De cómo la Tate Modern descubrió su lado afro
"Llegué a Tate hace dos años, tras la constitución de su Africa Acquisitions Committee -explica Elvira Dyangani Ose (Córdoba, 1974), en un correo electrónico desde Londres- La iniciativa surgió en paralelo a una nueva propuesta de colaboración entre la galería británica y el Guaranty Trust Bank Plc. La entidad apoya a la galería con fondos para la adquisición de obra moderna y contemporánea africana, un proyecto artístico denominado Across the board que observa las corrientes artísticas contemporáneas del continente y su diáspora y un comisario internacional con foco en arte africano, que es el puesto que yo ostento".
Elvira es la co-responsable de una de las últimas exposiciones de la Tate Modern: una retrospectiva de los últimos cincuenta años de la obra del pintor octogenario Ibrahim El-Salahi. Deslumbrante, amplia y profunda, la pintura de este visionario del modernismo, de origen sudanés, cobra sentido tras una búsqueda personal en el imaginario y la estética popular sudanesa de principios de los años 60. Esas referencias se amalgaman y enriquecen con la caligrafía islámica, la abstracción de las máscaras africanas y la pintura occidental que El-Sahali aprendiera en sus primeros años en la Escuela de Artes y Oficios de Jartum y posteriormente, en la Escuela de Bellas Artes Slade, en Londres. El resultado es la recreación de una nueva identidad sudanesa, plural y compleja. Una línea de creación estética y literaria y de diálogo social que Elvira disfruta explorando, ya que la identidad (cultural, de grupo o individual) es uno de los temas que más ha estudiado a lo largo de su carrera profesional.
Elvira es española, de padres ecuatoguineanos. Ambos nacieron y crecieron en Bata y estudiaron en Malabo, donde se conocieron. Viajaron juntos a Sevilla, ciudad en la que completaron sendas carreras: arquitectura técnica, en el caso del padre; empresariales, en el de la madre. En Andalucía nacieron sus tres hijos. La mediana, entre dos chicos, es Elvira. La vida de Elvira se deslizó entre la península natal y Canarias, con incursiones en Guinea Ecuatorial durante la infancia y una posterior vinculación profesional con Cataluña y con otros países y contextos africanos a través del arte. Su identidad es compleja y mestiza. Básicamente, se rebela contra "las etiquetas que simplifican vidas bajo ciertas prerrogativas identitarias".
Elvira Dyangani y el fotógrafo Mamadou Gomis / Casa África
"Considero la Diáspora, o al menos el modo con que ésta se emplea, un nicho -apunta- El decir de dónde vengo y establecer en una serie de respuestas mi vínculo con mi país de origen, con la cultura de mis padres y en general, con la vasta diversidad de culturas africanas, no me parece suficiente para definir mi identidad ni la de los artistas con los que trabajo o cuya trayectoria admiro. Es todo muchísimo más complejo... No creo que el vocabulario que utilizamos, académico o anecdotario, sea suficiente para establecer la miríada de connotaciones que la Diáspora trae consigo".
Para Elvira, uno de los aspectos más interesantes de su trabajo actual es que la colección de la Tate es internacional. La galería atesora fondos de arte británico que se remontan al siglo XVI y de arte internacional desde principios del siglo XX. "Mi labor es trabajar con otros comisarios internacionales que son especialistas en otras regiones para enriquecer una colección existente con sólidas contribuciones de artistas de todo el mundo. La colección de la Tate da cabida a múltiples modernidades y apunta a un nuevo entendimiento de la historia del arte que potencia una visión plural, descentralizada, que se cuestiona la linealidad histórica que posicionaba a Occidente en el centro de las tendencias artísticas universales".
Elvira Dyangani Ose está completando un doctorado en Historia del Arte y Estudios Visuales en la Universidad de Cornell, en Nueva York. Licenciada en Historia del Arte por la Universidad Autónoma de Barcelona, en su curriculum también figura un máster en Teoría e Historia de la Arquitectura por la Universidad Politécnica de Cataluña, su trabajo como comisaria en el Centro Atlántico de Arte Moderno y en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y por supuesto, su implicación en mil proyectos artísticos diferentes que la han llevado por medio planeta. Llegó a la Tate Modern y al arte en general desde su pasión por la escritura. El arte, precisamente, le concedió un espacio de estudio y una manera de acercarse a otros lugares de África, más allá de los más cercanos a su vínculo personal.
"El trabajo de muchos creadores parecía reflejar mi interés por la identidad y las políticas de representación -apostilla- Desde la universidad, siempre trabajé con artistas que reflexionaban sobre el contexto sociopolítico y cultural que les rodeaba. La ciudad y cómo los individuos reinventaban el espacio público han sido siempre mis pasiones. Los artistas africanos que más me interesaban y la germinación de su individualidad tenían la ciudad y la modernidad como escenarios de sus trayectorias. Así que ése se convirtió en mi sujeto de estudio desde entonces. Empecé a trabajar en el Centro Atlántico de Arte Moderno a invitación de Alicia Chillida, que conoció meses antes mi investigación sobre el arte moderno y contemporáneo africano y que quería reactivar la tricontinentalidad, uno de los aspectos fundacionales del CAAM".
Elvira afirma que existe una serie de valores comunes en el ámbito de la producción cultural y artística africana, pero también reivindica una serie de distinciones específicas, particularmente clave en las distintas modernidades africanas. Su trabajo en la Tate Modern se centra, básicamente, en poner en el mapa del arte contemporáneo ese lado afro único, que depende tanto de las individualidades de los artistas como de sus realidades sociopolíticas, económicas y culturales, aspectos que forman parte del arte de cualquier individuo con independencia de su lugar de origen.
"Existe un modo de ver la realidad que rodea a los artistas de la región —continente y su diáspora— y eso es lo que nos transmiten a través de su trabajo. Para muchos la identidad local —ya sea wolof, yoruba o xhosa, como senegalesa, nigeriana o sudafricana – es tan fundamental como su internacionalidad. La tensión entre las identidades les lleva a diluir esa primera para representar mejor sus intereses individuales como integrantes de una nación o de una comunidad determinada. Desde una localización o procedencia, que no tiene porque ser un campo conceptual que los limite, pueden referirse a temas universales que afectan a todo ser humano", concluye.
Más información:
London's Tate Modern takes a new view of Africa
Exposición de Ibrahim El Salahi en Tate Modern
Entrevista a Ibrahim El Salahi
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