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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El debate que todo lo oscurece

Se nos distrae a los españoles con la excusa de Cataluña y se distrae a los catalanes con la excusa de España

Soledad Gallego-Díaz

A la vuelta de las vacaciones navideñas se pondrán en marcha las maquinarias electorales: en mayo se celebrarán las elecciones europeas y algunos no descartan la posibilidad de que se junten con unas elecciones andaluzas, en el caso de que la nueva presidenta de la Junta decida adelantarlas para someterse al voto directo de los ciudadanos.

Sea como sea, empezará un año delicado desde el punto de vista político: la recuperación económica, de producirse, no tendrá efectos apreciables sobre los ciudadanos; por el contrario, se empezará a notar cómo los recortes se han transformado en auténticas reformas estructurales que dañan el núcleo del sistema sanitario, educativo, judicial y asistencial. Cubriéndolo todo, e impidiendo casi cualquier otro análisis, se acelerará el debate catalán, colocado ya en el disparadero por la intención de Artur Mas de convocar antes de fin de año una consulta sobre la independencia.

La situación va a depender mucho de cómo se quiera conducir este último capítulo. De un lado, por parte de CiU, por supuesto, pero también por parte del PP. El presidente del Gobierno advirtió ya que la consulta catalana se sitúa fuera de la Constitución, por lo que ningún Gobierno español podrá nunca autorizarla. Rajoy cuenta con el apoyo del PSOE (295 diputados sobre un total de 350). Rubalcaba fue terminante al calificar la hipotética consulta de “referéndum de autodeterminación”.

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Pero Rajoy sigue sin proporcionar a la amplia capa de dirigentes intermedios del PP un discurso articulado, más allá de la pura negativa, con el que hacer frente al tema catalán. Corre así el riesgo de que esos militantes crean que pueden salir airosos si alientan el nacionalismo español. Si se lanzan a ese debate de manera desordenada e injustamente agresiva, pueden terminar provocando confusión y alimentando el independentismo. La tentación será intensa en Andalucía, donde, si se adelanta el proceso electoral, el PP estará descolocado, sin discurso, sin líder y sin candidato.

La forma en la que el PP actúe influirá necesariamente en el desarrollo de los acontecimientos en Cataluña. Llegado el momento, CiU tendrá que optar entre romper la legalidad constitucional y celebrar la consulta o dejar caer el gobierno de la Generalitat y convocar nuevas elecciones, es de suponer que con carácter plebiscitario, a fin de dejar establecida, de alguna forma, la relación de fuerzas independentistas.

Rajoy confía seguramente en el segundo supuesto y en la influencia de un reducido círculo de personalidades catalanas a la hora de desactivar cualquier gesto inconstitucional. Pero en sectores de su propio entorno inquieta la falta de un plan alternativo y su incapacidad para analizar la situación en términos de opinión pública catalana y de sus dinámicas internas.

Obligados, casi, en 2014 a estar concentrados en la situación catalana, los ciudadanos no pueden prestar atención a otras cuestiones clave para su convivencia. Se nos distrae a los españoles con la excusa de Cataluña y se distrae a los catalanes con la excusa de España. Solo así se explica, por ejemplo, que pasen casi sin debate datos tan brutales como que las tasas judiciales han hecho que los ciudadanos renuncien en un 45% a reclamar sus derechos ante las Administraciones (datos de la Asociación Francisco de Vitoria), o que se hayan destruido los rasgos que hicieron al sistema sanitario público español inclusivo y solidario, sin haber puesto en marcha siquiera una auténtica cultura evaluadora que analice el resultado de las decisiones adoptadas. El hecho es que se ha producido un giro brutal en una de las pocas cosas que todos valorábamos, los principios del sistema sanitario español, cambiando la asistencia sanitaria gratuita y universal por otra privativa de los “asegurados”, sin que catalanes y españoles en su conjunto hayamos sido capaces de reaccionar.

En el resto de España echamos de menos el impulso que siempre ofreció Cataluña para luchar contra los abusos. Y Cataluña debería probablemente echar también de menos al resto de los españoles, justo por las mismas razones.

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