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Columna
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Visiones

¿Para qué decir que cien mil ya no buscan trabajo si puedes decir que treinta y uno lo han encontrado?

Jorge M. Reverte

Van dos caníbales, padre e hijo, por la selva y llegan a un calvero. Allí, disfrutando de los potentes rayos del sol tropical, hay una mujer blanca, rubia y bellísima, completamente desnuda. Los dos salvajes se quedan atónitos contemplándola. Al poco, el hijo pregunta: “¿Nos la comemos, papá?”. El padre le da una respuesta tajante: “No. La cogemos, nos la llevamos a nuestra cabaña y nos comemos a tu madre”.

Los asistentes a la cena se ríen con el chiste. Menos dos mujeres que le espetan al narrador: “Eres un machista”. El hombre se disculpa y cambia de conversación.

Unos días después, en circunstancias parecidas, empieza otra historia:

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Van dos mujeres caníbales por la selva. Al llegar a un calvero, descubren a un hombre blanco bellísimo tomando el sol desnudo. La hija le propone a la madre comérselo. La madre dice: “No. Lo cogemos, nos lo llevamos a casa y nos comemos a tu padre”.

Las mujeres que asisten a la cena se parten de risa, como los hombres. Nadie protesta. El narrador sabe que ha encontrado el punto de vista correcto.

Va un profesor de Historia en la Universidad del País Vasco y cuenta la vida de Zumalacárregui metiendo alguna ironía sobre el personaje. Un alumno se levanta airado y le reprocha su tono: “Zumalacárregui era un nacionalista”.

El profesor se queda desconcertado por un momento, pero reacciona: “Sí, lo era, pero español”.

Un lío. Se monta la de Dios. ¿Qué le habría costado al docente cambiar un poco el discurso? Podría no haber añadido lo de español, o podría haber corregido su tono impertinente para referirse a un carlista que luchaba contra los borbones encarnados en los liberales bilbaínos.

¿Para qué decir que 100.000 ya no buscan trabajo si puedes decir que 31 lo han encontrado?

Son ganas de dar la matraca.

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