Cómo ser una mujer directiva entre un mar de hombres
Hace unos días, una de las empresas más grandes y poderosas de automóviles del mundo, General Motors, anunciaba que Mary Barra, de 51 años, sería su nueva consejera delegada a partir del 15 de enero de 2014. Es una mujer que lleva 33 años trabajando para la compañía, que actualmente ocupaba el puesto de vicepresidenta ejecutiva de desarrollo de productos, y es la primera que ostenta este cargo en una empresa multinacional automovilística.
Barra creció en Waterford, una zona en la periferia de Detroit. Su padre trabajó durante 39 años como un fabricante de pinturas en GM. Obtuvo su licenciatura en ingeniería eléctrica de la Universidad de Kettering -anteriormente el Instituto de General Motors- en Flint, Michigan. "Es un honor ponerme al frente del mejor equipo en el sector y mantener nuestro impulso a máxima velocidad", afirmó Barra en un comunicado. La noticia de su nombramiento no es muy común en una industria como la del automovilismo, reinada por hombres desde siempre.
Estamos en 2013 y tan solo hay un 25% -otros datos indican que menos- de mujeres en las plantillas de las industrias históricamente masculinas, según un estudio elaborado en 2011 por los Gobiernos de Canadá y Estados Unidos. Todavía existe un gran brecha en sectores como la construcción, la minería, la ingeniería y las finanzas, que dificulta que las mujeres puedan ser promocionadas como los hombres, a pesar del activismo laboral que se ha desarrollado en los últimos años y que ha conseguido eliminar la desigualdad en algunas industrias.
Los sectores masculinos ofrecen unos retos especiales para que las mujeres puedan ser promocionadas. La consultora Catalyst concluyó en 2012 que "los sistemas de recursos humanos de estos sectores son muy vulnerables y están predispuestos a elegir un perfil masculino, lo que conlleva que sus plantillas cuenten con una menor diversidad". Estamos hablando de criterios basados en herramientas específicas para hombres, con sesgos y estereotipos muy pronunciados. Y son los candidatos que cumplen estos criterios los que al final se llevan el puesto de trabajo, haciendo que para las mujeres que pretenden encontrar la excelencia en estas industrias les resulte verdaderamente difícil. Estas suelen alcanzar el éxito de forma mucho más fácil en sectores como la educación, la nutrición o la enfermería, entre otras.
La situación de desigualdad hace que cada vez que se contrate o se le otorgue un cargo de responsabilidad a una mujer sea noticia. Algo que sí sucediera al revés, no tendría sentido. Ya que no es noticia que un hombre alcance la cima en una industria dominada por hombres. "Si las mujeres llegan a tener éxito en estos sectores meramente masculinos, normalmente, sus compañeros, tanto ellas como ellos, pueden encontrar dificultoso trabajar con las recién promocionadas", concluía un estudio publicado en el Journal Applied Psychology.
Sin embargo, las mujeres que se destacan en carreras consideradas femeninas no se enfrentan a censuras similares, añadía el informe. Las mujeres en altas posiciones fueron descritas en este estudio como personas muy competentes pero que eran poco simpáticas. Se les describía como "egoístas, manipuladoras, poco dignas de confianza y maliciosas". En el caso de los hombres, por el contrario, se les vio como más agradables y cercanos cuánto más posiciones subían dentro de su compañía.
En un mundo lleno de oportunidades, en el que se valora de una manera acusada la educación y el éxito laboral, como un objetivo final de vida, la realidad muestra que tanto ellos como ellas penalizan a las mujeres que lo logran en ámbitos tradicionalmente masculinos, una tendencia que al contrario de ir a la baja está limitando su progreso.
Y todo parece indicar que por un tiempo seguirá siendo noticia que una mujer alcance una posición de responsabilidad en una industria de hombres, algo valorado como algo extraño, en vez de dar por hecho que lo ha conseguido por sus méritos, como si no importara si es una buena o mala profesional.
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