y el aceite”.
Esta reflexión llega justo en el momento en que la venta de activos históricos italianos (grandes hoteles, marcas de moda) a inversores asiáticos ha hecho saltar algunas alarmas. Carlo Calenda, viceministro para el Desarrollo Económico, ha llegado a decir que “la moda italiana está siendo atacada”. Pero aquí Della Valle se encoge de hombros. “Cuando una persona compra una empresa hay otra que quiere venderla. Hay que tener un punto de vista internacional. Es preferible que una compañía se quede en Italia, pero si no es posible lo más importante es que su futuro esté garantizado”.
Solo queda una duda: el mercado del lujo se está haciendo cada vez más caro y sofisticado, en respuesta a unos países emergentes cada vez más ricos, pero Occidente se ha empobrecido. ¿Hay peligro de que se pierda la cercanía con la clientela europea? “El grupo Tod’s habla un lenguaje global, idéntico para todo el mundo”, zanja. Una lengua que se sirve de imágenes: fotos de artesanos que cosen las costuras de un bolso, instantáneas de la dolce vita de los cincuenta... O, por qué no, del mismísimo Coliseo.
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