Monseñor va a la cárcel
La Guardia de Finanzas de Italia detiene a un empleado del Vaticano acusado de corrupción, calumnia y estafa
Trabajó como ejecutivo de un banco antes de convertirse en cura, y la vocación le llegó tarde. En el Vaticano supieron sin embargo valorar su experiencia, así que terminó al frente del servicio de contabilidad de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA). Ahí se mueve mucho dinero, y es que en esas oficinas se ocupan de los muchos bienes que atesora el Vaticano, una gran parte de ellos inmobiliarios. De hecho a Nunzio Scarano lo conocían como monseñor 500, pues era aficionado a llevar encima un montón de billetes de euro de esa cifra. Todo un signo. El viernes, la Guardia de Finanzas italiana lo detuvo y está en una cárcel de Roma. Lo acusan de corrupción, calumnia y estafa.
Tiene 61 años y cuentan que en Salerno, el lugar donde nació, disfruta de una mansión con abundantes obras de arte. El asunto que ha terminado por complicarle la vida se relaciona con unas cuentas en Suiza. Su misión, presuntamente, fue la de organizar la repatriación de unos 20 millones de euros, que salieron de aquella manera de Italia para no pagar ni un céntimo de impuestos, y debían regresar también por caminos poco ortodoxos. Por ejemplo, en un jet privado.
Así que se puso de acuerdo con un exagente de los servicios secretos, Giovanni Maria Zito, para que este se encargara de trasladar el dinero de Suiza a Italia sin contratiempos. En Locarno, donde esperaba el avión, el dinero lo facilitaría Giovanni Carenzio, un crack de las finanzas casado con una dama de la alta burguesía canaria y que llevaba desaparecido de las islas desde que timó a un montón de codiciosos inversores del lugar. La última pata de la trama corresponde a los que se presume eran los dueños del dinero: la familia D’Amico, armadores de Salerno y viejos conocidos del sacerdote.
Una apasionante historia, pues, de sotanas, espías y timadores de lujo. El dato crucial sea acaso que la detención tuvo lugar pocos días después de que el papa Francisco anunciara la creación de una comisión para investigar al banco del Vaticano, el Instituto para las Obras de Religión (IOR), y que fuera resultado de una investigación sobre presuntas irregularidades en la gestión del mismo. ¿Irá la cosa esta vez en serio? El folletín no ha hecho más que empezar.
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