¿Black Friday o Día Mundial sin compras?
Por Carlos Ballesteros
Este viernes 29 de noviembre se celebra a lo largo y ancho del mundo (desarrollado) el Día Mundial Sin Compras. Un día para reflexionar y preguntarnos si los 1.700 millones de consumidores que somos en el mundo tenemos razón o, por el contrario, debemos cambiar urgente y radicalmente de modo y estilo de vida.
Lo hemos visto hasta la saciedad en las películas de Hollywood. Es muy curioso darse cuenta de cómo conocemos casi más aspectos de la cultura estadounidense que de la nuestra propia. Sabemos y conocemos muchos de los entresijos de esa celebración que hacen los habitantes de EE.UU. y Canada: que si el pavo relleno que trincha el cabeza de familia; que si el pastel de calabaza; que si el partido de futbol (americano) por la televisión….
Podemos rastrear esta histórica tradición cristiana de los que colonizaron Estados Unidos hasta 1623. En noviembre de ese año, después de recolectar la primerísima cosecha que los nuevos habitantes de EE.UU habían plantado en su nueva tierra (habían llegado en el Mayflower dos años antes) el gobernador declaró "Todos ustedes, peregrinos, con sus esposas e hijos, congréguense en la casa comunal, en la colina... para escuchar al pastor, y dar gracias a Dios todo poderoso por todas sus bendiciones". A partir de entonces, el último jueves del mes de noviembre se instauró esta forma de dar gracias a Dios, en principio muy semejante a alguna de nuestras fiestas otoñales de la cosecha.
Sin embargo, con el tiempo, esta fecha se adelantó una semana. ¿Por qué? Simplemente porque el viernes posterior al día de acción de gracias es cuando el comercio estadounidense abre la temporada navideña. Claro, si se adelanta una semana la fiesta, se adelantan una semana las ventas… Es, un vez más, una comprobación de cómo la economía y el consumo rigen nuestras vidas y nuestros calendarios. La fiesta de Acción de Gracias, una vez perdido su sentido original, no parecer ser ahora sino el pistoletazo de salida del desenfreno consumista que para algunos suponen las fiestas de la Navidad. Este año incluso un gigante de la distribución estadounidense como Macys piensa saltarse la sagrada fecha y abrir el jueves.
Quizás sea por eso por lo que, muchos años después, en 1992, a Ted Daves, un publicista canadiense fundador de los caza anuncios quizás cansado, quizás arrepentido, de su trabajo se le ocurrió celebrar el Día Mundial Sin Compras. Una especie de huelga de consumidores que se celebrara a escala mundial justo el viernes posterior al jueves en que se celebre el día de Acción de Gracias. O sea, que justo el día en que los centros comerciales comienzan la campaña más consumista del año, no habría que hacerles ningún caso.
Desde hace años, diversas asociaciones ciudadanas convocan este día para no comprar nada: algo parecido a una operación de boicot, no contra un producto o una empresa concreta, sino contra la sociedad de consumo en general. La propuesta consiste en escapar de la corriente consumista tanto en Navidad como en el resto del año. Para ello se invita a toda la población a no acudir a comercios y grandes almacenes, reducir al máximo las compras de esa jornada, limitándolas a lo realmente necesario, o incluso anularlas, y salir a la calle para denunciar un sistema socioeconómico injusto, alienante, y ambientalmente insostenible.
Las formas y maneras de celebrarlo son muy variadas: zonas libres de tiendas; representaciones teatrales donde marcianos visitan nuestro planeta y se sorprenden del comportamiento de los terrícolas compradores; reparto de información a la puerta de las grandes superficies; organizando mercadillos de trueque; montando un Túnel de la Felicidad, un laberinto que en su recorrido incita al consumo hasta llegar al final y encontrarnos con las consecuencias negativas de la desaforada locura consumista.
El consumo, que sin duda es uno de los más importantes motores de la Economía, es también su principal y voraz devorador y destructor, al ser creador de inmensas injusticias y desigualdades. Consumir, comprar bienes y servicios, es una función esencial de los agentes económicos y una variable fundamental en el desarrollo de los países y de las economías y en la creación de riqueza. No en vano se conoce con el nombre de Sociedad de Consumo o Economía de mercado a aquella que se basa en el libre intercambio de bienes y servicios a cambio de un dinero y de la obtención de valor por parte de todos los agentes implicados.Sin embargo es un hecho demostrable que los hábitos de consumo del llamado Norte son a menudo, insostenibles, crean destrucción y pobreza y por lo tanto es urgente cambiarlos ya que ponen en peligro no sólo la vida de los habitantes de los países del Sur sino incluso nuestra propia supervivencia. Mil setecientos millones son apenas una cuarta parte de la población mundial. Efectivamente y según el prestigioso World Watch Institute, un 28% de la población mundial es “consumidora”, aunque en las zonas del mundo industrializado esta clase supone cerca del 80% mientras que en los países en desarrollo sólo suponen el 17%.
Se hace imprescindible y urgente un cambio sustancial del consumo de la gran mayoría de los ciudadanos del Norte para que no sigamos destruyendo sino que se restauren los ecosistemas y que se permita, por justicia y solidaridad, un bienestar básico suficiente para todas las personas del planeta. En un mundo globalizado en el cual la producción se descentraliza y se mundializa, los consumidores debemos tratar de seguir el rastro de lo que compramos y garantizar que no se están apoyando prácticas como la explotación laboral infantil, la destrucción del medioambiente, la remuneración injusta al productor, etc. La reorientación de las prioridades de la sociedad hacia una mejora del bienestar de las personas, en vez de la mera acumulación de bienes supondría la transformación del consumo en una herramienta para mejorar la calidad de vida de todos los habitantes del planeta.
En otras ocasiones que he escrito sobre este tema he recibido muchas críticas de pequeños comerciantes que con la que está cayendo (crisis, cierres de tiendas independientes….) que se quejaban de mi actitud y me recriminaban que llamara al No consumo. Ellos no se pueden permitir siquiera un día sin ventas. Y yo les contesto que precisamente el Dia sin Compras se celebra para defender sus negocios frente al ansia devoradora de hipermercados, grandes superficies especializadas y demás monstruos del consumo. El derecho a la huelga es sagrado y los consumidores exigimos, como en aquella viñeta del Roto, un día sin compras para reivindicar nuestro derecho a consumir localmente, responsablemente.
Imagen de apertura: Consumehastamorir (Ecologistas en Acción)
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