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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un día que duró 100 años

El mítico campo de San Mamés cierra sus puertas y dentro de una semanas se abre la nueva sede del Athletic de Bilbao

MARCOS BALFAGÓN

Veintiún años de edad tenía Pichichi aquel 21 de agosto de 1913 en que marcó el primer gol anotado en el campo de San Mamés que esa tarde se inauguraba. Dentro de tres o cuatro semanas abrirá sus puertas el nuevo San Mamés, en el que se injertará parte del que ahora desaparece: el lateral de la tribuna principal, la del arco que lo ha identificado durante 60 años, y en cuya zona ha estado desde 1926, cuatro después de su muerte, el busto de Rafael Moreno Aranzadi, Pichichi, ante el que todos los equipos que visitaban San Mamés por primera vez depositaban un ramo de flores. Ese rito se mantendrá sin duda en el nuevo.

El busto de Pichichi y esa parte del espacio que ocupó la tribuna del arco, y que ahora será el fondo situado tras una de las porterías, cumplirá la función simbólica de cordón umbilical entre el ayer y el mañana. El estadio a punto de nacer está colgado sobre la última curva de la ría del Nervión antes de abandonar el perímetro de la ciudad camino de la mar Cantábrica. San Mamés se encuentra en la margen izquierda, aunque los primeros terrenos de juego del Athletic, entre 1898 y 1913, estuvieron en la margen derecha, primero en las campas de Lamiako y luego en Jolaseta (Getxo).

Durante algún tiempo se pensó en edificar el nuevo en la Campa de los Ingleses, donde ahora está el Guggenheim, y en la que a principios del siglo XX jugó Pichichi sus primeros partidos. Sobrino de Unamuno, Pichichi es, con Belauste, el jugador más representativo de la segunda década del siglo, como Gorostiza lo sería de los años 30 y Zarra, con Gainza, de la primera generación de posguerra. Otro miembro de esa quinta, Rafael Iriondo, único sobreviviente de la famosa delantera de los 40 y 50, estuvo ayer, a sus casi 95 años, con una nietecita, en un acto celebrado en el Guggenheim con motivo de la presentación de un vídeo sobre los cien años del venerable campo.

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Escribe Miguel Angel Asturias: “Después de un día que duró muchos siglos volvió viejo y solo le quedó tiempo para fundar un pueblo de cien casitas alrededor de un templo”: la nueva catedral. Desde ella se ve el Museo Marítimo en el que, a orillas del Nervión, está amarrada, vieja pero no jubilada, la gabarra de los campeones.

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