Mirar escaparates
Últimas semanas del año. Salimos a la calle, sí, a mirar escaparates, regalos inútiles de última hora. Pero su barrio, a pesar de la pantomima de luces y celofán, sigue tal y como lo dejamos antes de enchufar el árbol. Solo hay que abrir los ojos y observar pero estos días, más que nunca, nadie quiere ver miseria. Reencuentros, balances, y cómo no, la crisis. El quinto beatleal que hemos invitado a cenar estas últimas Nochebuenas. Y la pregunta que más ha flotado en el aire, entre peladillas y langostinos ¿por qué no salimos a la calle, a protestar?
La desconexión entre Gobierno y ciudadanía es abismal, por eso no salimos a la calle. Creemos que lo que ocurre en el Congreso es inamovible y nos es ajeno. Nada más lejos. Nos roban; la salud, la cultura, el acceso al trabajo. La dignidad. Hemos confundido mayoría absoluta, con absolutismo.
Percibo cierto hedor a rendición, y no podernos permitir que nos quiten aquello que generaciones enteras nos han legado, la democracia. Somos albaceas de nuestro propio futuro. Si hubo errores, corrijámoslos, si no, miremos hacia delante. O cumplamos, como mínimo, las leyes de la naturaleza: ante una acción, su reacción correspondiente.— Ana Ramos-González.
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