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Columna
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Esas caras

A los demás quebrantos hay que añadir el fastidio de tener que ver a estos jetas

Rosa Montero

Que una rubia se queje de que por ser rubia la consideran tonta me parece una prueba de necedad. Es como lo de la excusatio non petita, acusatio manifesta.A qué viene resaltar con ñoño mohín lo de su rubiez, si no es porque justamente ha utilizado siempre esa rubiez como cualidad profesional más destacada. Pobres rubias del mundo, altas o bajas, guapas y feas: rubias peleonas y complejas, que vuelven a ser encerradas, por el efecto Corinna, en la caricatura vacía de la chica neumática agarrada a un diamante. Porque neumática es, eso sin duda: su lustrosa tez tiene algo de goma Michelín, con esos pómulos tan esculpidos, esos labios tan colagenados. Plásticos de primera calidad. Un rostro muy logrado y una expresión angelical (de rubia agarrada a un diamante) que da más miedo que la madrastra de Blancanieves.

Aún peor es la cara de Bárcenas, sobre todo últimamente, porque ahora, además, ¡se ríe! ¿Han visto la escalofriante sonrisilla que muestra el individuo en su rostro de piedra? Es la mueca del verdugo que disfruta matando. La violencia con que esa enorme cabeza cae sobre sus hombros como un mojón de carretera rural, y ese pelo ferozmente planchado que aplasta sus ideas, le dan un aspecto de gánster de película. Es el malo más malo, un tipo que infunde terror con su presencia, cosa que supongo que le gusta. Y estos son, señores, los rostros más vistos de la España de hoy, las caras del momento, dos personas de las que el 80% del país sospecha que están haciendo algún chantaje (almas tan gemelas que deberían casarse). Qué terrible espejo en el que mirarse: a los demás quebrantos hay que añadir el fastidio de tener que ver estas caras, a estos jetas. Claro que aún podemos empeorar: aún no hemos llegado a la máscara de pesadilla, al rostro recauchutado de Berlusconi. Todo se andará, al paso que vamos.

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