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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un puente entre dos mundos

El valor del túnel del Bósforo es económico; hace posible unir Japón con Londres mediante la alta velocidad.

SOLEDAD CALÉS

Entre el viento helado del norte y el sofocante viento del sur se construyó Constantinopla, lo que hoy es la Estambul europea. Era entonces la frontera real del Imperio Romano con Asia; esa frontera en el siglo XXI es virtual o cultural, pero el pasado 29 de octubre se difuminó un poco más. El primer ministro turco Erdogan inauguró el túnel ferroviario submarino entre la Estambul europea y la zona asiática de la ciudad. El tramo submarino tiene una longitud de 1,4 kilómetros, es una parte de túnel total excavado de casi 10 kilómetros de longitud y el proyecto ha costado unos 3.000 millones de euros. Aludir al símbolo en este caso es inevitable; el moderno Estambul es un nudo de confluencia de varios mundos: el cristiano y el del islam, el europeo, el asiático y el anatolio, impregnado de la cultura griega. Se presta a la retórica fácil de la fusión de continentes y a vagas generalidades sobre el encuentro de culturas que ya llevan varios siglos encontrándose. Pero el valor del túnel es algo más que simbólico. En 1860, el sultán Abdülmecid I, por motivos estrictamente políticos, ya se propuso excavar un túnel submarino por debajo del Bósforo, pero entonces no había ingeniería suficiente. El valor auténtico es económico. Lo resumió el propio Erdogan cuando aludió a la posibilidad de unir Japón con Londres mediante la alta velocidad.

También es una demostración de ingeniería avanzada. La financiación procede del Banco de Japón, el proyecto se ha seccionado en tramos (la gestión de todo el proyecto era inviable) y las empresas constructoras proceden de casi todos los continentes. Una de ellas es española, OHL, y se ha encargado de suministrar la energía, instalar la señalización y servir las comunicaciones de uno de los segmentos.

El Bósforo es un territorio especial; un polo de atracción para europeos y asiáticos proclive a la ensoñación y a la fantasía. A nadie le extraña que durante la construcción del túnel se descubrieran los restos de una flota bizantina, los restos fantasmales de un esplendor mal defendido por las potencias europeas del siglo XV. Por fortuna, ahora es un puente entre dos mundos construido por una tecnología de vanguardia con una finalidad racional y mensurable: trazar una línea continua de transporte ferroviario entre el Extremo Oriente y Occidente.

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