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Columna
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Sacrificios

¿Qué condujo a María Dolores de Cospedal a aceptar más de un bol de arroz de dirigentes de la China, donde la censura campa por sus respetos?

Mientras gran parte de los españoles nos mesamos las vestiduras —otros no: el PP ha ganado unos cien mil y pico militantes en los últimos cuatro años— y nos disponemos a caer en las garras del incesante Recortador y del inclemente Concebido, entre otras delicadezas que nos tienen preparadas, doña María Dolores de Cospedal, para quien mis adjetivos no bastan, nos dejaba nuevamente en evidencia a los pinches progres,con esa forma expeditiva tan suya que tiene de coger el nabo por los refajos. Y esta vez, en China.

¿Qué hacía allí la adalid de la democracia, la antinazi por excelencia de estos tiempos, la más hábil detectora de Gestapos y SS que en el mundo existen? ¿Cómo pudo Nuestra Señora de los Escrachables convivir siquiera un minuto, siquiera un instante, con las autoridades del más extenso país con partido único y, nada menos, comunista? ¿Qué la condujo a aceptar más de un bol de arroz de dirigentes de la China y del Pekín, do la censura campa por sus respetos y por Google?

España. Nuestro turismo, nuestro comercio, nuestras exportaciones, muy en especial las de Castilla-La Mancha. Y ese sí que es un sacrificio que hay que agradecer.

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Vale que me irritan las comparecencias de doña Soraya y su frenético arremangarse, intentando encontrarse el codo; vale que me estremece la galopante velocidad con que, en la bancada azul-azul, el rostro del señor Ruiz-Gallardón va adquiriendo la textura saturnal de lo que él llamaría su alma. Y vale que me desconcierta el vacío que se distingue claramente tras las gafas del presidente del Gobierno.

Pero ante el gesto de la adalid democrática, que sin duda contuvo las náuseas cuando se reunió con los enemigos de nuestros pobres chinitos, antaño socorridos por las misiones del Domund, me quito el sobaco.

Viva el queso manchego.

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