Anita la fantástica
Veo superinjusto que llamen Antoñita la Fantástica a Ana Obregón. Para mí, la más grande fabuladora de la historia es, con diferencia, Ana Botella
Hoy voy a resolver rapidito, que en cuanto acabe me tiro de cráneo a lo que quede del Black Friday. Que sí, listos, que ya sé que el Viernes Negro fue ayer, sobre todo para los colegas de Canal 9, pobres, que se fueron a ídem por culpa del marronazo que les dejaron Fabra, Camps, Zaplana, Lerma y todos los molt honorables que en Valencia han sido desde que los padres de la Constitución cuadraron el círculo con lo del café para todos. Pero no. Lo del Black Friday iba por otros derroteros. Hablaba de las rebajas antes de las rebajas, la idea que han copiado algunos tenderos patrios de los yanquis. Así, tal cual, sin cambiar una letra, que aquí somos tan catetos que llamando a las cosas en inglés nos parecen más excitings, digo interesantes, más trendys, digo modernas, y muchísimo más amazings, digo cojonudas. Acuérdate si no del relaxing cup of café con leche de la regidora de la capital del reino, dicho con una potatoe en la boca, claro, que una cosa es el spanglish de la plebe y otra el pijinglish de Serrano de toda la life. Y paso ya de cursivas, que luego me acusan los puristas de escribir con los renglones más torcidos que Dios en el libro de Luca de Tena.
Lo malo es qué me pongo. Estos días, aunque sea para trincar gangas en los grandes almacenes, tiene una que ir vestida como Dior manda, porque quién te dice a ti que no te vas a chocar con un expresidente, o un exministro, o un ex pez gordo de algo presentando sus memorias. Por tierra, mar y wifi, atacan las editoriales a los lectores. Y así tienen a los autores, como próceres por rastrojo. Si Mahoma no va a la montaña, ya van González, Aznar y Zapatero donde digan sus editores. Aún no han catado ese cáliz, pero si el exbarón Bono y el exvice Guerra, con lo cursi que es uno y lo sieso que es otro, ya han pasado por el aro de El hormiguero con tal de vendernos su libro, yo no pierdo la esperanza de vivir para ver a Felipe, José María o José Luis haciendo el indio con Pablo Motos, aunque sea a Trancas y Barrancas. Dales tiempo.
Al final, la más discreta va a ser Belén Esteban, que ha sacado su incunable casi de tapadillo y lleva vendidos más ejemplares que todos los exdignatarios juntos. Ambiciones y reflexiones, se llama, casualmente, su obra magna. Que era el título que le cuadraba y que no tiene absolutamente nada que ver con la finca homónima de su ex Jesulín de Ubrique, ha declarado la autora, con dos prótesis pectorales de último grito, según ella misma tuvo la gentileza de informarnos. Y yo, si lo dice Belén, me lo creo. Otra cosa no, pero la chica va siempre con la verdad por delante.
Ahora, la que vive en su Cibeles de coral, como Barbie en su isla, es la alcaldesa madrileña. Veo superinjusto que llamen Antoñita la Fantástica a Ana Obregón, la bióloga, que lo último que dijo antes de desaparecer del mapa en octubre es que se piraba a Afganistán a rodar una peli rollo Homeland, algo totalmente verosímil. Para mí, la más grande fabuladora de la historia es, con diferencia, Ana Botella. Que la reforma laboral del PP es lo que ha traído más progreso a la Humanidad desde Adán y Eva, soltó en el Ayuntamiento. Si eso no es pan, amor y fantasía, que vengan Vittorio de Sica y Gina Lollobrigida y lo digan.
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