“Hijas del Nilo, la circuncisión es una tradición prohibida”
La educación es básica para que las familias dejen de practicar la ablación del clítoris Los programas de la asociación Bint al-Nil para evitar esta práctica están en riesgo por los recortes en la cooperación española
Hace dos años, la pequeña Hoda, de nueve años, fue sometida a una operación de ablación de clítoris, al igual que sucede cada año con decenas de miles de niñas egipcias. Según datos de Naciones Unidas, en Egipto tiene lugar uno de cada cinco casos de mutilación genital femenina en el mundo. La operación se complicó, y Hoda acabó muriendo a causa de una hemorragia. Aunque casos tan dramáticos como este no son habituales, esta práctica ancestral deja graves secuelas en millones de mujeres de más de una veintena de países africanos, Yemen y el Kurdistán iraquí.
Hoda vivía en Dar El-Salam, un suburbio pobre de El Cairo, con abigarradas calles sin asfaltar repletas de basura. Como otros barrios de la periferia, fue construido sin ningún tipo de permiso y planificación por los emigrantes que llegaron hace décadas de las zonas rurales. De ahí su nombre de ashuaia (literalmente, “arbitrarios”). De mentalidad conservadora, aquí las tasas de mutilación genital son muy elevadas. A pesar de esta prohibida por ley, el porcentaje asciende al 91% en todo Egipto, pero en las zonas rurales bordea el 100%, según los últimos datos disponibles recopilados por la ONU, correspondientes al año 2008.
Dar El-Salam es donde trabaja la asociación Bint al-Nil (“hija del Nilo”), una ONG fundada en 1996 por una quincena de mujeres, varias de ellas trabajadoras sociales. Su objetivo es empoderar a las niñas y mujeres del barrio, proporcionándoles educación, asistencia sanitaria, legal, etc. Desde el inicio, una de sus prioridades ha sido la realización de cursos de alfabetización y refuerzo escolar, a la que se ha añadido en los últimos años la lucha contra la mutilación genital femenina.
“La circuncisión de las mujeres es una lacra es este país, y sobre todo en barrios como este. Es una costumbre que se basa en una serie de falsos mitos, y que genera graves consecuencias físicas y psicológicas. Pero cuando la gente tiene toda la información al respecto, escoge bien. Si se actúa, el impacto es directo”, sostiene Sayyida Ibrahim, la presidenta de la asociación. Aunque desde los años 90 la comunidad internacional ha ido adoptando progresivamente el vocablo de “mutilación genital femenina” frente a “circuncisión” para resaltar la diferencia de sus secuelas respecto a la masculina, en Egipto aún se utiliza mayoritariamente este último término.
Gracias a la financiación de la AECID, la agencia de cooperación internacional española, Bint al-Nil lanzó en 2010 un programa de concienciación contra la mutilación, que consiste en la formación cada año de un grupo de un centenar de niñas, de edades comprendidas entre los 8 y 10 años. El proyecto incluye un curso para las niñas y actividades dirigidas a los padres, con el objetivo de que no sometan a sus hijas a esta mutilación, y además, ayuden a extender esta idea en el conjunto de la comunidad.
“El programa de formación es integral, y abarca varios ámbitos. Les explicamos que es una tradición sin base religiosa, con malas consecuencias para la salud”, explica Sayyida, una mujer de mediana edad y diminutos ojos negros. “Una idea importante que les transmitimos es que el deseo sexual se encuentra en el cerebro, y que son impulsos se puede controlar. Las decisiones respecto a la sexualidad de una persona son morales, y no físicas”, añade.
Al igual que el resto de actividades de la asociación, son gratuitas. Bint al-Nil se financia gracias a las donaciones privadas, al trabajo de decenas de voluntarias, y a los descuentos en sus honorarios que efectúan los profesionales que colaboran con ella, como médicos y psicólogos. De momento, el proyecto contra la mutilación funcionará hasta 2014, pues a partir de entonces se acabará la financiación de la AECID a causa de los recortes presupuestarios. Los responsables están buscando nuevos donantes para mantenerlo activo.
Según los expertos, el principal motivo detrás de esta práctica es el control de la sexualidad de la mujer. Es una intento de asegurar su castidad, ya sea antes o después del matrimonio. Sin embargo, esta no es la única razón. En algunos países sirve como elemento identificador a algunos grupos étnicos, o esta asociado a ciertos ideales de belleza. Asimismo, existen una serie de falsos mitos al respecto, como presuntos beneficios de tipo higiénico o para el desarrollo físico de las mujeres.
Sin embargo, la realidad es exactamente la contraria: es una fuente de riesgos y problemas de salud. Las posibles secuelas dependen, en buena parte, de las condiciones sanitarias en las que se efectuó la operación y del alcance de la mutilación. Además del riesgo derivado de las hemorragias e infecciones, que provoca cada año la muerte de un número indeterminad de niñas, entre las posibles secuelas figuran infertilidad, dolor pélvico crónico, menstruaciones dolorosas y diversas disfunciones del sistema urinario, como incontinencia. Asimismo, algunos estudios apuntan a una mayor mortalidad infantil tras el parto.
La ONU clasifica la mutilación genital femenina en tres tipos diferentes. El primero, el menos agresivo, consiste en la ablación del clítoris. El segundo, en la extracción del clítoris y de los labios interiores de la vagina. Este es el más habitual en Egipto. Y el tercero, también incluye los labios exteriores, dejando luego la vagina sellada, excepto por un orificio para que salga la orina.
Quizás la justificación de esta costumbre más difícil de combatir es la que la vincula a la religión. La mutilación genital femenina está extendida en países tanto cristianos como musulmanes, pero en estos últimos algunos la justifican en base a la sharia o ley islámica. En Egipto, el porcentaje de mujeres que la han padecido es tan elevado en la comunidad musulmana como en la cristiana. Las diferencias son más bien de tipo geográfico, entre las zonas urbanas y rurales, y también socio-económico, pues en las clases sociales más altas la incidencia es menor.
“Algunos predicadores dicen que hay un dicho del profeta Mahoma que autoriza la mutilación. Pero no es cierto. Y la prueba es que no se realiza en Arabia Saudita”, apunta Ahmed Seddik, coordinador del programa contra la mutilación de Bint al-Nil. De hecho, la Universidad de Al Azhar, la más alta autoridad religiosa de Egipto, emitió una fatwa en la que establecía que la práctica no tiene relación alguna con el Islam, lo que dio pie a su posterior completa prohibición en 2008. No obstante, muchos clérigos locales, algunos afiliados a los movimientos islamistas, discrepan de esta visión, y la justifican en sus sermones.
Incluso en Al Azhar, por cuyo control luchan moderados y fundamentalistas, hay diferentes interpretaciones. “La circuncisión masculina es una obligación en el Islam. En cambio, la femenina no, pero sí está reconocida como una práctica tradicional. El dicho en el que el profeta autoriza a una mujer a practicarlo está autentificado”, dijo a EL PAIS Attia Abdel Mahmud, profesor de jurisprudencia islámica en Al Azhar.
Desde hace más de tres décadas, las Naciones Unidas han liderado los esfuerzos para erradicar esta brutal tradición. “Uno de nuestras principales intervenciones consiste en organizar cursos a los estudiantes de Medicina y Ginecología para convencerles que no participen de estas prácticas. Pero nuestro objetivo final es su inclusión en el currículo de estos estudios”, explica Germaine Haddad, de la UNFPA, la agencia de la ONU encargada de este asunto en Egipto.
Según sus estimaciones, actualmente cerca de un 80% de las ablaciones en Egipto las realiza personal médico, que las percibe como una oportunidad para obtener un sobresueldo. Este porcentaje creció de forma notable desde mediados de los años 90, cuando se levantó una prohibición de hacer estas operaciones en hospitales públicos que databa del 1959. La razón de este cambio legislativo fue que, al encargarse de ellas parteras, barberos e incluso abuelas, había aumentado la mortalidad.
“El problema de la ley del 1959 es que no fue acompañada de una campaña de concienciación que provocara un cambio cultural en la sociedad, y apenas si redujo el porcentaje de mujeres mutiladas”, comenta Haddad. Algo parecido sucedió en 2008, cuando Suzanne, la esposa del ex dictador Hosni Mubarak, impulso la prohibición total.
Según esta normativa, la práctica de la ablación está penada con tres años de cárcel, y en el caso de los médicos, también la retirada de su licencia profesional. “La legislación no se aplica. Tan solo se persigue a los doctores en aquellos casos que la niña muere, y los cargos son por malas prácticas”, explica la funcionaria de la ONU, que recuerda que en el último año se han registrado la muerte de dos pequeñas, si bien tema que la cifra podría real podría ser más elevada.
En colaboración con la ONU, el nuevo gobierno ha ultimado un plan nacional que implica a varios ministerios y a la fiscalía para dar un impulso a la lucha contra esta lacra. “Se ve un cambio respecto a la administración de los Hermanos Musulmanes, que decía oponerse, pero no actuaba. Y es que buena parte de sus bases están a favor. El año pasado, una camioneta fletada por su partido político incluso pasó por varios pueblos practicándola”, apostilla Haddad.
“Antes, las mutilaciones se solían efectuar en fiestas en las que participaba toda la familia o la comunidad. Todos esto ha cambiado gracias a la ley. Ahora se continúa haciendo, pero a escondidas. Sobre todo a petición de los doctores, que tienen miedo”, apunta Samiira, una de las responsables de Bint al-Nil. La edad de las niñas oscila entre los ocho y los doce años, siempre antes de su primera menstruación. En las zonas humildes, la operación se suele realizar sin anestesia.
En la asociación, se quejan que el Estado, a través del Consejo Nacional para la Mujer, se limita a organizar charlas esporádicas en los pueblos. “Llegan, dan la conferencia, y se van. Eso no sirve de nada. Es necesario un trabajo sostenido, y que implique a toda la familia”, sostiene Sayyida. La dejación de sus responsabilidades por parte del gobierno ha hecho que, hasta ahora, el peso de la batalla contra la cruel tradición recaiga sobre las ONGs egipcias, que han contado con el apoyo financiero de las agencias de cooperación de varios países occidentales. Los resultados de algunos de sus programas son alentadores
“Yo soy la primera mujer de mi familia a la que no han circuncidado. Mi hermana mayor lo fue, pero las que van detrás mío ya no lo serán”, dice orgullosa Shamaa, una chica velada de quince años que participó en el programa de Bint al-Nil, y ahora colabora como voluntaria. “La mentalidad ha cambiado en toda la familia, tampoco a mis primas se lo van a hacer”, añade. Los últimos datos muestran un descenso del porcentaje de mujeres mutiladas entre las más jóvenes: mientras para el total de la población es del 91%, entre las chicas de 15 a 17 años es del 74%.
Entre los recursos pedagógicos desarrollados por la ONG figura una canción, que un grupo de 20 niñas canta con entusiasmo:
Hija del Nilo mi país me ha dicho
que la circuncisión no es necesaria.
Hija del Nilo, rebelde,
la circuncisión no es para mi.
Hija del Nilo, humilde,
la circuncisión es una tradición prohibida,
lo dice la sharia y la religión.
“En el curso hemos aprendido que es una tradición muy antigua, de antes de la época de los faraones. Hoy en día, mucha gente lo hace simplemente por imitación, o para restringir la libertad de la mujer”, explica Asma, una niña de trece años beneficiaria del programa. El origen de esta ancestral costumbre es oscuro, y no está claro cuán extendido era en el Antiguo Egipto y cómo llegó al valle del Nilo.
Una de las razones que algunas familias para mutilar a las muchachas es que no hacerlo dificultaría sus opciones de contraer matrimonio en una sociedad tan conservadora como la egipcia. “A mis padres eso no les preocupa. Al contrario, creen que la situación está cambiando y pronto pasará todo lo contrario, porque sus efectos son nocivos”, comenta Asmaa, que cuando complete sus estudios de secundaria quiere ser arqueóloga. Según sus cálculos, tan solo un 20% de sus compañeras de clase han sido circuncidadas, lo que da una idea de la poderosa influencia de Bint al-Nil en el vecindario.
“¿Si bajo alguna circunstancia aceptaría la circuncisión de una hija mía? ¡De ninguna manera! No hay vuelta atrás”, remacha Asmaa. En ella, y su generación de chicas mejor informadas y más asertivas reside el futuro y la esperanza de erradicar una costumbre bárbara con miles de años de antigüedad.
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