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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

De Mogadiscio a Lampedusa, teatro para la atleta que quiso seguir entrenando

Por Analía Iglesias

"Es un homenaje a todas las personas que se la juegan y que, sin saber qué hay del otro lado, traen su alegría", dice la actriz Dnoé Lamiss. Hablamos de La increíble historia de la chica que llegó la última, la pieza de Carla Guimarães, con puesta de María Folguera y el protagónico de Anahí Beholi, inspirada en la vida de la entusiasta atleta olímpica somalí Samia Yusuf Omar (1991-2012) y en su muerte: la joven murió ahogada a las puertas de Lampedusa, intentando llegar a Europa.

La obra se estrena el 12 de diciembre en la Sala Cuarta Pared, de Madrid.

En un alto del ensayo, Dnoé, conocida rapera de origen guineano que aquí interpreta a la hermana de Samia, insiste en la imagen: "Las personas que cruzan el mar besan el suelo cuando llegan... están alegres, porque los negros no sabemos llorar". Y la voz se le quiebra en la contradicción de llorar y decir que no se llora.

¿Cómo se lleva una tragedia semejante al teatro sin llorar ni querer 'dar penita', así, con esa suerte de morbo distante al que estamos acostumbrados?

La directora María Folguera explica que, justamente, desde el principio huyeron de explotar esa imagen de lo africano como paisaje pobre y del supuesto realismo del drama ajeno: "No hay un enfoque desde la otredad. Samia quiere seguir entrenando y no puede hacerlo en Mogadiscio. Tiene un sueño y busca la manera de realizarlo. Si estuviéramos en esa circunstancia, haríamos lo mismo que ella, ¿verdad? Esa es la clave, la identificación".

Samia había competido en Pekín 2008, a los 17 años, y llegó la última en una carrera en la que sus vigorosas compañeras, entre ellas una jamaicana y una rusa, le sacaron casi diez segundos de ventaja. A su retorno, Mogadiscio era la misma, la de calles agujereadas y hostiles de Guerra Civil, la ciudad de las amenazas (sobre todo contra las "mujeres corruptas") y, de nuevo, los pozos con zapatillas poco competitivas. Por eso decidió seguir a su entrenador etíope con una imagen en mente: la de Mo Farah, un compatriota suyo, campeón olímpico y (quizá por ello) nacionalizado inglés.

Ilusionada fortaleza de piernas veloces para cruzar medio continente, a lo largo de dos años, y finalmente, desde Libia, embarcar a Italia, en un cayuco que naufragó en 2012, casi simultáneamente con la algarabía del comienzo de los Juegos Olímpicos de Londres, los que siguieron a los de su definitoria experiencia en Pekín.

"Quiero que me aplaudan por ganar. Lo prefiero a que me aplaudan porque vean que necesito apoyo, pese a que me hizo feliz", había declarado Samia, recordando el aliento de los miles de aficionados que la vitorearon en el estadio chino para que alcanzara la meta. Unos efímeros pero rutilantes metros que se vieron en las televisiones de todo el mundo. Sin saberlo, la chica que llegó la última parecía estar citando al pensador libanés Amin Maalouf: "encerrarse en una mentalidad de agredido es para la víctima aún más devastador que la propia agresión". Sin apoyo, en su caso, deportivo, la patera siempre es una opción (incluso para aquellos a quienes han devuelto una, dos o tres veces).

"¿A quién pertenece el mundo? -se preguntaba Maalouf en Identidades asesinas- A ninguna raza en particular, a ninguna nación en particular. Pertenece, más que en otros momentos de la Historia, a todos los que quieren hacerse un sitio en él. Pertenece a todos los que tratan de aprenderse la nuevas reglas del juego -por desconcertantes que sean- para utilizarlas en su provecho".

Ni África ni el mar ni esta obra teatral son una competencia para medir quién tiene la peor historia, quién es más víctima, aclaran una y otra vez los integrantes del elenco de 'La chica que llegó la última'. Por eso, en esta historia de una mujer que lucha por cumplir un sueño se permiten licencias francamente graciosas, como la alusión al amuleto que supuestamente ha traído Samia desde Pekín, el Libro Rojo de Mao, y que la acompaña en la esperanza y en el naufragio.

El guión de la pieza es de Carla Guimarães, una brasileña con piel de emigrante (un dato nada menor) que resultó becada en el Laboratorio de la Cuarta Pared, en el que se trabajaba en proyectos que trataran la realidad desde la fantasía. En ese espacio se conocieron con María, que luego pondría en escena aquel experimento por reconstruir el misterio de esos dos años de travesía de Samia y que llegó al Matadero de Madrid, en el marco del festival Fringe, hace unos meses.

"No tenemos por qué completar la postal", enfatiza la directora cuando le proponen que hable de las ONG y de todo el entramado institucional que tenemos en la cabeza cuando oímos "África". O cuando le preguntan que cómo pueden reírse. Este es un sueño en clave de cuento y con mucho humor, como el que desgranan cuando Samia cuenta lo bien que comía en la villa olímpica de Pekín o les habla del compañero sueco, altísimo, fuerte y rubio, que se sentaba junto a ella en aquel comedor. Imposible no reparar en el contagioso brillo de Anahí, la actriz que la encarna, tan expresiva que arranca risas genuinas, ya en el ensayo, mientras pasan algunas escenas.

Con lo fácil que sería construir una moraleja sobre la industria del espectáculo que devora deportistas para el show...

La carrera de Pekín fue definitoria: 'Quiero que me aplaudan por ganar, en lugar de que lo hagan porque necesito apoyo para llegar', dijo después Samia.

En escena hasta el 21 de diciembre. Sala Cuarta Pared. Madrid.

Comentarios

Tuve la suerte de ver esta obra el pasado mes de Agosto en el Matadero. Pese a lo que pueda parecer, no es una obra ni ligera ni graciosa ni simpática. Claro que tiene momentos de humor, pero de un humor que te hiela la sonrisa en la boca al ver qe te estas riendo de la miseria y de la desgracia ajena. Por otro lado, tiene momentos durísimos, como cuando vemos como van desapareciendo en el desierto los compañeros de aventuras de la protagonista. Y ese final con los pescadores recogiendo su cuerpo.Una gran obra
El mundo es un vertedero de odios y miseria; los seres humanos hemos vendido nuestra humanidad. El egoísmo y el miedo lo impregnan todo; se levantan muros más altos, alambradas más mortales, se fabrican armas más destructivas,.. nos roban todo, incluso cosas tan básicas como el aire, el agua, el alimento. El mal domina el mundo, las señales se cumplen ... (pero no se preocupen, llega la navidad, compren, compren, compren... les aliviará. Siéntanse solidarios y conmovidos 10 minutos estas fiestas... como siempre les será suficiente).
Muy triste, espero tener la oportunidad de verla. Este blog es, de largo, el mejor de todos los que tienen espacio en El Pais. Enhorabuena y seguid hablando del continente olvidado y al que nunca se le ha dejado ser.
Tuve la suerte de ver esta obra el pasado mes de Agosto en el Matadero. Pese a lo que pueda parecer, no es una obra ni ligera ni graciosa ni simpática. Claro que tiene momentos de humor, pero de un humor que te hiela la sonrisa en la boca al ver qe te estas riendo de la miseria y de la desgracia ajena. Por otro lado, tiene momentos durísimos, como cuando vemos como van desapareciendo en el desierto los compañeros de aventuras de la protagonista. Y ese final con los pescadores recogiendo su cuerpo.Una gran obra
El mundo es un vertedero de odios y miseria; los seres humanos hemos vendido nuestra humanidad. El egoísmo y el miedo lo impregnan todo; se levantan muros más altos, alambradas más mortales, se fabrican armas más destructivas,.. nos roban todo, incluso cosas tan básicas como el aire, el agua, el alimento. El mal domina el mundo, las señales se cumplen ... (pero no se preocupen, llega la navidad, compren, compren, compren... les aliviará. Siéntanse solidarios y conmovidos 10 minutos estas fiestas... como siempre les será suficiente).
Muy triste, espero tener la oportunidad de verla. Este blog es, de largo, el mejor de todos los que tienen espacio en El Pais. Enhorabuena y seguid hablando del continente olvidado y al que nunca se le ha dejado ser.

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