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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

No todo vale

Esta entrada ha sido escrita por Jaime Bravo. Puedes consultar su blog Beneficio marginal.

Un soldado reza mientras realiza labores de búsqueda tras la tragedia / EFE

El pasado 24 de abril varias fábricas se derrumbaron en Bangladesh, en el Sudeste Asiático. Hubo, aproximadamente, 1127 muertos y 2500 heridos. Desde ese momento, la situación en la que se encontraban los trabajadores bangladesíes fue un tema de debate en todos los medios de prensa. Hay una postura que defiende que, ciertamente, las fábricas donde los trabajadores bangladesíes trabajan les sacan de la pobreza y les dan perspectivas de futuro. Parecería ser que, en los últimos tiempos, el desarrollo está ligado con la explotación laboral y social.

Los núcleos de producción textil del Sudeste Asiático son varios: Pakistán, Bangladesh e India concentran gran parte de la producción textil de la zona. Myanmar, la antigua Birmania, pese a tener un nivel educativo en el que más del 95% de la población tiene acceso a educación y con una equidad en el ratio niñas­niños del 101% (en otras palabras, como la mayoría de los países europeos) también se ha apuntado a la ‘moda’ del low cost. Pero, ¿es esto una verdadera vía de desarollo?

Cuando las fábricas de Bangladesh se derrumbaron, muchos protestamos. Otros, defendieron que las fábricas siguiesen con su modelo de producción a costa de la ciudadanía. Soy consciente de dos cosas: muchas personas defienden el modelo pre­tragedia por intereses y las fábricas forman parte de la actividad económica de los ciudadanos de Bangladesh. Ciertamente, y sin entrar en academicismos, Bangladesh está pasando por lo que algunos economistas del siglo XX consideraron como espiral de pobreza. No hay ninguna duda de que Bangladesh no puede hacer otra cosa porque cambiar su modelo requiere de formación y, la formación, necesita capital. El dilema, entonces, es evidente: ¿permitir o no las fábricas?

La realidad es que hay que abogar por una mezcla de las dos. Cuando ocurrió la tragedia, descubrimos que se daban unas condiciones infrahumanas. Realmente, dando una vuelta a los datos podríamos ver que Bangladesh es uno de los países subdesarrollados que tiene una gran dependencia de la agricultura como elemento que aporta al PIB, en particular, entre un 15 y un 24%. El sector industrial, por tanto, ha significado un beneficio. O, mejor dicho, podría significar un beneficio. En cualquier caso, el desarrollo económico no significa sufrir la explotación. Desarrollo significa crear un modelo social, económico y ambiental que sea sostenible. Que el capital extranjero invierta en un país en vías de desarrollo es importante, necesario. Debe, definitivamente, contribuir a la creación de un modelo sostenible.

Es muy importante hacer hincapié en dos cosas en particular. La primera, que las condiciones deben mejorar de manera radical en los países que atraigan a multinacionales extranjeras. Es insoportable ver lo que está sucediendo en los países pobres donde se emplea a mano de obra menor de 18 años y donde la inversión en educación se reduce año tras año mientras aumentan los permisos al capital extranjero. Además, la mejora de las condiciones sociales seguiría conllevando un amplio beneficio para estos. Los bangladesíes tienen el salario más bajo del mundo textil ­30 euros mensuales al cambio. La segunda y última cosa es que los países subdesarrollados han de darse cuenta de que no todo vale para crecer. Considerar otros indicadores económicos es necesario para poder trazar una imagen real del país en cuestión. Las fábricas son importantes. Pero nunca olvidemos que las personas lo son mucho más.

Comentarios

Lo mejor el 4º párrafo! WTF?!!
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