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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El derecho a decidir

El “derecho a decidir”, como el de a expresarse, reunirse o asociarse, es un derecho de la persona. Como tal, solamente puede ejercerse de forma individual. Eso significa que el día que los catalanes votemos en el referéndum (si es que llegamos a hacerlo), no estaremos aún ejerciendo ese derecho, estaremos simplemente midiendo las fuerzas de cada una de las opciones que la pregunta nos plantee, nada más.

El derecho a decir lo ejerceremos —de forma individual— la noche que el señor Junqueras se proclame ganador de las elecciones (si se cumple lo que indican las últimas encuestas) y declare la independencia unilateral de Cataluña. Ese día —y no antes— cada uno de nosotros tomará una decisión. Unos decidirán dejar de ser ciudadanos españoles (y europeos). Y otros decidiremos lo contrario. Es inevitable: la Cataluña independiente y unida dejará de ser una realidad el primer día de su vida. La pregunta es: ¿qué tipo de existencia puede tener un país segregado interiormente en dos mitades, no en base a motivos lingüísticos o religiosos, sino en base a algo con muchas más implicaciones prácticas, como es el pasaporte que cada uno de sus ciudadanos lleva en el bolsillo? La Cataluña independiente es posible: solo hay que darle los votos necesarios en las próximas elecciones a unas determinadas siglas políticas. Pero solamente puede ser extracomunitaria y segregada interiormente en dos mitades.

Sinceramente, ¿cuál de esas dos Cataluñas posibles va a dar más oportunidades a nuestros hijos? ¿una Cataluña dividida y expulsada de Europa; o una unida, europea y motor económico de uno de los grandes países del continente por población y por PIB?— Nacho Martínez. Esparreguera, Barcelona.

Después de cualquier manifestación nacionalista, sea de un bando o de otro, en los medios, redes sociales, en la calle, en los bares, no se habla de otra cosa: las cifras. Me entristece que el debate sobre los nacionalismos se reduzca solo a eso, al número de asistentes. Me entristece que se tomen las cifras como argumento irrefutable de victoria o de derrota. Me entristece que las cifras se manipulen de forma tan visible, que una misma plaza aumente o disminuya de capacidad según convenga. Me entristece que las cifras dejen un papel secundario a los verdaderos argumentos políticos que el pueblo y el Gobierno deben debatir. ¿Acaso por gritar más fuerte uno tiene más razón?— Eduard Mairal Cànovas. Barcelona.

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