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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

Lluvia de mangos preelectoral

José Naranjo

Cruzando uno de los puentes de Bamako. / Foto: J.N.

En Bamako hace un calor infernal estos días. Algunas tardes, de repente, el aire se llena de polvo levantado por el viento, el cielo comienza a encapotarse y caen cuatro gotas que se traga la tierra sedienta. Es lo que llaman la lluvia de mangos, pequeños aguaceros que irrumpen en la estación seca, cuando le toca madurar a esta fruta. Pero la verdadera temporada de lluvias, esa que abre las compuertas del cielo durante horas y lo llena todo de agua y deja el ambiente limpio y fresco y feliz, esa todavía no ha llegado a Bamako. Y como a perro flaco todo son pulgas, el calorazo previo al tiempo de lluvias ha venido este año acompañado de frecuentes cortes de luz que convierten a ventiladores y aparatos de aire acondicionado en objetos inútiles durante varias horas al día. Sin embargo, esto no es lo peor. Lo más grave de los incesantes apagones es lo que representan de pérdidas para la actividad económica de un país sumido en una grave crisis política e institucional.

Los cortes de luz no son fruto de la casualidad. Si bien en esta época del año siempre suele haber apagones debido al bajo del nivel del río (una parte de la energía es de origen hidroeléctrico), la verdadera causa hay que buscarla en el hecho de que la empresa suministradora de electricidad al país, Energía de Malí SA (EDM), arrastra una deuda de unos 107 millones de euros con empresas petroleras, entre ellas la maliense Ben and Co. y la francesa Total, proveedores y bancos. Esta enorme deuda que atenaza a EDM ha impedido llevar a cabo el mantenimiento adecuado de las centrales, lo que limita la producción de energía. Y, para colmo de males, limita también a compra de combustible para abastecer a los grupos que sí funcionan, en un momento en que la demanda está muy por encima de la oferta.

Dioncounda Traoré y su inseparable bufanda blanca, en Tombuctú. / Foto: J.N.

Así las cosas, y pese a los esfuerzos del Gobierno por hacer frente a este problema, los malienses se aferran a la esperanza de que la temporada de lluvias se adelante un poco este año y el ambiente comience a refrescar. Sin embargo, junto al calor y los cortes de luz, uno de los temas de conversación preferidos en la calle estos días es el de las elecciones. Después del golpe de estado de marzo de 2012, Malí está regido por un presidente interino, Dioncounda Traoré, que, en realidad, es rehén de quien realmente toma las decisiones importantes en el país, la junta militar golpista que preside el capitán Amadou Haya Sanogo que sigue instalada en el cuartel de Kati, a pocos kilómetros de la capital.

La hoja de ruta de la transición, acordada con la Cedeao, establece la fecha del 7 de julio para la celebración de la primera vuelta de los comicios presidenciales. Todo el mundo coincide en que es necesario que Malí cuente, cuanto antes, con un gobierno y un presidente emanados de un proceso legítimo de elecciones para poder sacar al país de la actual situación de inmovilismo. Pero la enorme insistencia con la que Francia y Estados Unidos han presionado para que se respete este calendario puede generar un problema aún mayor. Porque llevar a cabo unas elecciones sin que se den las condiciones que garanticen que pueda votar el mayor número posible de electores y hacerlo de manera libre y democrática sería como volver a echarlo todo a perder. Malí necesita gobernantes sólidos, pero para ello hacen falta comicios creíbles. La terrible experiencia de las elecciones presidenciales en la vecina Costa de Marfil en 2010, que acabaron con más de 3.000 muertos porque no se respetaron las condiciones necesarias para las mismas, está en la mente de todos. Y la fecha del 7 de julio se antoja, cuando menos, precipitada.

Soldado maliense corre durante el ataque yihadista a Gao del 10 de febrero. / Foto: J.N.

¿Por qué es precipitado celebrar elecciones en dos meses? En primer lugar, aún no se ha restablecido la integridad territorial del país. En la región norteña de Kidal no hay ni rastro de la Administración maliense porque allí quienes campan a sus anchas son los rebeldes tuaregs del Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA) con el beneplácito del Ejército francés. Si el objetivo de la operación militar Serval puesta en marcha por Francia el pasado mes de enero era devolver a Malí la soberanía sobre su territorio, la guerra no ha terminado. Y en amplias zonas de las regiones de Gao y Tombuctú, donde aún quedan yihadistas que no pudieron huir, no existen las condiciones de seguridad mínimas para garantizar unas elecciones tranquilas. Ataques y atentados se pueden producir en cualquier momento.

En segundo lugar, los nuevos carnés electorales que se rigen por parámetros biométricos, necesarios para votar, no han sido distribuidos. Al parecer, la Comisión Electoral ya tiene en su poder unos seis millones de carnés NINA (Número de Identificación Nacional) elaborados a toda prisa en los últimos meses, pero aún no han sido distribuidos. Y Malí no solo es enorme sino que aún hay unas 300.000 personas refugiadas en países extranjeros (sobre todo Burkina Faso, Mauritania y Níger) o desplazadas de sus hogares por el conflicto del norte. Hace unos días, el propio presidente de la comisión electoral, Mamadou Diamoutani, expresó sus serias dudas de que se llegue a tiempo para el 7 de julio.

Pese a todo, la maquinaria electoral de los partidos se ha puesto en marcha y se van perfilando algunos de los principales candidatos para convertirse en nuevo presidente de Malí en uno de los periodos más difíciles de su historia. Aunque la reacción del electorado maliense, hasta ahora poco ilusionado (las tasas de participación nunca superan el 40%) puede ser imprevisible tras el fuerte impacto que ha sufrido en el último año y medio, en el que ha habido una rebelión, un golpe de estado, la ocupación del norte por grupos yihadistas y una guerra con participación de soldados extranjeros que todavía están en el país, entre el batiburrillo de siglas y nombres hay algunos políticos aparecen en todas las quinielas.

Ibrahim Boubacar Keita. / Foto: Página oficial IBK

El primero de ellos es Ibrahim Boubacar Keita, conocido como IBK. Ya era el favorito en las elecciones de abril de 2012 que se vieron interrumpidas por el golpe de estado. Historiador de formación, fue uno de los fundadores y luego presidente del partido político Alianza por la Democracia en Malí-Partido Africano por la Solidaridad y la Justicia (Adema-PASJ) que aupó a Alpha Oumar Konaré (AOK) a la Presidencia del país entre 1992 y 2002. En este periodo llegó a ser ministro de Exteriores y primer ministro, cargo que ocupó entre 1994 y 2000.

Sin embargo, las luchas intestinas en el seno de Adema por suceder a Konaré le costaron su salida del Gobierno primero y del partido después, fundando en 2001 un nuevo partido, Agrupación por Malí (RPM). Pese a su esfuerzo, en las elecciones presidenciales de 2002 queda en tercera posición y no llega ni siquiera a la segunda vuelta, mientras que en las de 2007 obtiene un meritorio segundo puesto, pero no logra forzar el balotaje frente a Amadou Toumani Touré (ATT). IBK, por tanto, presenta sus credenciales de político bregado en mil batallas. Sin embargo, su apoyo más o menos explícito al golpe de estado de marzo de 2012 y su pertenencia a la “vieja clase política” de la que los malienses han manifestado en muchas ocasiones su hartazgo le puede pasar factura.

Soumaïla Cissé, uno de los favoritos para las elecciones, / Foto: AFP

Igual le puede ocurrir a Soumaïla Cissé, segundo candidato que parte en buena de posición en la parrilla de salida. Ingeniero informático nacido en Tombuctú, también fue fundador de Adema-PASJ y ocupó responsabilidades de gobierno en la época de AOK, ocupando, entre otras, las carteras de Finanzas, Medio Ambiente y Urbanismo. El partido le eligió para suceder a Konaré en las presidenciales de 2002, pero en la segunda vuelta sólo obtuvo el 35% de los votos y fue derrotado por Amadou Toumani Touré. Siguiendo una trayectoria similar a la de IBK, Cissé abandona las filas de Adema en 2003 y crea su propio partido, Unión por la República y la Democracia (URD). En su haber tiene el hecho de haber sido víctima de la represión por los golpistas de marzo de 2012, que lo detuvieron durante varios días.

Otros dos candidatos a tener muy en cuenta son el ingeniero de minas de 46 años Dramané Dembelé, que aunque se presenta por el viejo Adema es un rostro relativamente nuevo en la política maliense, y Modibo Sidibé, quien fuera primer ministro de ATT y a quien su vinculación con el ex presidente al que se acusa de todos los males que flagelan a este país no le será de mucha ayuda. Sidibé, sin embargo, tiene excelentes conexiones. Otros candidatos con menos medios que jugarán su rol a la hora de las alianzas son, por ejemplo, el veterano político de Kayes Tiebilé Dramé, Mountaga Tall, líder de Congreso Nacional de Iniciativa Democrática o incluso el controvertido Oumar Mariko, gran defensor del golpe de estado de Sanogo. Una curiosidad, el hijo del ex dictador Moussa Traoré, Cheick Boucady Traoré, también concurre a los comicios.

El ambiente es de efervescencia. Más de cien partidos políticos, al menos una veintena de candidatos. En cierta medida, recuerda a la época de la Transición en España. Malí ha vivido una experiencia traumática que ha puesto en peligro incluso su supervivencia como estado. Y son legión quienes señalan a la clase política como responsables por su inacción o su complicidad. Hay que reconstruir al país.

En este sentido, tampoco sería descabellado pensar en un enorme voto de castigo a la vieja guardia y que puedan emerger figuras políticas jóvenes, rostros nuevos como el de Moussa Mara, el joven alcalde del Barrio Cuatro de Bamako que se presenta por el partido Cambio, o el de Abbas Meïga, entusiasta líder del Partido por una nueva África (Panafrik).

Lo cierto es que todos ellos están ya inmersos ya en la precampaña con las miras puestas en julio. Unos recorren los pasillos del poder en Francia porque están convencidos que "el camino a Koulouba (Palacio presidencial maliense) pasa por el Elíseo", otros se arremangan la camisa y recorren ya los barrios y los pueblos.

Los militantes de los diversos partidos están activos y listos, comprometidos con sus líderes. Sin embargo, como ya se ha explicado, persisten muchas dudas respecto a que, realmente, se puedan celebrar las elecciones en julio. Al igual que ocurre estos días cuando en algunas calurosas tardes de Bamako el cielo comienza a ponerse amenazador para luego sólo dejar caer algunas miserables gotas de su lluvia de mangos, más bien parece que todo este ruido y revuelo preelectoral no es sino el anuncio de la verdadera lluvia. Y pronto se sabrá si el momento de la verdad será en julio o se pospone a después del verano.

Comentarios

pero realmente seràn elecciones justas, y no "influenciadas" por otros países con intereses?
Gracias por la crónica y mantenernos informados de este país que me tiene robado el corazón!!
pero realmente seràn elecciones justas, y no "influenciadas" por otros países con intereses?
Gracias por la crónica y mantenernos informados de este país que me tiene robado el corazón!!

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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