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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Propaganda

Artur Mas propone a los seis meses de gobierno un vacuo y puntilloso plan con 212 medidas

Cuando un dirigente político anuncia que persigue 212 proyectos, lo más probable es que no tenga ninguno, sobre todo si lo declara apenas medio año después de airear un programa de Gobierno. El presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, proclamó ayer una hoja de ruta, bajo el título Plan de Gobierno 2013-2016, al mismo tiempo detalladísimo e inconcreto. Mas precisa hasta el puntillismo administrativo al anunciar un reglamento sobre “las fiestas tradicionales con bueyes” (que a buen seguro es una de las grandes preocupaciones de los catalanes atenazados por la crisis). Y huye de toda concreción al hurtar la aplicación de los seis nuevos impuestos que le impuso Esquerra a su programa de Gobierno —contra su compromiso de bajar la presión fiscal— bajo el etéreo título de un anteproyecto “de medidas fiscales y financieras”.

Este catálogo de medidas carece de prioridades, de presupuestos con el que alcanzarlo y de alianzas para fraguarlo. Es más bien un ejercicio de propaganda puro y duro. Artur Mas trata con ello de sortear la convicción general de que gobierna en favor y bajo el dictado de otro partido, Esquerra Republicana; que su programa no es otro que el de este, la independencia, por completo ajeno a la tradición pactista del suyo, Convergència Democràtica; y que su relato no va más allá del sueño autárquico.

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Las encuestas y la dinámica política subrayan la supeditación de Mas a los independentistas y lo convierten en su subordinado, no en su héroe. Por eso pretende salirse del abrazo mortal al que le llevan sus propias decisiones. Por eso aparenta una imposible equidistancia entre el socio secesionista que él —y nadie más— eligió, y su partido federado, la confederal Unió de Duran Lleida. Por eso llama inútilmente a los socialistas a su Gobierno e insiste al mismo tiempo en crear “estructuras de Estado” de facto alicortas y de iure provocadoras, de dudosa legalidad y de clara irrelevancia.

Y llama a Esquerra a compartir el desgaste del poder, cuando sabe que esta formación descubrió con él la fórmula de estar en el poder y en la oposición, sin desgaste alguno, más que el del propio Mas. Su presunto plan no es un plan, ni tiene de acción de Gobierno más que la apariencia, ni su calendario es otra cosa que pura cabalística. Malas noticias que sumar a las malas noticias.

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