El Comercio Justo crece y cambia
Por Mercedes García de Vinuesa, presidenta de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo
En el último año y en nuestro país las ventas de productos de Comercio Justo siguieron creciendo: concretamente un 6% con respecto al año anterior. Y desde el 2008, el aumento es de más del 33%. Unos resultados y una tendencia que sin duda chocan con la actual situación económica. ¿Acaso son los consumidores de Comercio Justo indiferentes a la crisis? No, en absoluto. Lo que ocurre es que cada vez hay más consumidores de Comercio Justo con perfiles más diversos.
Y, ¿a qué se debe este aumento? Se debe a que cada vez hay más espacios donde podemos encontrar estos productos: tiendas de Comercio Justo, grandes superficies, supermercados, herbolarios, tiendas ecológicas, grupos de consumo, hoteles, cafeterías.
Las personas que van a cada uno de estos espacios son diferentes y, seguramente, tienen motivaciones diferentes a la hora de consumir productos de Comercio Justo. El abanico es muy amplio: encontramos desde el consumidor altamente informado y comprometido hasta el que apenas es consciente de estar consumiendo Comercio Justo ni los beneficios que está generando con ese consumo. En el medio de este abanico hay múltiples variedades.
Aquella imagen que durante más de veinte años caracterizó al Comercio Justo español (consumidores muy concienciados y activistas que acudían a las tiendas a comprar productos importados directamente por organizaciones de Comercio Justo) se ha visto desbordado por nuevas realidades. Hoy el Comercio Justo es más complejo. Es un sector de la economía solidaria que crece a la vez que cambia, o más bien, que crece porque cambia y viceversa.
La alimentación es uno de los tres pilares en los que se apoya el crecimiento del Comercio Justo. Los otros dos son, por un lado, los productos certificados por el sello Fairtrade, que registraron un aumento del 11,5% con respecto al año anterior. Y, por otro lado, la distribución a través de supermercados y otros canales mayoritarios como vending o cafeterías.
Estas tres luces generan, a su vez, sombras. Además de la bajada en las artesanías, están la caída de los productos importados por las organizaciones de Comercio Justo y las ventas en las tiendas especializadas.
En esta realidad las organizaciones de Comercio Justo no ocultamos nuestra preocupación. Para nosotros, el Comercio Justo no consiste solo en comprar y vender, sino que es un movimiento de transformación social y económica, supone participar, informarse, involucrarse, estar en contacto con otros movimientos de la economía solidaria y esto es lo que se genera a partir de la acción desarrollada en las tiendas y organizaciones. Éstas son lugares de encuentro entre quienes entendemos que hace falta otro modelo económico con criterios más humanos y sostenibles. Nos alegramos, ¡cómo no!, del aumento global de las ventas de Comercio Justo pero lamentamos que la crisis esté haciendo mella en las tiendas, en los espacios que son el corazón del Comercio Justo, la parte esencial de nuestro movimiento.
No somos ajenos a que este panorama de crecimiento y cambio ha abierto algunos debates y ha movilizado los que ya estaban abiertos. Son, desde luego, unos debates necesarios y naturales en un movimiento transformador y una señal de que está vivo y alerta. Ante ellos, lo más probable es que no lleguemos a ninguna conclusión. Y, en realidad, quizá no haga falta. Asumir la complejidad y diversidad crecientes pueden resultar una clave para que el Comercio Justo siga creciendo. Porque, de un modo u otro, lo que sí tenemos claro es que necesitamos ser muchos más, necesitamos que cada vez haya más personas que sepamos que el consumo no es un acto neutro, sino un acto político con el que tomar partido por tipo de mundo u otro.
Fotografía de apertura: Alimentación de Comercio Justo. (c) M. Charlon
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