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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Accidente ferroviario

Leo en La Cuarta Página de EL PAÍS, del jueves 8 de agosto, el artículo Causas últimas del accidente ferroviario de Adolfo Barrio; y celebro que alguien ponga las cosas en su sitio, con competencia y sensatez. ¿Que hubo un despiste? ¿Quién no lo tiene? ¿Que se cruzó una llamada inoportuna? ¿Cuándo no se cruza alguna? Lo que no cabe en ninguna cabeza mínimamente amueblada es que la vida de cientos de personas esté a merced de la atención alerta de un individuo cuando hay medios para reemplazarla. ¿Acaso un maquinista no puede ser en cualquier momento víctima de un paro cardiaco, o algo por el estilo, que le deje de pronto fuera de juego? ¿Cómo se concibe que en una línea de velocidad alta se inserte un tramo que no permite circular a más de 80 kilómetros por hora y que, tras la catástrofe, se reduce a 30 para calmar los ánimos más maleables?

Como arquitecto, lamento, y me avergüenza el estallido de la burbuja inmobiliaria. Pero ¿por qué no hablamos de la burbuja ferroviaria, tan escandalosa o más que aquella? ¿A santo de qué esa fórmula enloquecida de AVE para todos y a cualquier precio? Y aun quiero anotar una conjetura más, que no pasa de serlo, pues no soy del ramo, como lo es enhorabuena el vicepresidente Barrio Mozo. Creo que las formaciones Alvia deben su nombre y su prestigio a un sofisticado sistema que permite circular por vías de ancho distinto. Pues bien, sospecho que ese mecanismo, sin duda ingenioso y sofisticado, las hace inevitablemente más vulnerables que otras, menos todoterreno, al descarrilamiento. En todo caso sería una razón de más para afinar las cautelas.— Joaquín Arnau Amo. Albacete.

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Tras haber sido el máximo responsable de la ejecución y puesta en servicio de la línea de alta velocidad Madrid-Sevilla, así como de la explotación y de la seguridad ferroviaria de Renfe hasta 1999, lamento profundamente el fatal accidente acaecido el pasado día 24 cerca de Santiago. Para los ferroviarios de cualquier condición, los accidentes —y este en especial por su magnitud— suponen siempre un fracaso colectivo y traumático, por cuyo motivo, el mejor servicio que podemos hacer a la sociedad es analizar con rigor el accidente y encontrar soluciones para que no se vuelva a repetir.

El artículo Causas últimas del accidente ferroviario firmado por Adolfo Barrio, inserto en las páginas de Opinión de su diario del 8 de agosto, no creo que contribuya a este propósito. Afirma que en el tramo Orense-Santiago no funcionaba ningún sistema de seguridad que previniera el fallo humano, cuando el ASFA, que no es un sistema continuo, sino puntual, sí lo previene en las señales que no son obedecidas por los maquinistas. Además, supone que el tren del accidente, para cumplir el horario, debía circular buena parte de su trayecto a más de 200 kilómetros por hora (km/h), así como que en líneas de alta velocidad sin sistema de seguridad preventivo (supongo que se refiere al ERTMS, aunque no lo cita) los trenes circulan a 300 km/h. Craso error, porque en las líneas AVE sin ERTMS solo se puede circular a 200 km/h limitados por el sistema ASFA.

Otra afirmación es “no parece descabellada la suposición de que nos hayamos metido en más de lo que podíamos digerir y que todo ello haya llevado a tratar de ahorrar en lo que, en la práctica era fundamental, la seguridad”. Puedo asegurar, por mis 32 años de experiencia en Renfe, que esta afirmación sí es descabellada. Por último, parece extraño que el vicepresidente de la Asociación Española de Derecho Ferroviario omita que la separación de la infraestructura y la operación (Adif y Renfe) se realizó en los ferrocarriles españoles siguiendo la directiva comunitaria 91/440.— José Luis Villa de la Torre.

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