Disparates en la ley del aborto
El ministro Gallardón, queriendo satisfacer las exigencias eclesiásticas del gusto de la derecha radical, ha parido una ley cargada de culpa y desigualdad: culpabiliza las relaciones sexuales consentidas de la mujer al establecer la violación como supuesto autorizado de aborto. Culpabiliza al médico y personal sanitario por la realización del aborto, pero no a la mujer, a la que exonera de sanción alguna, lo que resulta una incongruencia jurídica descomunal.
De otro lado, al autorizar el aborto en caso de violación, pero no cuando el feto tenga malformaciones físicas o psíquicas, está negando la condición de “persona con derecho a vivir” del nasciturus fruto del brutal delito contra la libertad sexual de la mujer, a la que sí impone la carga de un hijo discapacitado sin responsabilizarse ni garantizar atención alguna al dependiente, como se ha venido demostrando con el incumplimiento sistemático de este Gobierno de la Ley de Dependencia.
Estas condiciones, con carácter de disparates, por evitarles una más grave calificación, están pidiendo a gritos colocar la ley ante el Tribunal Constitucional para su derogación.— Francisco Javier Colomer Paya. Valencia.
Es inconcebible que en pleno siglo XXI tengamos que volver a planteamientos del siglo pasado. Aquellas mujeres que hemos vivido los últimos 50 años sabemos lo que es el miedo y la represión. Miedo a salir sola, miedo a tener relaciones, miedo a quedarte embarazada y que ello destroce tu vida y la de tu hijo. No exagero, un hijo puede ser la felicidad más grande que se puede sentir, pero puede suponer también, un auténtico drama, un drama cuando no tienes casa para él, cuando no tienes comida, no tienes trabajo, cuando sabes que no va a tener posibilidades en esta sociedad. ¿En qué difiere esta agresión a la que nos somete el Gobierno a aquella otra que se produce en el ámbito familiar más íntimo y que está matando a las mujeres? ¿Qué clase de ejemplo da el Gobierno?
Ya ha sido y está siendo muy difícil para las mujeres en muchos ámbitos, laboral, familiar, social y económico. Ahora nos añade otro más, la natalidad, vivida como algo impuesto y no deseado. Dentro de un tiempo quizás se atrevan a decirnos cuántos y cuándo hay que tener los hijos. No es ciencia ficción, es el resultado de un Gobierno corrupto que cree que puede dirigir no solo la vida de este país sino las vidas individuales de cada una de nosotras.— Neus Carmona Camoira. Barcelona.
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