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Alterconsumismo
Coordinado por Anna Argemí
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5 trucos y 4 razones para no abusar de la calefacción

Llega el frío y la frase parece que nos ha de dejar helados. Soy de las que piensan que el frío es una oportunidad de miedo para disfrutar de estar en el interior de las casas, para zamparse sin cargo de conciencia comilonas copiosas y grasientas y, ¿por qué no?, es la ocasión de sentir y disfrutar del tembleque que recorre el espinazo. ¿A qué se debe la mala prensa del frío? A fin de cuentas puedes abrigarte y reabrigarte hasta que te confundan con Bibendum, el muñeco de Michelín, pero consigues en algún momento estabilizar la temperatura corporal.

En cambio, si tienes calor, por mucho que te desabrigues y te vuelvas a desabrigar y al final te quedes en cueros no hay manera de espantar al bochorno. Así que he puesto aquí por escrito algunos trucos para que no echemos mano de la calefacción cual posesos a las primeras de cambio y evitemos así que se dispare la factura -económica, social y medioambiental- de la calefacción. Los trucos y las razones que siguen tienen por objeto también mejorar la maltrecha e injusta imagen colectiva del frío. Que disfrutes del fresquito.

  1. Aisla mejor tu casa. Cierra persianas durante la noche y de día retira las cortinas para permitir que entre la luz solar. Desenrolla las alfombras, cúbrete con mantas y refúgiate en los rincones más cálidos según la hora del día. Por la mañana, antes de encender la calefacción ventila diez minutos la casa. Es suficiente. Cierra las puertas de las habitaciones que no se utilicen. Eso evitará perder calor. ¿Tus puertas y ventanas al exterior no encajan bien y hay una corriente de aire que se cuela por allí? Instala burletes.
     
  2. Aprovecha la calefacción «extraoficial». Después de ducharte deja la puerta del baño abierta, ya que el vapor que se genera produce también sensación de calor. Lo mismo sucede con el horno. Si lo utilizas, deja la puerta de la cocina abierta para que toda la casa se beneficie del calor que emana. A veces he recurrido incluso a la batería del ordenador portátil para en un santiamén reanimar las manos temblorosas. No me voy a detener en ello pero otras fuentes de calor son, por supuesto, la humana y la animal.
     
  3. Aisla mejor tu cuerpo. Yo era de las que hace años comía helado sin problemas incluso en los días gélidos de invierno. Ahora cuando el termómetro se desploma aprovecho cada comida para aumentar sustancialmente la temperatura del cuerpo a base de sopas, guisos, tés, tisanas y chocolates calientes. Lo aprendí el invierno que pasé en Berlín porque allí o bien ingieres productos calientes y con una cierta regularidad o bien te conviertes en el corto plazo en estalactita humana.
     
  4. Usa tu sistema de calefacción de manera inteligente. Si puedes consigue un termostato para programar qué días de la semana y a qué horas del día poner en marcha la calefacción. No debería superar los 20º. No tiene sentido pasearse por casa en manga corta en pleno invierno como tampoco tiene sentido en pleno verano morirse de frío y tener que abrigarse porque el aire acondicionado está a tope. No tiene sentido desde un punto de vista ecológico, ni económico ni, si me apuran, moral.

    Quizá haya habitaciones donde puedas tener los radiadores cerrados por regla general, como trasteros o habitaciones para los invitados. Si de repente la temperatura interior de la casa es demasiado elevada, no abras ventanas ni puertas, que es como tirar el calor –y el dinero que va aparejado- por la ventana. En cambio, baja el termostato o directamente cierra la calefacción un rato.
     
  5. Mantén los radiadores en buen estado. Tienden a llenarse de aire. Así que antes de que llegue el frío es conveniente purgarlos. Y no hay que obstaculizarlos. Me explico. Una temporada viví en un piso donde el sofá estaba justo delante del radiador. Quien se sentaba ahí en invierno disfrutaba de una sensación muy real de brasero de los de antaño, pero la realidad es que ese mueble limitaba la capacidad del radiador de irradiar calor a su alrededor por que lo tenía que destinar más energía para alcanzar la temperatura ideal.

 Y las 4 razones: 

  1. Obesidad. Abusar de la calefacción engorda. Tal como suena. Es la conclusión de una investigación británica que se publicó hace unos años. La premisa parece razonable: Si no dejamos que nuestro cuerpo se exponga al frío, se reduce al mínimo la necesidad de gastar energía para mantener la temperatura corporal, y por lo tanto, de quemar grasa.
     
  2. Ahorro energético. Reduciremos las emisiones de carbono y, por lo tanto, nuestra contribución al efecto invernadero. Puedes calcular el impacto de tu consumo de calefacción y de agua caliente con esta calculadora de la Fundación Ecodes.
     
  3. Ahorro económico. Cuanta menos calefacción, menor consumo y por lo tanto, menor gasto económico.
     
  4. Disfrute del fresquito. Como he dejado claro al principio de esta entrada me gusta el frío y creo que no hay que temerlo como si fuera el Hombre del Saco. Tenemos muchas maneras de enfrentarnos a él y de vencerlo incluso antes de encender la calefacción. E incluso cuando la encendemos podemos hacerlo de manera razonable. ¿Para cuándo son los jerseys de lana gruesa si nos emperramos en vivir en el Trópico todos los días del año al menos de puertas para dentro? Lo dicho: que disfrutes del fresquito.

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