El último capricho del filántropo: un museo de arte
Eli Broad, con una fortuna estimada en 6.900 millones, recopila su colección pictórica de más de 2.000 piezas en un complejo abierto al público El empresario es la única persona que tuvo dos empresas en listados diferentes del Fortune 500, la clasificación de las mayores corporaciones de EE UU
Si alguien quiere saber cómo van las cosas en el mercado de la vivienda en EE UU, que le pregunte a Eli Broad. Su primera propiedad la compró con 21 años, pidiendo el dinero prestado a sus suegros. Eso fue en 1957, cuando fundó la constructora Kaufman & Broad tres años después de graduarse en económicas. Es también un apasionado del arte contemporáneo. El magnate abrirá en un año las puertas de su museo en Los Ángeles, y el acceso será gratis, para que todo el mundo pueda cultivarse con su colección.
Broad empezó a construir su imperio empresarial hace seis décadas, con 25.000 dólares en el bolsillo. Si se ajusta a la inflación, era bastante dinero, unos 208.000 dólares de hoy. Antes, mientras estudiaba, vendió cubos de basura puerta a puerta y trabajó como operario para la Packard Motor. De ahí a ser una de las grandes fortunas del planeta, con una riqueza estimada por Forbes en 6.900 millones de dólares. Esa cantidad coloca al octogenario el 59 en la lista de los más ricos de EE UU y el 191 del mundo.
El magnate llegó a ser uno de los principales constructores inmobiliarios del país. Su empresa ofrecía vivienda a un precio asequible a los padres de la generación del baby boom. Al negocio le sumó una década después la aseguradora SunLife, que reconvirtió y acabó vendiendo en 1998 al gigante American Internacional Group en una operación valorada en 18.000 millones de dólares.
Eli Broad es la única persona que tuvo dos empresas en listados diferentes del Fortune 500, la clasificación de las mayores corporaciones de EE UU. Ahora dedica casi todo su tiempo a la filantropía. A lo largo de su vida destinó más de 3.500 millones a obras benéficas a través de su fundación. Su nombre también se asocia con la campaña que lidera Michael Bloomberg, alcalde de Nueva York, para reforzar los controles a la venta de armas.
La gran pasión de Broad desde que aparcó por completo el mundo de los negocios es el arte. Dice que ayuda a la gente a ser más creativa en la manera de pensar, porque inspira. Por eso quiere que las obras que fue comprando gracias a su fortuna, desde Andy Warhol a Roy Lichtenstein, pasando por Ed Ruscha y Cindy Sherman, lleguen al mayor número de personas posible.
El museo que está construyendo en el centro de Los Ángeles, la ciudad donde reside actualmente con su mujer Edythe, es un proyecto valorado en 140 millones. Se llamará The Broad y la colección que acogerá el complejo, compuesta por unas 2.000 obras, no tiene precio. El edificio de tres plantas también será la sede de su fundación. El complejo, situado junto al Walt Disney Concert Hall, abrirá sus puertas al público dentro de un año.
Broad lleva medio siglo viviendo en la ciudad californiana. La llama su casa de adopción. Aunque nació en el barrio neoyorquino del Bronx, se crió en Detroit. Cuando llegó a Los Ángeles echó en falta un centro cultural vibrante. Todas las ciudades, dicen, lo necesitan. Por eso ayudó a construir la sala de conciertos de Disney y rescató el proyecto que dio vida al Museo de Arte Contemporáneo (MOCA), situado justo en la acera opuesta de su museo.
Curiosa afirmación viendo lo que está pasando con el arte en la ciudad que le vio crecer, convertido ahora en moneda de cambio en el proceso de ajuste de las cuentas públicas tras declararse en bancarrota. La idea de Eli Broad es cobrar al público solo por las muestras especiales. Dice que The Broad, diseñado por Elizabeth Diller, recogerá todo lo que soñó durante su vida.
