Como no podía ser menos

El Diccionario de la Real Academia define “perogrullada” como “verdad o certeza que, por notoriamente sabida, es necedad o simpleza decirla”. En el caso de nuestros políticos esa figura alcanza tan altas cotas de necedad que haría reír si no ocultara la falta de argumentos o, lo que es peor, oscuros intereses o abiertas mentiras.

Cuando a cuentagotas se van conociendo sentencias o decisiones judiciales que afectan a algunos de los individuos de la especie política afectados por la epidemia de la corrupción, la respuesta es invariablemente la misma: “como no podía ser menos, respetamos y acatamos la decisión judicial”. O, lo que es lo mismo, ¿de qué color era el caballo blanco de Santiago? Si realmente respetaran la justicia debieran comenzar por dotarla de medios para convertirla en una justicia ágil en la que los ciudadanos pudieran confiar, algo que por desgracia cada vez ocurre menos. Podrían continuar por despolitizarla y evitar el lamentable espectáculo en que se convierte el nombramiento de integrantes de los más altos tribunales de nuestro país, auténtica riña de gatos.

Cuando una gran parte de los ciudadanos están siendo masacrados en sus condiciones de vida por decisiones socioeconómicas en su mayoría injustas, cuando los causantes principales de la crisis y sus secuaces han quedado incólumes y cuando la democracia está siendo pervertida, lo menos que podemos pedir es que no se rían de nosotros o, como mal menor, que no perviertan el lenguaje.— Juan J. Añó Oliver.