Imprime y dispara
Un joven texano desafía con una impresora 3D la campaña de Obama para restringir las armas de fuego
Ni siquiera Clint Eastwod pudo impedir que el malo disparara —claro que era John Malkovitch— sobre el presidente de Estados Unidos con una pistola que se había fabricado él mismo. Una película, En la línea de fuego, se adelantó una vez más a la realidad. Si ya sabíamos que cualquiera puede fabricar un cóctel molótov con una botella o una bomba con una olla exprés, a partir de ahora las armas de fuego se copiarán en la impresora del niño.
Cody Rudledge Wilson, un texano de 25 años de edad, estudiante de Derecho en la Universidad de Austin, ha conseguido en ocho meses su propósito de que todos los norteamericanos puedan hacer realidad la segunda enmienda de la Constitución, aquella que permite a todos los ciudadanos la tenencia, el uso y el transporte de armas para su propia defensa. Por si no hubiera ya bastantes facilidades en el país, la pistola de Wilson, denominada Liberator, se pone al alcance de todo aquel que tenga una impresora 3D y una conexión a Internet. No hace falta más. El software del diseño de las piezas se encuentra en Defcad.org, desde donde se puede descargar libre y gratuitamente.
El ingenio de Wilson ha puesto en la mesa, prematuramente, una de las consecuencias del auge de las impresoras 3D, un fenómeno aún en su bisoñez, pero llamado a una nueva revolución industrial: devolver la fábrica al ámbito familiar, a la casa. Los cambios que implican las impresoras 3D son inimaginables para muchos, aunque no para el joven texano que, de un plumazo, ha hecho tambalear toda la ofensiva del presidente Obama para restringir la compra de armas por los particulares a raíz de matanzas como la de Newtown.
Aunque Wilson ha logrado una licencia como fabricante de armas —lo que hace sospechar que su filantrópica idea acabará como negocio—, de momento lo difícil es impedir la fabricación de pistolas caseras, no ya en Estados Unidos, sino en cualquier hogar del planeta, sean cual sean sus leyes. El joven texano, que se ve como un hijo normal de familia de clase media, conservadora y religiosa, está absolutamente en contra del poder de los Gobiernos, y de que detenten el monopolio del uso de la violencia.
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