La indignación y sus lógicas
El retraso en la salida de un avión del aeropuerto de Casablanca deriva en una cuestión patriótica
Sucedió en un vuelo de Air France entre Casablanca y París. El piloto se dirigió a los pasajeros por megafonía: “Me impiden despegar hasta que su majestad, el rey de Marruecos, llegue al aeropuerto”, dijo. Y ante el previsible enfado de los pasajeros, añadió que si alguien quería protestar podía enviar una reclamación a la casa real.
Desde la perspectiva de los derechos civiles, que proclaman como principio básico la igualdad, la actitud del piloto sintonizaría con una lógica según la cual no resulta tolerable que los cargos públicos o representativos abusen de sus prerrogativas. El discurrir por la vida de quienes ejercen el poder no ha de pasar por encima, salvo casos de fuerza mayor, de las reglas y pautas establecidas para cualquier ciudadano. ¿Por qué debe paralizarse un aeropuerto para que aterrice el rey? ¿Por qué habría de esperar un avión a que el monarca llegue o se vaya? Desde esta óptica, se entendería la indignación del piloto y de los pasajeros afectados. Es de la misma naturaleza, salvando las distancias, que la que sentiría cualquiera que está haciendo cola para entrar en un museo y ve llegar a un concejal a quien se le franquea la entrada para que pueda disfrutar de la exposición como cualquier ciudadano, pero sin esperar.
El incidente del avión causó efectivamente indignación. Pero si alguien se molestó por el abuso de privilegio, no llegó a expresarlo. La que sí afloró, en cambio, obedecía a una lógica muy distinta, la patriótica: el rey de Marruecos es una autoridad, representa a un país y cualquier menoscabo a su dignidad es un insulto para todos. Y en este caso, además, un insulto de la prepotente metrópoli a su ex colonia.
Al llegar a París varios pasajeros presentaron una queja, pero el asunto no quedó ahí. Uno de ellos, Abderramán Mekkaoui, organizó un colectivo de protesta que no cejó hasta lograr que el piloto fuera retirado de esa línea y tuviera que comparecer ante un comité de disciplina. Y no se conforma con que la compañía haya pedido disculpas a todos los pasajeros: exige además que el piloto se disculpe ante el rey e indemnice al reino con una donación. No estamos pues ya ante un asunto de indignaciones, sino ante una cuestión de mesura.
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